domingo, 25 de octubre de 2015

Relatos de Isnir. Capítulo 12

-Nada más salir, avanza hasta el fondo a la derecha. El despacho del director es la única puerta que encontrarás al llegar a la pared, no tiene pérdida. Luego recuerda que para salir debes… ¡Oh, mierda!- Un grupo de personas acaba de entrar repentinamente en el rango de alcance de mi habilidad, para consternación mía.

-¿Qué ocurre?-Pregunta Kenlish en tono preocupado a través de la radio.

Desconecto el comunicador al tiempo que me lanzo desde el pupitre en dirección al armario del material. Al abrir sus puertas me golpea un fuerte olor a naftalina y otros productos químicos, pero aunque corro riesgo de marearme, a estas alturas es mi única opción.

Me he centrado tanto en Kenlish y en el conserje que no he logrado percibir a éste grupito de estudiantes hasta que han empezado a subir las escaleras del primer piso. Salir ahora implicaría exponerse a ellos, y nada me garantiza que luego no puedan empezar a investigar los profesores acerca de mi presencia allí tan tarde. De modo que esconderme y aguardar a que se marchen es mi única alternativa.

Cierro el armario y me acomodo en su interior, ocultando mi boca y nariz tras un pañuelo para evitar respirar los vapores químicos, y empiezo a captar las emociones con más intensidad. Kenlish,en el piso inferior, parece haber dado con algo que la ha hecho feliz un instante, seguramente haya dado ya con el sello del director. El conserje está cerrando las aulas y talleres de la segunda planta, y mis visitantes inesperados llegan hasta el aula, en medio de una confusión de emociones que van desde el abatimiento hasta la rabia más desbocada.

-¿Os dais cuenta de que prácticamente nos ha llamado ineptos, verdad?- Comenta uno de ellos en cuanto abren la puerta de la clase.- Jodido viejo lumbreras…

-Y peor, ¿por qué el jefe se ha quedado ahí mirando sin decirle nada cuando nos sermoneaba? Nunca lo hubiera esperado de él.- Añade otro, con un tono decepcionado.

-El director es también el jefe del profesor Arxel, por si no te había quedado claro.- Añade un tercero con tono serio y cierto reproche.- Y yo estoy con él. Han sido dos chapuzas innecesarias.

-¡Oh! ¿así que ahora tú también crees que somos unos chapuceros, Vyrott?- Comenta una voz que me produce escalofríos por dos motivo distintos: es la voz de Dragamsel y, por si fuera poco, no soy capaz de ubicarlo con mi poder sensorial.- ¿Qué pasa? ¿Ahora vas a ser el pelota del director para que te favorezca? ¿Vas a pasar del grupo, es eso?

-Dragamsel, yo no he dicho eso.- El tal Vyrott, si no me falla la memoria, es un tipo larguirucho que, por lo general, suele quedarse al margen cuando el grupito del que forma parte intenta cazarme. Cada vez que me lo he encontrado a solas no me ha parecido un mal tipo, y escuchándolos discutir ahora, me parece que es la voz de la conciencia de los demás.- He dicho solamente lo que es evidente.

-¿Y qué es evidente, si puede saberse?

Oigo como Vyrott suspira con aire tenso. El resto de los oyentes parecen haberse puesto nerviosos, y acuden expectantes a la respuesta de su compañero, como si pudiera desencadenarse un desastre ahí mismo.

-Para empezar, ¿por qué cojones nos pidió Rasmus que atacaramos a la chica esa de la 1-A? Sé que dijo que el propósito era darle el mensaje de que no debía juntarse con Wïlden, a menos que quisiera salir mal parada, pero es que os pasasteis. Por muy inteligente que sea, no hay persona en el mundo que pueda enlazar una cosa con la otra SI NI SIQUIERA HABLASTEIS CON ELLA.- Vyrott eleva el tono casi sin darse cuenta, pero enseguida recupera un tono más afable.- Dragamsel, te limitaste a intentar ahogarla sin más. Ni siquiera te oí pronunciar una palabra hasta que se te desmayó en los brazos. No creo que se imagine siquiera por qué lo hiciste a día de hoy.

“Y luego lo de Wïlden. ¿Por qué se empeña ahora, después de tanto tiempo acosándolo física y mentalmente, en que está mejor muerto?”

Me muerdo el labio hasta casi hacerme sangre con los colmillos. Un poderosísimo instinto asesino empieza a adueñarse de mí. Tengo el impulso de querer salir del armario para aplastar la cabeza de ese idiota contra la esquina de una mesa hasta verle los sesos desparramados por el suelo, pero la prudencia me lo impide. Acabo de empezar la rehabilitación, y aunque Vyrott parezca tener remordimientos de conciencia y no interviniera, siguen siendo por lo pronto tres contra uno. Un enfrentamiento en estas circunstancias sólo podría acabar conmigo de vuelta en el hospital. O peor aún, en la morgue.

Respiro profundamente a través del pañuelo, conteniendo los accesos de tos al inhalar sin querer algunos productos del armario. Consigo calmarme al cabo de unas pocas repeticiones, y vuelvo a centrarme en escuchar a Vyrott, que parece haber seguido mientras yo dominaba mis instintos.

-...Y no me gusta. Cuando Rasmus me pidió que me uniera a esa organización suya no creí que fueran a obligarnos a hacer estas cosas… Y francamente, yo ya no puedo más, va en contra de todo lo que nos han enseñado de respetar a nuestros semejantes y controlar la violencia. Quiero renunciar…

Los compinches de Dragamssel parecen inquietos, asustados por la repentina deserción de uno de los suyos. Imagino que en estos momentos estarán mirando a su jefe con nerviosismo, esperando instrucciones. Y aunque no pueda verle el rostro ni sentir las emociones de éste, le conozco lo suficiente para saber que Vyrott acaba de entrar en un callejón sin salida. Y uno muy peligroso.

-Así que quieres renunciar…- Dice Dragamsel con un tono sedoso que me pone la piel de gallina.- Muy bien. Vete pues. Nosotros se lo explicaremos todo al SEÑOR Arxel la próxima vez que lo veamos, no pasa nada. No nos cuesta nada.

Vyrott parece respirar de alivio al fin, pero entonces oigo un fuerte estrépito de mesas y sillas cayendo contra el suelo, y todos los presentes de la clase me transmiten una sensación de sorpresa y, en el caso del primero, dolor. Probablemente, Dragamsel le haya hecho bajar la guardia deliberadamente para atacarlo a traición. Es un canalla sin escrúpulos.

-Eso sí, no pienses que voy a dejar que te marches de rositas a estas alturas. Sabes demasiado, y no me hace ni puta gracia que nos delates a la Guardia para que me arruinen la vida fuera del campus.- Sus dos lacayos dan un respingo, asustados.- ¿No pensáis igual?

-Dragamsel, por Isnir, los dos estamos en el club de artes marciales mixtas, me conoces. Sabes que no hablaré.

-Esa es otra cuestión, porque aunque seamos del mismo club, esa falta de sangre que tienes es lo que te hace ser tan inferior a mí. Nunca me has ganado un sólo combate, Vyrott. Y si hay algo que me sienta fatal, quitando a los bastardos semielfos, son los débiles y los cobardes. Pero te felicito, hoy has demostrado ser ambas cosas.- Se queda en silencio unos instantes.- ¿Sabes qué? Debo reconocerle algo al director: no fuimos creativos con lo de Wïlden. Pero ahora contigo, creeme que sí lo voy a ser.

-No, por favor…

-¿En qué piensas, Drag?- Pregunta uno de sus esbirros tímidamente.

-Ya que estamos en una isla flotante… ¿Qué mejor forma de hacer desaparecer un cadáver que arrojándolo desde los límites de la isla?- Deja escapar una risotada.- Agarradlo.

Escucho un forcejeo. Estoy a punto de abrir la puerta para acudir en auxilio de Vyrott cuando la puerta del aula vuelve a abrirse y entra el conserje pegando gritos. Respiro aliviado al notar que los matones se separan de su víctima, que no tarda ni dos segundos en salir por patas, sin que el conserje haga nada por detenerlo. Parece más preocupado por impedir que Dragamsel, al que seguramente ha sorprendido en una posición amenazadora, pudiera hacer ningún movimiento.

-¡¿Qué demonios le estaban haciendo a ese chico, por el amor de Isnir?! ¿Es que habéis perdido el juicio?- Les reprende con furia.- Debería daros vergüenza tener ese comportamiento a vuestra edad. Sólo las bestias y los humanos harían algo así.

-Señor, cálmese. Nosotros sólo estábamos ayudando a levantarse…- Dice la voz sibilina de Dragamsel, en un logrado tono de inocencia que me dan ganas de cortarle la lengua, por hipócrita.- Tuvo una pequeña bajada de azúcar cuando venía a recoger sus cosas y se ha golpeado contra las mesas al caer. Nosotros sólo nos limitabamos a auxiliarle…

-A otro perro con ese hueso, niñato. Y ahora salid de aquí cagando leches antes de que decida reportarle al director esta violencia gratuita. ¡Y pobres de ustedes como esto se repita!

Oigo el sonido de los pies a la carrera y sigo a los esbirros de Dragamsel abandonando la habitación con mi habilidad, entre aterrados y aliviados. El conserje farfulla algunos improperios antes de salir de la clase, cerrando la puerta con llave tras de sí, alejándose en dirección a las salas laterales a la que me encuentro. Cinco minutos más tarde, le noto descender al fin de vuelta a la planta inferior.

Salgo por fin de mi escondite, resoplando para respirar aire limpio. Hace rato que la única presencia que capto es la del conserje, por lo que imagino que Kenlish ha tenido éxito en su cometido y ha abandonado el edificio. Lo que supone una mala noticia para mí.
-Gilnevit, ¿estás ahí?- Digo a través de mi comunicador tras reactivarlo nuevamente.- Tengo un pequeño problema…

Mis compañeros responden casi al instante, pero sólo soy capaz de distinguir ruido y nervios al otro lado de la línea. Me quito el auricular de la oreja y lo mantengo a una distancia prudencial, sorprendido por su reacción.

-A ver, un poco de calma, por favor.- Exijo mientras camino hacia las ventanas, echando un vistazo al patio.- Y hablad de uno en uno.

-¡Wïlden!- Esta vez es la voz de Kenlish la que me habla. Su tono es de tensión, como si mi ausencia en las conversaciones la hubiera tenido preocupada.- ¿Estás bien? ¿Qué ha ocurrido ahí arriba?

-Una visita inesperada y muy desagradable. Pero irónicamente productiva.- Sacudo la cabeza, al notar que me desvío del tema.- Pero ese no es el problema. El conserje me ha dejado encerrado en el aula y necesito una vía de escape alternativa.

-Me lo estaba suponiendo, así que ya estamos en ello.- Responde Gilnevit desde la central de comunicación.- Estamos buscandote una ruta accesible con tu estado físico. Kenlish, tu deberías encontrarte con los chicos dentro de poco, así que atenta.

-¿Qué me he perdido? ¿Es que has mandado a Vers y Dylphiel a por Kenlish?- Pregunto al tiempo que me acerco a la puerta del aula y trato de mover el picaporte, sin éxito.

-Digamos que tengo unas cuantas cositas que contarte cuando volvamos al club.- Me responde Kenlish, con la respiración acelerada, como si estuviera corriendo.- Vale, Versmegzul ya me ha visto. Wïlden, de momento centrate en salir del aula. Busca en el armario por si hay algún destornillador o algo con lo que quitar las bisagras de la puerta.

Obedezco sin rechistar y regreso al armario en busca de la herramienta indicada. No tardo en dar con uno del tamaño perfecto para los cabezales de la puerta, que consigo aflojar en unos pocos minutos. Luego, utilizándolo como palanca, y con un instante de miedo por si fuera a partirlo, consigo desencajar la puerta del marco.

-Perfecto, ya estoy fuera.- Comento tras dejar el destornillador de vuelta en su caja y arreglar lo mejor que puedo la puerta para que no parezca forzada.- Me vendría bien hacerme con las llaves en portería para arreglar esto. Va a traer consecuencias si Dragamsel sospecha que alguien puede haber escuchado su conversación…

-Bien, nosotras te hemos localizado una forma de salir… Pero no creo que vaya a gustarte.- Comenta Gilnevit, al tiempo que escucho movimiento de papeles cerca del micrófono.- ¿Te ves capaz de alcanzar la ventilación del baño de la planta baja?

Empiezo a correr por el pasillo en dirección a las escaleras, prestando atención a las presencias que capta mi sexto sentido. Me detengo en el rellano del primer piso, asegurandome de que no hay nadie en las inmediaciones.
-Creo que puedo apañármelas para entrar ahí. ¿Qué pretenden?- Les pregunto en voz baja antes de avanzar rápidamente hacia los baños.

-Vas a tener que dirigirte hacia el montacargas que lleva a los túneles de abastecimiento, me temo.- Me encierro en uno de los retretes, mirando hacia la ventilación sobre mi cabeza, estupefacto.- Cuando estés ahí, busca los viejos túneles al este. Con un poco de suerte podremos llevarte hasta alguna salida del área de clubes.

-¿Estás hablando en serio?- Pregunto al tiempo que empiezo a retirar la rejilla de ventilación.- ¿Los viejos túneles? Eso tiene que estar oscuro como la boca de un lobo. Y no me he traído linterna.

-La iluminación es cosa nuestra. Ya he localizado la subestación eléctrica que alimenta ésta zona del distrito, solo habrá que reconectar los viejos circuitos de corriente para que al menos puedas seguir las luces de emergencia.- Oigo que comenta Kenlish al tiempo que yo me introduzco de un salto en el conducto de ventilación.- Los chicos y yo ya vamos de camino.

Trato de orientarme mentalmente antes de cerrar el conducto con la rejilla y comienzo a moverme a gatas. El montacargas se encuentra entre la cocina y la sala-comedor de los profesores, justo en el extremo contrario del vestíbulo. Calculo que tendré que gatear algo más de cien metros, dada la disposición de los conductos, hasta salir encima del ascensor de materiales.

-Pues espero que no tardes en activar la corriente, Kenlish.- Le comento por el comunicador un par de minutos más tarde, cuando me asomo al hueco del montacargas.-He llegado al ascensor. Voy a empezar a bajar.

-Ten cuidado.- Comenta Hebillen al tiempo que me agarro a los cables del montacargas.

Los cables de acero están mal cuidado y me pican en las manos desnudas mientras bajo por ellos. También la tensión en las piernas me incomoda, pues no hace ni dos días que al fin puedo caminar sin escayola ni muletas, y de vez en cuando siento una punzada de dolor subiendo por ellas. Trato de hacer caso omiso al dolor de mi cuerpo y sigo mi descenso a las profundidades.

Mi cabeza retorna a la conversación que acababa de escuchar, respondiendo al silencio que me acompaña. Dragamsel y Rasmus. Siempre ellos. Casi había olvidado la actitud de Kenlish durante las semanas transcurridas entre su incidente y el mío, esquiva y aterrada cuando le preguntaba. Pero ahora ya conozco la verdad. Rasmus había orquestado el ataque contra Kenlish, primero, y luego había arrojado a sus perros de presa contra mí. Para que me mataran.

Kenlish debió de oír como sus atacantes hablaban entre ellos cuando la torturaron. Y en ese entonces, ella ya me conocía lo bastante bien para saber el odio y el terror que Dragamsel despertaba en mí. Guardó silencio para protegerme de cometer una locura, de sentirme culpable por haberla convertido en un blanco de la violencia a la que me sometían a mí mismo.

Una lágrima se me desliza por la mejilla justo cuando mis pies tocan el techo del montacargas. Compruebo que mi comunicador está apagado antes de dejar escapar un sollozo de impotencia contenida. De rabia. De dolor.
Es justo el dolor en una de mis manos lo que me devuelve a la realidad. En mi ofuscación, he apretado los puños en torno a los cables del elevador, haciéndome algunos cortes en las palmas con los bordes. Saco un pañuelo de mi bolsillo y me las envuelvo con él, al tiempo que reactivo mi comunicador.

-Nevit, estoy ya al nivel de los túneles.- Comunico con voz ronca.

-Muy bien. Aguarda un momento, Hebilenn está buscando los planos del subterráneo.- Oigo el sonido de los papeles moviéndose de un lado a otro.- Vale, ya los tenemos. Sal por una rejilla que hay en el hueco del ascensor y sigue el conducto hasta el final.

Busco el hueco que me indica. Comienzo a arrastrarme por él, hacia una oscuridad creciente conforme me alejo del elevador.

-Saldrás al andén del intercambiador del instituto. Cuando estés allí, ve en dirección contraria a las vías que salen hacia las residencias. No tiene pérdida, están todas juntas en el mismo lado.- Continúa explicándome Gilnevit, con una tensión en la voz que me indica que se está emocionando con la operación.- Allí deberías ver una reja de alambres bloqueando un túnel con vías en el suelo. Ese es el que debes seguir.

-Vale. ¿Y ese túnel va en línea recta o hay bifurcaciones?- Interrogo cuando vislumbro el intercambiador a través de la rejilla del final.

-Hay algu...Pero tú sólo tie...Seguir...Desviarte…- Empiezo a  oír un ruido en la línea al mismo tiempo que se entrecorta la comunicación.

-¡¿Nevit?!- Pregunto a voz alzada, a la par que me llevo la mano al audífono.- ¡Se entrecorta! ¿Has dicho que siga en línea recta sin desviarme?

Pero la línea se ha perdido totalmente. Trato de retroceder a gatas, pero ni de ese modo consigo recuperar la conexión. Me he quedado sólo y sin guía.

-Estupendo.-Pienso al tiempo que me dirijo a la salida.- Más me vale que Kenlish consiga activar esas luces para la galería...

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