viernes, 15 de junio de 2012

cambio en las publicaciones

Hola a todos, en primer lugar queremos darles las gracias por seguirnos tan fervientemente durante todos estos meses, nuestro proyecto de darnos a conocer va por buen camino y nunca lo habríamos logrado sin su ayuda. Aunque desde el mes pasado no podamos seguir con el ritmo que nos gustaría, siempre notamos que ustedes están ahí, al otro lado de la pantalla del ordenador o del móvil, leyendo nuestras historias y asegurándose de estar actualizados por cualquier novedad que les comentemos.

A todo esto queremos notificarles que aunque estemos saturados de trabajo y no tengamos tiempo ni para comer (sí, a veces pasa; y seguro a alguno también lo ha sentido alguna vez en su vida), a partir de hoy vamos a traerles un capítulo bisemanal de esta historia que tenemos en marcha y que ha recogido bastante importancia las ultimas semanas.

Nuevamente gracias a todos y por favor, sigan visitándonos como hasta ahora. Su presencia es muy querida y apreciada para nosotros pues nos sirve para proyectos futuros ademas de darnos esperanzas y ánimos para seguir escribiendo todas estas historias que hasta la fecha no tienen CASI ningún comentario despectivo que nos haga dudar de su favoritismo y calidad.

Recuerden, a partir de este día 15 de Junio las publicaciones de los capítulos de "Relatos de Isnir" se colgarán cada dos semanas aproximadamente. ¡¡Un saludo bien grande a todos y gracias otra vez!!

lunes, 4 de junio de 2012

Relatos de Isnir. Capítulo 2


“Mi primera amiga”

Ese pensamiento me sigue rondando la cabeza. No logro apartar mi mente de lo que ha pasado con Kenlish, por mucho que me repita a mí mismo que ese encuentro no ha significado nada, o aún volcando toda mi fuerza de voluntad para concentrarme en la comida. Esa simple palabra, “amiga”, es una melodía que no para de sonar aunque intente ignorarla.

-Deja de soñar despierto, Wïlden. ¿Amigos tú y ella? ¡Ja!- Suelto una carcajada sin darme cuenta, dando un golpe con el tenedor en la bandeja de mi comida.- Venga ya, hombre. Está en la 1-A, es la chica élite por excelencia. Ni en sueños querría relacionarse con alguien de la 1-F, a menos que quiera terminar de dilapidar el respeto que aún conserve la gente de por aquí.

Esa es una de las muchas razones por las que odio la condición en la que me encuentro. Para la sociedad élfica, no importa cuán buena persona seas. Lo que cuenta a la hora de relacionarse con otros es tu curriculum. La escuela es una pequeña escala de lo que se da en el exterior, en las muchas ciudades que componen éste país, donde la inmensa mayoría de la gente revisa antes tu ocupación y lo que aportas a la sociedad que la riqueza que acumules como individuo.

En esta escuela, el hecho de pertenecer a una clase u otra te abre muchas puertas, sobre todo de cara a ganarte el favor de los profesores. Kenlish, estando en la 1-A, pertenece a la élite. Son los que más destacan en todos los campos, y eso se ve reflejado con las calificaciones que obtienen, que son las mejores de todas. Yo al estar en la 1-F, me encuentro casi en la media del curso. De hecho, del primer piso, sólo la clase G está por debajo de mí.

Quizás no habría habido problemas de haber sido alumno de la 1-B o la 1-C, ya que por lo general la mayor parte de los alumnos ascienden o descienden de aula al cambiar de curso con las pruebas de asignación. Es más normal ver a alguien de la clase 1-C charlando animadamente con un compañero de la 1-A que con uno de mi categoría. Por eso creo que Kenlish ha inventado esa excusa del “no somos iguales” para decirme de forma suave que no quiere tener nada que ver conmigo.

-Y además, eres sospechoso de ser medio humano, Wïlden.- Termino de limpiar el cuenco de sopa con ayuda de un pedazo de pan y comienzo a atacar los guisantes y el arroz del plato principal.- Tendría que estar muy loca para arriesgarse a que se entere todo el mundo y empeore su situación.

Finalmente, dejo los cubiertos en la bandeja y me permito cerrar los ojos por un rato para descansar. Mi cabeza sigue estando agitada por dentro, pero las molestias ocasionales que me siguen provocando las heridas de esta mañana me permiten apartar la atención por un rato del asunto de Kenlish, para centrarme en mis propios problemas.

Una vez termine el descanso del almuerzo me quedarán aún tres horas más de clases. Normalmente, tres días en semana acudo a los entrenamientos del equipo de atletismo al salir, para conservar mi bendita velocidad lo mejor que pueda, pero hoy es uno de esos días en los que el equipo no se reúne. Lo que implica que hoy tengo una de mis particulares competiciones privadas… Para huir de Dragamsel y los suyos.

La inmensa mayoría de los elfos siguen algún tipo de rutina en su día a día, y ese matón no es ninguna excepción. Independientemente de si se han divertido ese mismo día con alguna otra encerrona, cuando no tengo que reunirme en las pistas con el equipo siempre intentan atraparme para poner a prueba mi velocidad. Son como galgos tratando de atrapar un conejo en una cacería, aunque normalmente se les escape de entre las fauces.

Mi principal obstáculo para escapar de ellos es que Dragamsel está en la clase 1-D, que junto a la 1-C, son las más cercanas a las escaleras. Eso les da un enclave estratégico para atraparme en medio del gentío que se forma a las salidas y llevarme aparte sin que nadie preste atención. En ocasiones me la juego utilizando la escalera de incendios para evitarles, pero en alguna ocasión me he topado con alguno de sus esbirros esperándome al final de las mismas, lo que supone que mi calvario en esos momentos comienza antes de lo normal. 

Tengo aún varias horas para planear como haré mi movimiento en esta ocasión, así que voy pensando que hacer mientras recojo mis cosas y empiezo a recorrer el camino de vuelta hacia el comedor. Como de costumbre, no encuentro a nadie en ese recodo del pasillo, y no es hasta que llego a la zona cercana a las escaleras que empiezo a encontrar gente. Sin embargo, una escena familiar vuelve a llamar mi atención y me detengo en los primeros peldaños.

Las mismas chicas que han herido a Kenlish al inicio del descanso están montando otra vez la misma broma, pero ahora utilizando más libros y de un tamaño aún mayor. Lo que es peor, la mayoría de ellos son de tapa dura y esquinas afiladas, diccionarios sacados de la biblioteca de la escuela con toda seguridad. Son los más peligrosos de todos los que podrían haber utilizado, pues son los que con más facilidad pueden infligir cortes en las víctimas.

Una de ellas me mira por encima del hombro al darse cuenta de que las observo y me indica que me pierda con un gesto bastante desagradable. Retomo mi camino con un mal presentimiento recorriéndome el espinazo, sin dejar de vigilar de reojo la tonga de libros que están apilando en la barandilla.

-¿Habrán visto a Kenlish y estarán molestas porque sigue aparentando que no le ha pasado nada?- Pienso con preocupación mientras me acerco al comedor. En estos momentos, estoy más preocupado por la más que posible víctima de esa trampa que por lo que me espera a mí mismo horas más tarde.

La sangre abandona mi rostro al ver la silueta de Kenlish en una de las esquinas del comedor, comiendo tranquilamente en una mesa aparte y despreocupada del mundo. Su actitud confirma mis sospechas sobre los motivos que puedan tener sus agresoras para querer repetir el castigo con mayor intensidad: vuelve a tener el aire altanero que ostentaba tras la broma anterior, cómo si la herida que lucía en el rostro no la incomodase lo más mínimo.

Deposito la bandeja y los demás utensilios en un carrito al lado de la basura, sin perder de vista a Kenlish, que parece estar tomándose su tiempo para acabar con el postre. No sé qué rutina seguirá ésta elfa tras los almuerzos, pero si intenta volver a su aula ahora volverán a atacarla y no creo que sea capaz de ocultar su dolor igual que la vez anterior. 

No sé qué hacer. Lo normal sería ir a hablarle y contarle lo que están planeando hacer contra ella, pero los pensamientos que he tenido justo después de ayudarla sobre mi condición de inferior a ella me hacen replanteármelo. No quiero salir herido por culpa de que tenga que guardar las apariencias, fingiendo que no me conoce sólo para que su imagen de chica de élite no se vea perjudicada. Sin embargo, tampoco puedo dejar que eso me impida ayudarla. No me gustó nada verla llorando en aquél cuarto, y no quiero ser responsable de que tenga que hacerlo de nuevo por no hacer nada al respecto.

Así que tomo mi decisión y salgo apresuradamente del comedor, llamando la atención de algunos estudiantes que charlan tranquilamente en las mesas a mi paso. Voy a ayudarla, a mi manera. Pero solo espero que Kenlish permanezca en el comedor un rato más y me dé tiempo de hacer lo que he planeado…


-¿Habré sido poco agradecida con Wïlden…?

La herida de la ceja apenas me molesta. El dolor se limita a una pequeña punzada ocasional, pero si no le presto atención es cómo si no existiera. Realmente creo que ha sido una suerte que Wïlden me encontrase en aquella sala de estudio y se ofreciera a ayudarme. No lo reconocería abiertamente, en la vida, pero realmente estaba asustada de que el corte no dejara de sangrar… Pero gracias a Él, ahora no debo preocuparme de los más que seguros rumores que se habrían difundido si alguien me hubiera visto llegando a la enfermería completamente hundida.

-Sin embargo… Creo que las últimas palabras que le dediqué antes de marcharme podrían haber sido un poco más afectuosas… A fin de cuentas, me había ayudado desinteresadamente y me había caído bien…-Pienso mientras hago rodar los últimos guisantes que me quedan en el plato, distrayéndome antes de acometer el asalto al flan del postre.- No, creo que ha sido lo mejor… Lo ideal sería que no tuviera que volver a acercarse a mí dentro de lo posible… Si nos hacemos amigos, sólo contribuiría a destruir su identidad con mis pensamientos negativos… 

Mi mentalidad es demasiado peligrosa para todo aquél que intente intimar conmigo. Soy demasiado radical, rencorosa y perversa. Y todo por culpa de toda esa panda de envidiosos que me rodean.

Desde que empecé mi formación, me he destacado por tener una mente ágil para los estudios. De hecho, mi cociente intelectual es tan alto que ahora mismo me encuentro estudiando en dos cursos por encima de lo que me correspondería por edad. Ha sido así desde el comienzo, siempre he sido la más joven del campus y eso me ha convertido en un ser bastante odioso para las otras elfas de la escuela. No han visto nunca con buenos ojos que una chica más joven sea más inteligente que ellas y que tenga a su disposición todo un harén de los mejores hombres del curso, ya que nunca he salido de la clase 1-A. Por otro lado, los rumores sobre mí supuesta pureza de sangre han surgido a raíz de que, físicamente, me he desarrollado más que mis compañeras de curso, lo que no ha contribuido a disminuir las rencillas contra mí, precisamente. 

Obviamente, por mucho que sea capaz de dominar mis emociones, no puedo evitar el rencor que se acumula en mi pecho a cada día que pasa contra todo cuanto me rodea. Lo peor es que, en mi cabeza, las venganzas que imagino son tan crueles que a menudo me asusto a mi misma imaginándome ejecutándolas. Y por eso no quiero influenciar a Wïlden, porque él, al contrario que yo, y habiendo sufrido en la misma medida, es una buena persona. 

La impresión que me transmitió al hablar con él fue la de ser una persona honesta y pacífica. Más emotivo que yo, eso cantaba de lejos. Servicial, con tacto y de mente ágil. Puede que no tanto como yo para asimilar conocimientos, pero sí para afrontar un imprevisto. Sin duda alguna, debe de ser alguien más maduro que yo emocionalmente.

-¡AAAAAAAAAG! ¿En qué estás pensando, Kenlish?-Sacudo la cabeza para alejar esos pensamientos y agarro la tarrina y la cucharilla del postre para empezar a comer.- Que no manifieste tener odio contra el mundo al hablar de temas dolorosos no implica que sea más maduro. Tendría que tener una charla más trascendental con él para poder juzgar eso apropiadamente… Y hablando del susodicho…

Un chico con las mismas complexiones que Wïlden acaba de entrar en el comedor y me ha dado la impresión de que aún no me ha visto. Agacho la cabeza y finjo comer mientras observo el reflejo del chico en el vaso de agua que tengo a mi lado, tratando de averiguar por su silueta si se trata del mismo elfo al que he conocido hace rato.

Pelo blanco y lacio cuyo flequillo le cae desigual por la frente. Ojos de un verde casi grisáceo y un rostro algo más tosco que el típico estilizado de los elfos. Piernas largas de atleta y hombros anchos. Casi un metro setenta de altura y unas manos amplias y cuidadas. Sí, sin duda debe de ser él.

-¿Qué le habrá pasado para estar tan pálido?- He alzado la vista un momento y lo he encontrado pensativo junto al carrito de las bandejas, con el rostro bastante pálido cómo si le hubieran dado un susto de muerte.- Cuando me he ido parecía estar bien…Espera, ¿me está mirando?

Sus ojos están clavados en mi posición, pero no parece estarme mirando a mí. Tiene la vista desenfocada, como si estuviera sumido en sus pensamientos. De repente, asiente con la cabeza y sale corriendo hacia la salida, haciendo que varios de los comensales se vuelvan a observarle con curiosidad al pasar a su lado. 

Yo estoy anonadada. Mejor dicho, indignada. Cierto es que veía mejor que Wïlden no intentase acercarse en la medida de lo posible, pero quedarse observándome con esa cara de preocupación y ni tan siquiera atreverse a venir a decirme que le ocurre tras lo que ha pasado antes…Bueno, ¡es inaudito!

-De nada por la confianza que me muestras. ¿Así que tu puedes obligarme a aceptar tu ayuda pero luego no me das oportunidad de devolverte el favor, eh? Espera. ¿A qué vienen estos pensamientos, Kenlish?- Mi mente se queda bloqueada intentando analizar la irracionalidad de mis pensamientos, buscando alguna explicación lógica a estos sentimientos contrariados que estoy sintiendo.- Para empezar, ¿en qué momento dijiste nada del tipo “puedes contar conmigo para lo que necesites”? ¡En ningún momento le comentaste la posibilidad de ser amigos! De hecho, ¡ni siquiera querías ser su amiga hace un momento! ¿En qué demonios tienes hoy la cabeza, estúpida?

La fecha del mes a que nos encontramos me despeja la duda. Estamos cerca del cambio de estación, que se caracteriza por el plenilunio de las dos lunas: Moratea, la luna azul, y Estaerí, la plateada. Cada vez que Estaerí está llena, mi estado mental suele alterarse de manera incontrolada, y aún soy incapaz de encontrarle una explicación a tan extraño fenómeno. Supongo que la proximidad de la lunación me está afectando ya, aunque queden aún unos días para el cambio de estación.

-Sí, tiene que ser eso. Es esa semana, sin duda.- Me convenzo a mi misma de que mis incoherencias mentales son fruto de ese fenómeno mensual y me termino de comer el postre a toda prisa.- Debería haber sido más precavida. Soy emocionalmente más inestable en estas fechas que durante el resto del mes, debo tener más cuidado.

Me levanto y dejo la bandeja en el carrito antes de dirigirme de vuelta a clase. Siempre llevo encima unos preparados caseros para afrontar los altibajos de estas fechas, pero por lo general los dejo dentro de mi mochila cuando no son necesarios. Y sin duda, ahora mismo me hacen falta.

Unos gritos en el piso superior me hacen volver en mi misma cuando estoy casi llegando a las escaleras. El sobresalto parece haber cogido por sorpresa a buena parte de los que hay a mi alrededor, que se miran entre ellos totalmente confundidos por los berridos.

Me apresuro a subir las escaleras, seguida por unos cuantos estudiantes más, y el panorama que me encuentro me obliga a llevarme ambas manos a la boca para no echarme a reír. Las chicas que una hora antes me habían arrojado los libros están tiradas en el suelo con una inmensa tonga de diccionarios y enciclopedias desparramada por encima. 

-Por la forma en que están despatarradas, diría que estaban intentando preparar otra trampa cómo la de antes y se les ha caído todo encima.- Pienso mientras oigo comentarios a mis espaldas haciendo elucubraciones similares a las mías.-Y el castañazo ha debido de ser fuerte.

Una de las chicas lleva retorciéndose de dolor en el suelo desde que he subido, con una mano sujetándose la nuca y soltando improperios entre dientes, mientras que la otra parece haberse desmayado. No puedo evitar sentir una furiosa satisfacción en mi interior observando a la que se revuelca por el suelo, saboreando una indirecta venganza sobre ella, pero lo oculto tras una expresión de indiferencia hasta que un par de profesores aparecen corriendo desde el piso inferior, totalmente agitados.

-¡¿Qué demonios ha pasado aquí, si puede saberse?!- Pregunta uno de ellos mientras su compañero se apresura a arrodillarse junto a la chica inconsciente, tomándole el pulso con gesto tembloroso.

-Se les han caído encima unos libros que estaban apilando, señor.- Comenta uno de los estudiantes que habían presenciado la escena.- Estaban colocando una de esas enciclopedias y se han asustado cuando un chico se les ha acercado a hablarles. Ha perdido el equilibrio y han acabado las dos en el suelo…

-¡Mentira! ¡Ha sido ese chico el que nos los ha tirado!- Grita la chica que había estado consciente todo el rato.- ¡Ha sido cosa suya!

-Venga ya, pero si él ni tan siquiera llegó a tocar los libros…- Agrega otro de los testigos.

-¡Y yo digo que ha sido él! ¡A nosotras nunca se nos habría…!

-¡Basta!- La jefa de estudios del primer piso aparece desde el fondo del pasillo, intimidante.- ¿Dónde está ahora ese compañero del que hablas, jovencita? No quiero oír ni una sola falsa acusación si no tienes pruebas que lo demuestren, y ya ves que hay testigos que afirman que nadie más que ustedes ha tocado los libros.

Escucho la protesta de la chica sin prestar atención. Me ha parecido ver como alguien trataba de escabullirse a hurtadillas por la escalera que conduce al segundo piso, alguien cuyo pelo es blanco como la nieve…


El reloj del instituto marca las 5 de la tarde y al fin suena la campana de nuestra liberación. Las clases del día se han acabado y todos se apresuran a recoger sus cosas para marcharse a las residencias o con sus respectivos clubes. 

Durante estas tres últimas horas no ha venido ningún profesor a buscarme al aula, por lo que imagino que no me han señalado como responsable del incidente con las dos agresoras de Kenlish. En parte es un alivio, aunque mi orgullo aún se resiente cuando pienso en la estratagema que tuve que emplear para lograr alejar de mí las sospechas: fingir tener problemas con un ejercicio de matemáticas básico para poder ir preguntando a todo el pasillo como resolverlo, hasta llegar junto a las chicas en cuestión y sobresaltarlas en el momento crítico. 

Pero eso no quita el problema de que hoy tengo que volar si quiero escabullirme de Dragamsel y los suyos, así que me apresuro a meter mis libros y apuntes en la mochila para luego salir escopeteado al pasillo. Algunos de mis compañeros me lanzan gritos de ánimo desde sus asientos, seguramente por haber realizado las apuestas de rigor para ese día. No es muy gratificante saber que esos ánimos son por puro interés, pero al menos consuela saber que hay quien desea que me libre ese día.

El punto crítico del primer piso está libre de enemigos, lo que es buena señal. Me mezclo entre unos cuantos compañeros de otras clases que se dirigen hacia la salida, pero cuando llego al rellano de las escaleras veo una imagen que puede ser casi tan peligrosa como si toda la camada de Dragamsel me estuviera esperando: las dos chicas a las que burlé esta tarde están en medio del vestíbulo, acompañadas por tres profesores con los que observan detenidamente a todos los que bajan por los accesos al primer piso.

Reculo de forma instintiva, ocultándome a su vista. No estoy seguro de que se quedaran con mi cara cuando hice que les cayeran los libros encima, pero es mejor prevenir que curar, así que voy contra corriente y asciendo hasta el segundo piso. Dragamsel seguramente me estará esperando en las escaleras de emergencias del primer piso, así que confío en poder burlar el cerco de profesores y alumnos utilizando las del segundo piso, pero soy consciente de que mis probabilidades de huir sin que me vean son muy reducidas…

-Y de seguro que Kenlish ni tan siquiera es consciente de lo que he hecho por ella… Al final va a tener razón ese energúmeno de Dragamsel y voy a ser idiota de nacimiento…

Ya todo el segundo piso está vacío de alumnos, así que no tomo demasiadas precauciones para dirigirme a su salida de emergencias… Lo que supone un grave error por mi parte, pues apenas doblo la esquina correspondiente me topo con Dragamsel apoyado contra la puerta al final del pasillo, con dos de sus colegas flanqueándole. Detrás de mí, a varios metros de distancia, aparecen otros dos de sus compinches, cerrándome la retirada. Suelto una maldición por lo bajo mientras todo mi cuerpo se pone en tensión.

-¿Sabes una cosa, Wïlden? Ya conocíamos tus pequeños problemas de entendimiento, pero lo que has hecho hoy ha sido… ¿Cómo fue lo que dije antes? Recuerdo que me salió una expresión bastante buena…- Le comenta a uno de sus compañeros con una sonrisa de oreja a oreja.

-“Digno de un suicida”.- Le responde el otro mientras se echa a reír. Empiezo a olerme por dónde van los tiros: de un modo u otro han averiguado que he sido yo el que ha protagonizado el incidente de esa tarde con aquellas chicas.

-Eso mismo. Hay que tenerle poco aprecio a la vida para meterte con gente de la 1-B. Eso, o quieres probar nuevas experiencias… ¡Oh, tranquilo, Wïlden! Hoy no vamos a ser nosotros quienes planifiquen tu castigo…-Dragamsel me sonríe, burlón, mientras empieza a caminar lentamente hacia mí.- Tus queridas víctimas de hoy se han quedado con tu cara y nos han pedido el favor de atraparte. Créeme, no quisiera estar en tu lugar cuando estés a solas con ellas… 

-Genial, justo lo que me hacía falta. Pasar de sádicos a sádicas…- El grupo entero empieza a cerrar el cerco en torno a mí. El más cercano es Dragamsel, a menos de tres metros, y si él me pone la mano encima se habrá acabado mi fuga por ese día.- Piensa, Wïlden. ¿Hay alguna forma de…?

-¡Ah, estabas ahí!- Suelta de repente una voz femenina a mis espaldas, sobresaltándonos a todos.- Llevo buscándote desde que sonó la campana. ¿Sabes que es de mala educación hacer esperar a una chica?

Noto como una mano pequeña y suave me agarra del brazo y empieza a tirar de mí suevamente, obligándome a darme la vuelta para seguirla. Mi sorpresa es mayúscula cuando reconozco el rostro de Kenlish, que me mira con cierto gesto de reproche, cómo si efectivamente le hubiera dado plantón esa tarde. Pero parece que no soy el único al que su llegada ha cogido por sorpresa: los esbirros de Dragamsel observan a Kenlish como si hubieran visto un fantasma, con la mandíbula desencajada en un gesto de estupor absoluto.

-¿Kenlish? ¿Pero qué…?- Empiezo a balbucear, pero la chica se da la vuelta y empieza a tirar de mí con fuerza, arrastrándome a toda prisa fuera del cerco.

-¡Espero que se te ocurra una buena forma de compensarme como no lleguemos a tiempo! ¿Sabes cuánto tiempo llevaba esperando por este día? ¡Meses! ¡Cómo me lo pierda por tu culpa te voy a tener un mes entero con correa!

Yo no entiendo nada. No hace ni cinco horas que conozco en persona a ésta chica y de repente me viene con todo esto… Sin embargo, parece que mis enemigos tampoco son capaces de entender lo que está sucediendo, porque nadie hace ningún intento de impedir que nos vayamos, de modo que Kenlish y yo acabamos llegando al vestíbulo sin que el grupo de Dragamsel moviera un dedo. Para mayor desconcierto por mi parte, las dos chicas y los profesores han desaparecido de escena, dándonos vía libre para salir del instituto cómo si no hubiera estado a punto de suceder nada en el interior.

Kenlish me arrastra a lo largo de todo un kilómetro hasta que llegamos a la altura del parque central del campus, donde comienza a aflojar el paso hasta adoptar un ritmo propio de un paseo. Ninguno de los dos ha pronunciado palabra alguna durante el trayecto, y yo sigo intentando asimilar lo ocurrido, buscándole alguna explicación lógica, sin éxito.

-¿No te han llegado a poner un dedo encima, verdad?- Me suelta ella repentinamente, en un tono preocupado que me coge con la guardia baja.

-Esto… No. No han tenido tiempo. Cuando has llegado apenas habían empezado a moverse…- Le respondo apresuradamente. Respiro hondo, tratando de calmarme.- Esto… ¿a qué ha venido todo eso de antes?

Kenlish se detiene y vira el rostro hacia mí. El reflejo del sol en su rostro le da un aspecto resplandeciente, asemejando su piel a la nieve en pleno día. La herida de su ceja casi ha desaparecido por completo, y me atrevo a pensar que para mañana ya no quedará ni rastro de ella.

-Me pareció que era la mejor forma de sacarte de ahí. Tenía que confundir a tus agresores de algún modo y actuar con decisión mientras les durase el shock, y no se me ocurrió mejor forma que adoptar el papel de novia posesiva.-Sonrió con un brillo astuto en sus ojos.- Los elfos varones son muy impresionables en ese sentido. La mayoría no están preparados emocionalmente para mantener una relación de ese tipo hasta que cumplen los 4 años élficos cómo mínimo, así que ya te puedes imaginar la impresión que debe causar la escenita de antes en ellos…

-No solo en ellos. A mí también me has dejado a cuadros con tu actuación.- Bromeo al tiempo que Kenlish se ríe con nerviosismo.- Y ahora, cambiando de tema… ¿Por qué me has ayudado?

Noto como me aprieta la mano por unos instantes, cómo si la pregunta la hubiera cogido por sorpresa. Me sonrojo al darme cuenta de que no nos hemos soltado en ningún momento, pero su tacto me parece tan agradable que no hago ningún intento por separarnos.

-No me gusta deberle favores a nadie… Estuve preguntando a los testigos del incidente con los libros y saqué mis propias conclusiones.- Baja la mirada al suelo. La oigo respirar entrecortadamente mientras espero que continúe.- No era broma lo que dije de que te llevaba buscando desde el final de las clases… Hay algo que quería decirte cuanto antes…

-¡Por Isnir! ¿Qué rayos está pasando aquí?- Mi corazón ha empezado a latir desbocado al recordar la gran cantidad de novelas que he leído hasta la fecha, porque esta situación en que me encuentro me recuerda a horrores a la típica en la que alguno de los protagonistas acaba confesando sus sentimientos a otra persona.- ¿Se me va a declarar? ¿Qué demonios…? ¡Wïlden, que el hombre eres tú! ¡Tendrías que ser tú quién se declare primero, no a la inversa! Espera, ¿Pero que siento yo por Kenlish? Es guapa y su piel es suave como el terciopelo pero de ahí a… ¡AAAAAAAH!

Kenlish  acaba de rodear mi brazo con los suyos, apretando su cuerpo contra el mío. El corazón me late tan rápido que estoy empezando a marearme, pero su contacto es tan cálido que ni tan siquiera me planteo intentar apartarla de mí. Sus labios se acercan a mi oído, provocándome un escalofrío por todo el cuerpo.

-Wïlden…

-¿S-sí?-No sé qué hacer con mis brazos. Noto como si me los hubieran atado al cuerpo con hilos invisibles. A mi lado una vara de hierro parecería hecha de gelatina.

-¿Hasta dónde llegarías…?

-¿Hasta dónde llegaría…? ¡Dime que no me está proponiendo…!

-¿Hasta dónde estarías dispuesto a llegar con tal de vengarte de aquellos que te hacen la vida imposible?

domingo, 27 de mayo de 2012

Previsión para próximos capítulos

¡Hola a todos, queridos lectores!

Primero que nada, he de comunicar que el staff de la página lamenta profundamente los retrasos acumulados con los siguientes capítulos de nuestra saga original "Relatos de Isnir", y consideramos que merecen una explicación.

Hace un par de semanas que nos encontramos en temporada de exámenes en los estudios que cursamos tanto Erain, como Fazermid y Antafi. Debido a ello, no hemos tenido tiempo de redactar los siguientes capítulos de Wïlden y Kenlish, pero prometemos estar de vuelta con el capítulo 2 y 3 a partir de la semana del 11 de junio de 2012.


Reiterando nuevamente nuestras disculpas, esperamos que nos sigan acompañando en este viaje que no ha hecho más que comenzar. ¡Nos vemos en breve, amigos! :)

martes, 8 de mayo de 2012

Relatos de Isnir. Capítulo 1


“La justicia es un dios y los dioses están muertos”

Quién pronunció esa frase nos conocía bien.  Supo ver a través de la fachada de pulcritud de la que presumen todos los elfos, atisbando la endiablada naturaleza de mi raza. Sin embargo, la historia de mi pueblo, de Isnir, recordaría a ese hombre como un criminal sin perdón y le inculparía de los más atroces crímenes cometidos desde el final de la anterior guerra.


Mi nombre es Wïlden. Soy estudiante de Cuarto curso de secundaria en el distrito 6 de la Ciudad-Escuela de Zedblorg, un conjunto de islas flotantes sobre el océano a poco más de tres horas de vuelo desde la capital del país, Eylissia. Tengo dieciséis años, según el cómputo de los humanos, y si antes he insinuado que los elfos somos una raza problemática es porque en verdad lo creo así.

Nací tres años después del inicio de la purga de humanos de la República, cuando ya no quedaba ni un solo miembro de dicha especie en ninguna de nuestras poblaciones.  Para ese entonces, la guerra se había saldado con la rendición de nuestros enemigos ante nuestro poder, aunque siguieron teniendo denegada la entrada al país mientras que a los elfos se nos prohibió salir y establecernos de nuevo en territorio humano.

Todo debería haber acabado en ese punto. Sin embargo, el resentimiento y las ansias de venganza del pueblo aún no se habían aplacado a pesar del derramamiento de sangre, y habían seguido buscando un chivo expiatorio a su odio tras el fin de la guerra. Y el blanco fueron aquellos que son cómo yo… Bueno, que sospecho son cómo yo.

Nunca llegué a conocer a mis padres. Los elfos, cómo raza, llegaron a la conclusión hace mucho tiempo de que la mejor forma de cultivar una sociedad perfecta es que el Estado se haga cargo de la educación de sus ciudadanos desde el momento justo en que empiezan a ser conscientes de sí mismos. Los padres pueden quedarse con sus retoños hasta que cumplen la edad de dos años humanos, momento en que se les asigna al cargo de uno de los muchos internados presentes en la Ciudad-Escuela de Zedblorg, donde me encuentro yo ahora. No se nos permite conocer a nuestros padres hasta que cumplimos los diez años de edad élfica, que son, si mal no recuerdo, unos cincuenta de los humanos. Por eso no sé si soy un híbrido de elfo y humano o simplemente tengo rasgos más toscos que mis compañeros de internado.

En parte he tenido suerte. La violencia se castiga severamente entre los estudiantes de la ciudad, y eso ha impedido que los que me odian puedan acosarme abiertamente en público. He podido saber que en el exterior de esta “prisión”, otros semi-elfos no han tenido tanta suerte y han acabado linchados en plena calle o asesinados en sus propias casas con sus parejas. Sólo porque alguien había creído que tenían sangre humana y que planeaban algún acto en venganza por la guerra. Pero eso no quita el hecho de que mi vida en Zedblorg es un maldito infierno cada día.

Al principio, todo se limitaba a alguna broma pesada en las comidas, algo típico entre los elfos que aún no han asimilado completamente la doctrina de cordialidad y respeto por el prójimo que se nos inculca. No obstante, conforme pasaba el tiempo, mis agresores se han ido volviendo más atrevidos y violentos. En una ocasión, me abordaron por la espalda cuando acababa de terminar mis actividades extraescolares y regresaba a la residencia, me taparon la cabeza con una bolsa y me propinaron una paliza durante varios minutos. No llegué a saber cuántos eran, pero sé que debieron de ser, como mínimo, dos personas, pues alguien me sujetaba mientras otro me agredía.  Tal premeditación demuestra que no se trata de un simple caso de “inadaptación de comportamiento”, pero mis profesores, cuidadores y demás adultos del campus a los que he recurrido hasta ahora, sostienen lo contrario.

“Eso son sólo bromas, Wïlden. Deberías aprender a ser más tolerante y no ser tan serio todo el tiempo”. Fueron las palabras del último profesor al que me quejé. Fue entonces cuando percibí que la mayoría de los que podían haber hecho algo por mí me miraban con el mismo desprecio que veía en muchos de mis compañeros de clase.
Y ahora mismo, vuelvo a estar en la misma situación de siempre. Anoche alguien entró en mi dormitorio y robó un trabajo de clases del que depende gran parte de mi nota en la asignatura en cuestión. Los ladrones habían dejado una nota diciendo que, si quería recuperarlo, debía ir a cierto lugar del campus del distrito antes de la entrada a clases del día siguiente, justo tras el desayuno. No me quedó más remedio que acudir, ya que no podía contar con la ayuda de ningún profesor que intercediera por mí, dados los precedentes, y de haber aparecido alguno, seguramente mi trabajo se habría ido directo a la trituradora antes de poder siquiera tenerlo ante mí…



-Mira que es rarito este chico. No sé si es que le gusta que le humillen o es demasiado estúpido para darse cuenta de lo que pasa a su alrededor.- Comenta uno de los matones que me han tendido la encerrona, luego de haber estado torturándome durante varios minutos en una arboleda del parque central del campus.  

-Yo voto por lo segundo, pero ahora mi duda es si es estúpido por tener sangre humana o porque los golpes que ha recibido le han dejado lelo.- Le responde otro de ellos, echándose a reír a coro con sus amigotes al tiempo que me tiran encima el trabajo que me han robado.- ¿Y tú qué opinas, Wïlden? Sácanos de dudas, ¿necesitas que te ayudemos a aprender la lección más a menudo? Ya sabes que cómo somos compañeros, nuestro interés es ayudarte a que te la aprendas rápido.

Aprieto dientes y puños en un intento por controlar mi lengua para no responderles. Sé que ya se han aburrido de divertirse a mi costa y que me dejarán en paz, por ahora, en unos minutos. Mi prioridad ahora mismo es la de conservar el trabajo intacto para la clase, no puedo arriesgarme a provocarles y que lo destrocen ante mis propias narices.

-Creo que lo has dejado tonto del todo, Dragamsel. – Añade otro en respuesta al que se ha burlado de mí.- Parece que ya no es capaz ni de hablar de los golpes que le has dado en la cabeza.

-¡Bah! Tanto da, a fin de cuentas tampoco es que hable mucho estando en clases.- Dragamsel se da la vuelta y empieza a alejarse de mí, seguido de cerca por su grupito de compinches.- Venga, vámonos. Me hace falta beber algo antes de entrar hoy. Tanto “ejercicio” da sed.

Oigo como las risotadas se van alejando de mí y me arriesgo a recoger mi trabajo para comprobar que esté en perfectas condiciones. Por suerte, parece que no tiene ningún desperfecto, lo que me hace sentirme aliviado por unos momentos, hasta que noto un dolor en el pecho que me hace toser sangre sobre mi mano libre. Me recuesto contra un árbol con la intención de descansar unos minutos mientras examino mi estado físico.

Los golpes que me propina Dragamsel son los más dañinos de todos, y hace un tiempo que estoy empezando a intuir la razón. Los elfos tenemos la capacidad innata de usar unas “habilidades especiales” similares a la magia. En realidad, esa magia se corresponde con la capacidad de manipular el elemento interno natural del individuo a voluntad. Cuenta la leyenda que hace eones había seis tipos de usuarios elementales: Agua, Tierra, Viento, Fuego, Luz y Oscuridad. Pero ahora los elfos únicamente nacen con la capacidad de usar, o bien el Viento, o bien la Luz.

Nadie sabe del todo el porqué, pero la teoría más extendida es que, si eres un elfo puro o sin rastro de sangre humana en tus tres generaciones predecesoras, tendrás más probabilidades de ser un usuario de Luz, mientras que de lo contrario, lo más seguro es que seas un usuario de Viento. Y a juzgar por la fuerza de Dragamsel, estoy por jurar que él ha comenzado a despertar sus habilidades de Viento. Si logra despertarlas por completo antes de que los profesores se den cuenta, moriré por accidente en una de sus frecuentes palizas, antes de que lo trasladen al Centro de Adiestramiento de Usuarios Elementales.

Me incorporo cómo buenamente puedo y sacudo la suciedad de mi ropa. Me duele todo el cuerpo y noto mis músculos entumecidos, así como que debo de tener algún nuevo cardenal bajo la ropa. El médico de la escuela ya me da por un caso perdido, y hace tiempo que ha dejado de prestarme atención cuando acudo a la enfermería. Se limita a darme algún medicamento para el dolor y a despacharme lo más rápido que puede.

Quedan diez minutos para que la campana de la escuela anuncie el inicio de las clases, y tengo que recorrer casi un kilómetro y medio en ese tiempo si quiero llegar a tiempo. Guardo el trabajo en mi mochila, que se me ha caído al suelo mientras me golpeaban, y salgo corriendo mientras la cuelgo en bandolera a mi espalda.

No lo he dicho hasta ahora, pero una de las principales razones de que últimamente mis acosadores hayan tenido que recurrir a los chantajes para poder atraparme es que soy, desde hace un tiempo, el más rápido de mi curso. Por supuesto, si Dragansel pudiera controlar su poder al completo, no tendría modo alguno de eludirle,  pero cómo parece ser que por ahora sólo es capaz de aplicar sus habilidades a sus manos, estoy a salvo siempre que no me quede quieto. Pero, cómo es evidente, muchas veces la posibilidad de salir corriendo no está en mi mano.

Cruzo el parque como una exhalación, sorteando a los otros estudiantes que van camino de la escuela, y logro entrar en el edificio a falta de dos minutos para que toque el timbre. No es mi mejor marca para esas distancias, pero en mi condición es todo un logro.

-Apresúrate chico, o vas a llegar tarde a la primera hora.- Me suelta el conserje, que vigila muy serio a los estudiantes rezagados que se apresuran por el camino desde las residencias.

Tras recuperar el aliento unos instantes, empiezo a recorrer los pasillos en dirección a mi aula y tomo asiento junto a la ventana en el mismo instante en que suena el reloj de la escuela. El profesor llega apenas un minuto más tarde y ya para ese entonces toda la clase está en sus asientos y en un perfecto silencio, como cabría esperar.

-Bien, chicos. ¡Buenos días! Confío en que todos hayan hecho sus deberes de ayer.- El profesor nos mira con ojos de lince, a la caza de algún cambio en los rostros de sus alumnos que delate a un posible infractor, sin éxito.- Bien, vamos a proseguir donde lo dejamos ayer. Abrid los libros por…


El reloj anuncia el medio día y el descanso para comer. Ya mi cuerpo se encuentra casi recuperado de los golpes de esta mañana, y lo celebro en silencio mientras recojo mis cosas antes de ir al comedor a por el rancho del día. De haber sido otro, probablemente habría dejado el material en el aula, pero en mi caso, más me vale desconfiar incluso de mi propia sombra.


Ya que el Estado es quién se hace cargo de nosotros, la hora del almuerzo es un deber sagrado y obligatorio para todo estudiante, puesto que no tenemos ninguna otra forma de alimentarnos. Todos, sin falta, acaban haciendo cola en el comedor para recibir su bandeja con la comida del día, aunque no existe ninguna norma que nos obligue a comer ahí mismo. Podemos hacerlo en cualquier rincón del colegio siempre y cuando acabemos devolviendo todos los utensilios al comedor al terminar, y yo me vengo aprovechando de ese “vacío legal” desde hace tiempo, todo sea por poder comer tranquilo y lejos de ataques a traición.

Estando haciendo cola para recibir mis sustento diario, no puedo evitar fijarme en la barandilla del pasillo superior. Un par de chicas de otra clase han dejado una pequeña pila de libros en el borde, en un delicado equilibrio que desafía la gravedad a punto de caerse. En un momento concreto, una de sus compañeras les hace un leve gesto con la cabeza desde el piso inferior y la tonga cae al vacío sin que ellas muevan un solo dedo.

Ya he visto esa broma otras veces, puesto que las he sufrido en carnes propias alguna que otra. Utilizan poderes de Viento para romper el equilibrio de la pila de libros y, al haberlos dispuesto en unos ángulos perfectamente estudiados de antemano, estos caen sobre su víctima golpeándolos de canto. Huelga decir que el golpe duele más o menos según el libro que te arrojen, pero puedo asegurar que más de una vez han tenido que dar puntos de sutura por las heridas a más de uno. Y dado que nadie los ha “tocado” para que caigan, todo el profesorado lo interpreta como “desgraciados accidentes”.

Esta vez los libros han caído a plomo, como de costumbre. Pero los artífices de la broma parecen haber hecho mal sus cálculos, pues sólo un par de libros llega a golpear a su objetivo: una chica de mi mismo pasillo llamada Kenlish. Pelo negro, largo y sedoso; de apariencia más delicada aún que la mayoría de las elfas del colegio y con fama de ser una auténtica cerebrito, a la par que excéntrica. Tiene fama de ser también una de las más diestras en el control de sus emociones, y en estos momentos lo demuestra al seguir su camino sin inmutarse a pesar de que uno de los libros le ha hecho una pequeña herida en una ceja. Las pequeñas gotas de sangre que manchan el suelo junto a los libros son buena prueba de ello.

Observo cómo se aleja hacia las escaleras que llevan al piso superior y no puedo evitar sentirme admirado. Ni aún yo, con toda la tolerancia al dolor que he adquirido con los años, sería capaz de no detenerme con un golpe tan violento cargando con una bandeja en las manos. Sin duda, debe de ser esa actitud de superioridad lo que debe de haber ocasionado el ataque, pero dado que no estamos en la misma clase, sólo puedo especular.

Unos minutos más tarde, subo las escaleras de camino a mi rincón secreto, donde siempre acudo en la hora del almuerzo o en los ratos libres cuando no quiero que nadie me encuentre. Es una pequeña sala de estudio a la que la mayoría de estudiantes prefieren no acercarse mientras no haya exámenes finales, de modo que durante el resto del curso suelo estar sólo en ella. Pero esta vez, las cosas resultan ser distintas…

En cuanto abro la puerta de la habitación veo que hay alguien sentado en una de las mesas del fondo, la más alejada de la ventana. Puedo oír cómo solloza mientras trata de limpiar la sangre que brota de su cabeza con ayuda de unas servilletas y me estremezco al darme cuenta de que se trata de Kenlish. La impresión que me he llevado es demasiado fuerte, hasta ahora nunca había visto llorar a una chica y no es que me guste la experiencia precisamente. La imagen que he tenido antes de su fortaleza se ha hecho añicos nada más verla en ese estado, y me hace sentir una profunda lástima por ella.

Sin embargo, sé que sería una estupidez quedarme en esta habitación ahora, de modo que me doy la vuelta para salir cuando mis zapatos del uniforme chirrían al girarme. El sonido parece haber sobresaltado a Kenlish, porque a mi espalda oigo como una silla cae bruscamente al suelo. Suelto una maldición por lo bajo mientras giro la cabeza para poder ver lo que hace.

-¡¿Tú también has venido a reírte de mí?!- Me grita con furia mientras sostiene la servilleta ensangrentada en su mano. Sus ojos siguen anegados de lágrimas, y algunas le caen por las mejillas a pesar de su intento por contenerlas ahora que se sabe descubierta.- ¿Me has seguido para poder contarles a los demás que me he derrumbado, es eso? ¿Tanto te satisface poder decir que la “Soberbia Kenlish” también puede llorar? ¡Pues bien, lárgate a pregonarlo por ahí, me da igual! ¡Me tenéis enferma, todos y cada uno de vosotros! ¡Por mí podéis iros todos al infierno con vuestra inmadurez, vuestros prejuicios y toda esa hipocresía que lleváis dentro!

-Esto…- Termino de volverme hacia ella y me quedo observándola sin saber que decir. La herida de su rostro sigue soltando sangre y parece que esté hinchándose, pero Kenlish está tan alterada que no parece darse cuenta de esto último.

-¿Qué? ¡Sí vas a decirme algo hazlo de una vez!

-Yo…Creo que deberías dejarme curarte esa herida. Se te está hinchando y podría infectarse si te limitas a limpiar la sangre con una servilleta de papel.- Me acerco a una de las mesas y deposito mi bandeja antes de dirigirme hacia un armario que hay junto a la entrada.- No me malinterpretes, es sólo que si no te la tratas ahora se te formará cicatriz y eso en una chica quedaría feo…

-Ahórrate el discurso, no voy a darte el placer ni la oportunidad de que me tires alcohol en un ojo.- Se dirige hacia donde ha dejado su bandeja y hace ademan de cogerla para irse.- No voy a caer en la misma trampa dos veces, esa jugada de intentar aparentar arrepentimiento ya me la han hecho en el pasado.

Respiro hondo y me interpongo en su camino con los brazos extendidos, sujetando en una mano unas gasas y en la otra un desinfectante cutáneo. Kenlish me examina concienzudamente, mostrando claros síntomas de lógica desconfianza hacia mí.

-Apártate.

-No. A menos que tengas intención de ir a la enfermería, no me moveré de aquí. Y no parece que esas sean tus intenciones, puesto que habías decidido refugiarte aquí.

-¿Y se puede saber quién demonios eres tú para que preocuparte tanto? Hasta ahora los únicos que se interesan por mí son aquellos que quieren hacerme más daño.

-Te estoy ofreciendo mi ayuda porque sé lo que es que te ataquen de esa forma con intención de humillarte y ponerte en evidencia ante otros.- Bajo los brazos y observo cómo una gota carmesí se desliza por su mejilla, sintiendo sus penetrantes ojos castaños fijos en los míos.- Aunque tienes razón, al final es decisión tuya curarte o no.  Creo que voy a volver a guardar esto por si alguna vez me hace falta a mí mismo…

-Espera.- La voz de Kenlish parece ahora más relajada, como si hubiera cedido algún impulso que la obligara a estar a la defensiva hasta entonces.- Creo que sé quién eres, así que voy a dejar que me ayudes con la herida. Perdóname por haber sido tan antipática.

-No te preocupes, no me has ofendido.- Es la verdad. Comparado a lo que suelen soltarme aquellos que si me ofenden, lo de esta chica ha sido completamente agradable.- Siéntate para que pueda limpiarte bien la herida… Y a todo esto, ¿has dicho que sabes quién soy?

-Ajá.- Kenlish deja su bandeja en la mesa y nos sentamos frente a frente. Empiezo a limpiarle la sangre con cuidado mientras ella habla.- Wilden de la clase 1.F. Tu nombre circula bastante a menudo por el colegio, especialmente en nuestro pasillo. ¿Es cierto lo que dicen que eres medio humano?

-Si así fuera, ¿Te supondría algún problema?- Le respondo en un tono tan brusco que me sorprende hasta a mí.

-En absoluto. En todo caso me agradarías muchísimo más que la mayoría de elfos de sangre más “pura” que hay en este campus. Además…-Responde deprisa, cómo si se hubiera dado cuenta de que ha tocado un tema espinoso.- Sabiendo por lo que has debido de pasar todo este tiempo, creo que serías la única persona capaz de comprenderme mínimamente, al haber sufrido el desprecio del mundo igual que yo.

-Me sorprende que haya alguien en esta escuela que pueda tener algo más que un roce puntual contigo. Tenía entendido que eras de las elfas más sobresalientes de toda la escuela.- Ya he limpiado la sangre de su rostro y empiezo a desinfectársela con cuidado.

Kenlish esboza una sonrisa cansada, cómo si las fuerzas le flaquearan al oír hablar de ese tema.

-Eso es cierto sólo hasta el punto en que yo misma no busco problemas con nadie. Pero parece ser que se ha difundido el rumor de que soy de sangre pura. Las otras chicas de la escuela ya me tenían odio por ser la única elfa de la clase 1-A, así que desde hace un tiempo la posibilidad de que además sea una usuaria de Luz les debe de estar corroyendo las entrañas. ¡Au!

-¡Lo siento! Debí avisarte de que iba a empezar con el desinfectante.- Me disculpo apresuradamente. En parte he entendido el problema de Kenlish, y ha sido por estar imaginándolo todo en mi cabeza que he acabado aplicando alcohol directamente sobre la herida en lugar de humedecer las gasas.

Todos los elfos de nuestra escuela tenemos la misma edad y acudimos al mismo curso, Segundo de Secundaria Media. La clasificación de los estudiantes en jerarquías se basa en la letra y el piso en el que se encuentra su aula, siendo los del piso 1 los superiores de los del 2 y los de las primeras letras del abecedario los de mayor rango. Visto de esta forma, que Kenlish sea la única chica del aula 1-A implica que está rodeada de los elfos más “capaces” de nuestra generación, es decir, los que mejores calificaciones obtienen, así que su razonamiento sobre los motivos por los que puedan odiarla todas las demás elfas es bastante acertado.

-Parece ser que somos los chivos expiatorios de todas las frustraciones de la escuela, aunque sea por motivos completamente opuestos.- La herida ya está desinfectada y le estoy aplicando un poco de cicatrizante.- En el fondo somos iguales.

Kenlish adopta una mirada inquisitiva, estudiando mi rostro en profundidad, como si quisiera comprobar con sus propios ojos lo que acabo de afirmar. No pronuncia ninguna otra palabra hasta que le estoy colocando una pequeña tirita para ocultar la herida, momento en que me detiene la mano con un suave movimiento de muñeca.

-No, no la tapes. Si la oculto sería igual que reconocer que me avergüenzo de ella, y prefiero morirme antes que darles a esas arpías la satisfacción de saber que me han herido el orgullo.- Su voz de repente ha sonado muy madura y confiada, algo que me confunde completamente, pues tan solo unos minutos antes parecía estar completamente derrotada anímicamente.- Gracias por ayudarme, Wïlden.

-No hay de qué…-Replico al tiempo que me aparto de ella para que pueda incorporarse. Kenlish recoge su bandeja y empieza a caminar hacia la puerta.- ¿Te vas ya?

-Sí. Llegué aquí inconscientemente cuando intentaba ocultar el dolor, pero tú en cambio parece ser que vienes a menudo, así que voy a respetar la intimidad de tu santuario ahora que ya estoy mejor. Te agradezco tus cuidados.- Se voltea hacia mí y me dedica una sonrisa de gratitud que hasta ahora nunca le había visto a nadie. Oigo como se ríe por lo bajo cuando aparto la mirada, turbado.

-Es cierto que éste es mi refugio especial, pero no me importa compartirlo para comer algún día… Además, hoy tú has llegado aquí antes que yo, así que el que debería irse…

-No, no, no. Está bien así. Tengo mi propio rincón especial para los almuerzos, y necesito pensar un poco en mis cosas.- Abre la puerta y pone un pie fuera, pero se detiene antes de cruzar del todo, como si quisiera añadir algo a la conversación antes de marcharse.- Wïlden, sobre lo que dijiste antes… Eso de que somos iguales… Quizás seamos muy parecidos, pero no somos iguales.

-Bueno, si dejamos de lado que eres una elfa y yo un elfo, si lo somos.- El comentario me sale solo, sin pensar. No he pretendido ser gracioso, pero Kenlish parece haberlo encontrado divertido, porque durante unos segundos la escucho reír, aunque enseguida se recompone y me dedica una mirada apenada, lo que me confunde aún más.

-Pareces ser una buena persona. Y es por eso que no te veo capaz de tener los mismos pensamientos que tengo yo.- Termina de cruzar el umbral y se vuelve hacia mí desde el pasillo, dedicándome un breve saludo con una mano.- Espero que podamos volver a hablar algún día. ¡Cuídate!

Se aleja por el pasillo mientras yo camino lentamente hacia la entrada de la habitación. Al asomarme, puedo ver su elegante figura alejándose orgullosamente y por un momento siento curiosidad. No por ella en sí, sino por lo que acaba de pasar.

-¿Qué ha sido esa sensación que he tenido?-Me pregunto al tiempo que veo a Kenlish perderse de mi vista al doblar un recodo del pasillo. Tengo una extraña satisfacción recorriendo mi cuerpo, pintando una extraña sonrisa en mi rostro aunque trate de mantenerme sereno cómo siempre.- ¿Será esto a lo que llaman…Amistad?

Y es que, aunque haya sido tan sólo por unos pocos minutos, he podido sentir que tenía una amiga. Mi primera amiga. En toda mi vida.

lunes, 23 de abril de 2012

Prólogo: Aislamiento

Las campanas de la torre del reloj anunciaban la medianoche en la ciudad de Eylissia. Congregada a los pies del edificio, una multitud enardecida clamaba a gritos que sus líderes se pronunciasen sobre el asesinato de un  conciudadano a manos de extranjeros, días atrás.

En el interior, el ambiente era de tensión. Los gritos de furia que se elevaban en la calle no alcanzaban a oírse en la sala del pleno, donde trescientos setenta hombres y mujeres llevaban encerrados desde hacía varios días debatiendo las medidas que debían adoptarse ante la afrenta que había agitado a la Nación entera cómo si de un avispero se tratase.

El  asesinato venía a confirmar la complicada situación de las relaciones diplomáticas con los países vecinos, en deterioro desde hacía ya varios años. Una sucesión de desgraciados incidentes habían provocado que el pueblo se movilizase desde hacía varios meses para presionar al Gobierno y a las Cortes a tomar medidas más firmes a la hora de hacerse respetar como Estado en el exterior, y esa noche, la cita con dichas pretensiones era inaplazable.

-Señorías, ya no podemos retrasar más el momento de la votación.- Intervino el Presidente de la Cámara haciéndose oír por encima de los airados murmullos que resonaban en el hemiciclo. En apenas unos segundos, toda la sala se había sumido en un tenso silencio, a la espera de que su moderador prosiguiera.- Llevamos varios días aquí encerrados debatiendo la mejor solución a la crisis que se nos ha planteado, y no creo que vayamos a lograr mayores avances por volver a revisar los hechos por trigésimo cuarta vez.

Un apagado murmullo de afirmación siguió a esas palabras. La mayoría de los allí presentes demostraban claras muestras de cansancio y estrés en sus rostros. Era evidente que estaban deseando poder dar por terminada esa inacabable sesión e irse de regreso a sus hogares, pero la trascendencia del momento y el peso de la responsabilidad en sus consciencias les habían impedido tomar una decisión que podría ser fatídica para todos si no la hubieran meditado a conciencia.

- Es hora de que nos pronunciemos en algún sentido. Ha llegado el momento de votar la propuesta que nos remite el Gobierno y que nos exigen nuestros ciudadanos. Que la gracia de Isnir nos acompañe en esta ardua decisión.

Los políticos fueron pulsando uno de los dos diminutos botones que tenían ante su asiento en el hemiciclo, pronunciándose uno tras otro a favor o en contra de la propuesta que debían considerar. Pocos minutos más tarde, ya toda la sala había emitido su voto y una máquina de recuento ofrecía el resultado en una pantalla situada tras el estrado de la mesa presidencial: Trescientos sesenta y seis votos a favor. Sólo cuatro en contra. Ninguna abstención.

Los asistentes contuvieron el aliento mientras el ambiente se tensaba a  espera de que el Presidente de la Cámara declarara de forma oficial la decisión que se había tomado por tan aplastante mayoría. El hombre retiró de su rostro los anteojos que había portado hasta entonces y los depositó con manos temblorosas ante sí, encima de los papeles de la propuesta que les habían remitido al inicio de aquellas largas jornadas. Aquél era un momento histórico, y a él le correspondía anunciar oficialmente lo que más tarde el Presidente de la República habría de comunicar a la Nación.

-Por trescientos sesenta y seis votos a favor y cuatro en contra, se aprueba la petición del Gobierno y autorizamos el Estado de Guerra. Los elfos de la República Democrática de Isnir cortarán todo tipo de relaciones con los Estados Humanos de Zeravla. Todo humano presente en territorio nacional será expulsado con efecto inmediato, sin excepción alguna. Así mismo, se declara a cualquier miembro de dicha raza persona non grata en la República y serán sometidos a proceso penal por crímenes de guerra todos aquellos que persistan en su intento por entrar y/o permanecer en la misma transcurridos diez días naturales a la publicación del acta de ésta sesión.

Al día siguiente, el Presidente de la República firmaba la declaración formal de Guerra contra los Humanos, casi al mismo tiempo en que se comunicaba a los detenidos por el asesinato su orden de ejecución pública. Todos sus congéneres empezaron a ser detenidos sistemáticamente en todas las poblaciones del territorio y trasladados hasta las fronteras mientras numerosas divisiones del ejército élfico se movilizaban hacia las mismas.

El día de la ejecución, cuatro hombres fueron escoltados por la guardia de Eylissia hasta la plaza mayor, donde se había preparado un cadalso para cada uno de los condenados. La misma muchedumbre que días antes clamaba venganza por las afrentas de aquellas personas se había congregado en la misma, y vociferaba insultos y juramentos hacía los asesinos al tiempo que los verdugos pasaban el lazo de la horca por sus cabezas.

Tres de ellos lloraban suplicando clemencia y clamando por su inocencia, pero el cuarto hombre permanecía sereno y solemne mientras se leía en alto la sentencia que les condenaba a morir. No pronunció palabra alguna hasta que se hubo leído la última línea, y sólo cuando los verdugos se disponían a accionar las palancas que habrían de dejar su cuerpo colgando del vacío, pronunció la frase con la que exhalaría su último aliento:

-La justicia es un dios, y los dioses están muertos.

Momentos más tarde, su cadáver colgaba inerte de la soga que llevaba al cuello, con un silencio sepulcral ocupando la plaza. Había empezado la Era del Aislamiento.

Feliz Día del Libro

Hoy es 23 de abril, Día del Libro en España. Hoy, particularmente, es un día en que los escritores podemos sentirnos un poco más a  gusto con nuestra labor, porque es también nuestro día aunque se celebre en honor a nuestros "pequeños". Y es que ver terminada una historia, un relato, o cualquier otro tipo de escrito, es lo más parecido que se puede sentir a ser padre-madre en lo que respecta a ver cómo se gesta, crece y finalmente acaba viendo la luz.

Hace tiempo que no les traemos ningún escrito de trascendencia importante, debido a que hemos querido esperar a saber cual es la tendencia de nuestros lectores en cuanto a géneros literarios para poder acomodarnos a sus gustos. Pero hoy están de enhorabuena, se han acabado las esperas.

En breve tendremos revisado el texto del que será Prólogo de una nueva serie de relatos, todos ellos siguiendo un hilo argumental común y que será publicado semanalmente en el Blog. ¿Y qué mejor forma de comenzar una nueva serie que haciéndolo el mismo día en que se festeja la existencia de toda obra escrita?

Estén atentos. Esperamos no les defraude :)

domingo, 25 de marzo de 2012

Sobre la encuesta

¡Hola, queridos lectores! :)

Si nos vienes siguiendo desde el inicio de este blog, sin duda habrás notado la presencia de una encuesta sobre gustos literarios en la esquina superior izquierda del mismo... Pues bien, aprovecho para deciros que el propósito de la misma es el de indagar un poco más sobre los gustos de quienes nos visitan en materia de libros. 

te pedimos, que, por favor, emitas tu voto en al menos una de las opciones que te indicamos en la misma. pero si notas que falta algún subgénero (no tema) en la misma, por favor, indícanos el nombre comentando en esta entrada y lo incluiremos lo antes posible. ¡Gracias!

jueves, 22 de marzo de 2012

Avance informativo

¿Alguna vez te has planteado cómo sería la vida en los cielos? Seguro que sí. Con las películas de Hollywood, los videojuegos futuristas y/o de fantasía, cómics y novelas, es bastante difícil no haberlo pensado nunca. Más si tenemos en cuenta que el deseo de volar ha sido siempre un profundo sueño del ser humano.

Cito ahora, más en concreto, la afamada película de ciencia ficción AVATAR, de James Cameron. Sobre esta película se ha escrito mucho, pero... ¿recuerdan esa escena de la película con los enormes peñascos flotando alrededor del transporte de los humanos?


¿No les gustaría poder vivir en alguna de ellas? Poder salir de casa y ver el suelo a tus pies... Sin duda más de uno sentiría vértigo, o bien argumentaría que no tiene mucho sentido porque está apartado de todo... Pero, ¿Y si pudieras desplazarte por el aire como quien coge un coche para dar un paseo? ¿Y si, en efecto, pudieras vivir en esas montañas que ves en la imagen o algún lugar similar?

Intrigante, ¿no creen? Les dejaré ir pensando en el sentido de esta entrada. Próximamente, volveré con más cosas para ustedes, pero por ahora, les invito a que dejen flotar su imaginación... Volad libres por el cielo de vuestra mente. ^^