Sopla un viento cálido, procedente del mar. Hace rato que
me he alejado del ciprés y me he sentado en la loma de la colina donde se alza,
alzando mi vista al cielo donde ya brillan tres estrellas conjuntamente con la
luna llena. Por más que ya vislumbre la razón de esa noche sin estrellas, no
puedo dejar de sentir cierta lástima por lo hermosa que se vería la noche con
el cielo plagado de estrellas, constelaciones que relacionan entre sí todos los
entresijos de puntos brillantes que se agolparían sobre mi cabeza al alzar la
vista.
A lo lejos, diviso el bosque de la
Serenidad, en el camino que queda a mi mano siniestra. A mi diestra, la
explanada se sigue extendiendo allende las montañas que cortan con su silueta
oscura el cielo en el horizonte.
La brisa remueve mi cabello
ligeramente y mis alas se hinchan al recibir un soplo favorable, dándome ganas
de alzar el vuelo por un rato. Pero sé que no podré volar tanto en cuanto no
tenga la llave que he venido a buscar.
Mis pensamientos discurren entonces
entorno a mi guía perdido. He perdido la cuenta de cuánto hace que Dawn se
separó de mí y me sorprendo a mi mismo echándola de menos por momentos. Aunque
apenas había llegado a conocerla ligeramente, el hada, con su sola presencia,
el sonido de su voz o quizás fuera su aroma místico, conseguía liberarme, por
unos momentos, de esa angustia que me ha pesado en la mente desde el momento en
que, como pude comprobar al evocar el recuerdo almacenado en el ciprés, me
persigue desde que Edén me desterrase de esas tierras. Y condenase mi memoria
al olvido, quizás para siempre.
Sigue siendo una incógnita para mí
quién sería la otra voz que rememoré al salir del Bosque de la Serenidad. Sí he
podido llegar a relacionar la otra voz, la que abogó en mi defensa durante aquél
momento, con la de Edén. Pero la otra, en cambio, aún se me escapa.
-“En alguno de esos árboles que se
hayan dispersos en esta pradera debe de estar encerrada la identidad de esa
persona... o puede que se encuentre en alguna etapa posterior a la fuente que
mencionó Dawn... Quizás debería ponerme en movimiento y seguir buscando mis
recuerdos perdidos...”
Por mi mente se pasa también la
posibilidad, nunca descabellada, de intentar localizar al hada, aunque algo en
mi interior me dice que no la encontraría a menos que ella misma quisiera que
la encontrase. Y es que, las criaturas como ella son tan fluctuantes como un
río, capaz de ser tranquilo por momentos y agradable para bañarse en sus aguas
y otras tan agitado y traicionero que engulle a quien osa acercarse a su
orilla.
- Y sin embargo, su mirada parecía
pedir a gritos una mano amiga que la aliviase un poco de su carga...
Con un suspiro que sigue a mi propia
declaración, echo a andar ladera abajo. Paso firme, sin vacilar, mi mente
divaga en mi propio mundo una vez más mientras mis pies, casi como si tuvieran
vida propia, me llevan a través de esos campos mágicos hacia mi destino.
El olor a hierba humedecida por el
sereno nocturno embriaga mi olfato, y el lento y acompasado vaivén de las copas
del bosque que se extiende en los límites de los campos, genera en mi una
sensación de hipnotismo demencial del que muy difícilmente puedo zafarme, y es
que en el fondo, esa sensación es muy atractiva, tan liberadora, tan relajante,
que se hace de querer.
Camino en esos momentos por un campo
de flores bastante peculiares. Su capullo se abre y se cierra acompasadamente,
como si captara la luz de la luna y las estrellas y la condensara en pequeños
ramilletes de luz iridiscente al estar cerradas y las liberase como pequeñas
luciérnagas al cielo nocturno al abrirse. El manto de flores se extiende a lo
largo de varias colinas, por lo que puedo percibir al subirme a una de ellas.
Contemplo embelesado el paisaje,
disfrutando de esa calma tan apacible, cuando un movimiento en la periferia de
mi mirada me hace volverme hacia ese punto. Una joven, vestida de negro y con
el traje hecho trizas en varios puntos del mismo, sobre todo en los que
corresponden a los bajos del traje y las mangas, me observa desde el pie de la
colina, algo boquiabierta.
El intercambio de miradas no dura
mucho, pues ella aparta la vista, visiblemente sonrojada, al toparse mis ojos
con los suyos. El gesto hace que asome a mis labios una sonrisa, no muy
pronunciada, de afecto. Bajo la colina con tranquilidad y llego a su lado un
poco después, cuando ella parecía ya dispuesta a adentrarse en los campos.
- Buenas noches, señorita. – Saludo
lo más cordial que puedo. Es la primera persona que veo en esas tierras, si
exceptúo a Dawn.
-Em... Hola.- Parece aún más sonrojada
aún si cabe, cómo si en verdad el hecho de estar hablando conmigo le pareciera
algo inusual o fuera de lugar.
- ¿Estás haciendo el trayecto hacia
la fuente de las montañas o vas de vuelta al castillo, por casualidad?
-Esto... ¿Perdona?
Mentalmente, me planteo que debe de
estar pasándose por la cabeza de esa joven para estar tan turbada. Es evidente
que algo en mi la desorienta, de modo que decido ser un poco más suave en el
trato y no entrar al grano hasta que la chica se calme lo suficiente como para
recuperar su cordura.
-Perdona, no me he presentado. Mi
nombre es Sunset.
-Esto... Verás, yo... Tengo un
pequeño problema... Resulta que, no me preguntes como, me... Verás yo estaba
yendo de camino a visitar a unos parientes que viven en otra ciudad, pero por
el camino, me equivoqué de camino y, sin comerlo ni beberlo, acabé ante ese
castillo tan raro que hay ahí atrás, luego de pasar el bosque no sé si sabes de
lo que hablo.- Me señala la dirección en la que queda el castillo, gesto
redundante que no hace más que confirmar mis sospechas de que la pobre es un
puro manojo de nervios en ese momento, pues habla tan rápido que apenas logro
enterarme de lo que me dice.- Y bueno... al tratar de atravesar el bosque para
salir de nuevo hacia mi casa me desmayé... y el caso es que, te vas a reír,
pero el cómo llegué aquí es lo último y único de lo que me acuerdo, porque ya,
sinceramente, no recuerdo ni mi nombre... Y lo de que me desmayé lo supongo,
porque desperté en medio del bosque y ya hasta ahí llego...
Se me debe de haber quedado cara de
treinta y tres, porque ahora me mira de forma extraña, como si al que le pasara
algo raro fuera a mi mismo.
-¿Em... Está bien señor ángel?
-Solamente un poco en shock por lo
que acabas de soltar en solo un minuto. Y lo de señor, sobra. Llámame Sunset.
-Entendido.
-Vamos a ver si lo he pillado todo:
Te has perdido y has acabado aquí sin saber cómo. Y encima, has perdido la
memoria por completo, ¿no?
-Sí, creo que podríamos decir que
sí.- Esa postura de estárselo pensando no me da muy buena espina sobre sus
cualidades mentales actuales.
Respiro hondo. Sería una
irresponsabilidad dejar a la pobre en su situación actual vagando por esas
tierras sin compañía. De modo que tomo una decisión.
-Mira, vamos a hacer una cosa. Tal
como estás, no creo que puedas encontrar el camino de regreso sola, de modo
que, si no te importa, voy a acompañarte, al menos hasta que logres recordar
algo de ti misma y juzgue que estas capacitada para valerte por ti misma,
¿hace?
-De acuerdo. Iré contigo, pero te
aviso que me distraigo con bastante facilidad...
-“No, si eso ya lo veo desde
aquí...”- Rápidamente sacudo esa idea de mi cabeza.-Estoy buscando la forma de
entrar al castillo, estoy seguro que ahí podremos ver cómo ayudarte... Y hasta
que recuperes tu nombre... Te llamaré “Perdida”