viernes, 15 de junio de 2012

cambio en las publicaciones

Hola a todos, en primer lugar queremos darles las gracias por seguirnos tan fervientemente durante todos estos meses, nuestro proyecto de darnos a conocer va por buen camino y nunca lo habríamos logrado sin su ayuda. Aunque desde el mes pasado no podamos seguir con el ritmo que nos gustaría, siempre notamos que ustedes están ahí, al otro lado de la pantalla del ordenador o del móvil, leyendo nuestras historias y asegurándose de estar actualizados por cualquier novedad que les comentemos.

A todo esto queremos notificarles que aunque estemos saturados de trabajo y no tengamos tiempo ni para comer (sí, a veces pasa; y seguro a alguno también lo ha sentido alguna vez en su vida), a partir de hoy vamos a traerles un capítulo bisemanal de esta historia que tenemos en marcha y que ha recogido bastante importancia las ultimas semanas.

Nuevamente gracias a todos y por favor, sigan visitándonos como hasta ahora. Su presencia es muy querida y apreciada para nosotros pues nos sirve para proyectos futuros ademas de darnos esperanzas y ánimos para seguir escribiendo todas estas historias que hasta la fecha no tienen CASI ningún comentario despectivo que nos haga dudar de su favoritismo y calidad.

Recuerden, a partir de este día 15 de Junio las publicaciones de los capítulos de "Relatos de Isnir" se colgarán cada dos semanas aproximadamente. ¡¡Un saludo bien grande a todos y gracias otra vez!!

lunes, 4 de junio de 2012

Relatos de Isnir. Capítulo 2


“Mi primera amiga”

Ese pensamiento me sigue rondando la cabeza. No logro apartar mi mente de lo que ha pasado con Kenlish, por mucho que me repita a mí mismo que ese encuentro no ha significado nada, o aún volcando toda mi fuerza de voluntad para concentrarme en la comida. Esa simple palabra, “amiga”, es una melodía que no para de sonar aunque intente ignorarla.

-Deja de soñar despierto, Wïlden. ¿Amigos tú y ella? ¡Ja!- Suelto una carcajada sin darme cuenta, dando un golpe con el tenedor en la bandeja de mi comida.- Venga ya, hombre. Está en la 1-A, es la chica élite por excelencia. Ni en sueños querría relacionarse con alguien de la 1-F, a menos que quiera terminar de dilapidar el respeto que aún conserve la gente de por aquí.

Esa es una de las muchas razones por las que odio la condición en la que me encuentro. Para la sociedad élfica, no importa cuán buena persona seas. Lo que cuenta a la hora de relacionarse con otros es tu curriculum. La escuela es una pequeña escala de lo que se da en el exterior, en las muchas ciudades que componen éste país, donde la inmensa mayoría de la gente revisa antes tu ocupación y lo que aportas a la sociedad que la riqueza que acumules como individuo.

En esta escuela, el hecho de pertenecer a una clase u otra te abre muchas puertas, sobre todo de cara a ganarte el favor de los profesores. Kenlish, estando en la 1-A, pertenece a la élite. Son los que más destacan en todos los campos, y eso se ve reflejado con las calificaciones que obtienen, que son las mejores de todas. Yo al estar en la 1-F, me encuentro casi en la media del curso. De hecho, del primer piso, sólo la clase G está por debajo de mí.

Quizás no habría habido problemas de haber sido alumno de la 1-B o la 1-C, ya que por lo general la mayor parte de los alumnos ascienden o descienden de aula al cambiar de curso con las pruebas de asignación. Es más normal ver a alguien de la clase 1-C charlando animadamente con un compañero de la 1-A que con uno de mi categoría. Por eso creo que Kenlish ha inventado esa excusa del “no somos iguales” para decirme de forma suave que no quiere tener nada que ver conmigo.

-Y además, eres sospechoso de ser medio humano, Wïlden.- Termino de limpiar el cuenco de sopa con ayuda de un pedazo de pan y comienzo a atacar los guisantes y el arroz del plato principal.- Tendría que estar muy loca para arriesgarse a que se entere todo el mundo y empeore su situación.

Finalmente, dejo los cubiertos en la bandeja y me permito cerrar los ojos por un rato para descansar. Mi cabeza sigue estando agitada por dentro, pero las molestias ocasionales que me siguen provocando las heridas de esta mañana me permiten apartar la atención por un rato del asunto de Kenlish, para centrarme en mis propios problemas.

Una vez termine el descanso del almuerzo me quedarán aún tres horas más de clases. Normalmente, tres días en semana acudo a los entrenamientos del equipo de atletismo al salir, para conservar mi bendita velocidad lo mejor que pueda, pero hoy es uno de esos días en los que el equipo no se reúne. Lo que implica que hoy tengo una de mis particulares competiciones privadas… Para huir de Dragamsel y los suyos.

La inmensa mayoría de los elfos siguen algún tipo de rutina en su día a día, y ese matón no es ninguna excepción. Independientemente de si se han divertido ese mismo día con alguna otra encerrona, cuando no tengo que reunirme en las pistas con el equipo siempre intentan atraparme para poner a prueba mi velocidad. Son como galgos tratando de atrapar un conejo en una cacería, aunque normalmente se les escape de entre las fauces.

Mi principal obstáculo para escapar de ellos es que Dragamsel está en la clase 1-D, que junto a la 1-C, son las más cercanas a las escaleras. Eso les da un enclave estratégico para atraparme en medio del gentío que se forma a las salidas y llevarme aparte sin que nadie preste atención. En ocasiones me la juego utilizando la escalera de incendios para evitarles, pero en alguna ocasión me he topado con alguno de sus esbirros esperándome al final de las mismas, lo que supone que mi calvario en esos momentos comienza antes de lo normal. 

Tengo aún varias horas para planear como haré mi movimiento en esta ocasión, así que voy pensando que hacer mientras recojo mis cosas y empiezo a recorrer el camino de vuelta hacia el comedor. Como de costumbre, no encuentro a nadie en ese recodo del pasillo, y no es hasta que llego a la zona cercana a las escaleras que empiezo a encontrar gente. Sin embargo, una escena familiar vuelve a llamar mi atención y me detengo en los primeros peldaños.

Las mismas chicas que han herido a Kenlish al inicio del descanso están montando otra vez la misma broma, pero ahora utilizando más libros y de un tamaño aún mayor. Lo que es peor, la mayoría de ellos son de tapa dura y esquinas afiladas, diccionarios sacados de la biblioteca de la escuela con toda seguridad. Son los más peligrosos de todos los que podrían haber utilizado, pues son los que con más facilidad pueden infligir cortes en las víctimas.

Una de ellas me mira por encima del hombro al darse cuenta de que las observo y me indica que me pierda con un gesto bastante desagradable. Retomo mi camino con un mal presentimiento recorriéndome el espinazo, sin dejar de vigilar de reojo la tonga de libros que están apilando en la barandilla.

-¿Habrán visto a Kenlish y estarán molestas porque sigue aparentando que no le ha pasado nada?- Pienso con preocupación mientras me acerco al comedor. En estos momentos, estoy más preocupado por la más que posible víctima de esa trampa que por lo que me espera a mí mismo horas más tarde.

La sangre abandona mi rostro al ver la silueta de Kenlish en una de las esquinas del comedor, comiendo tranquilamente en una mesa aparte y despreocupada del mundo. Su actitud confirma mis sospechas sobre los motivos que puedan tener sus agresoras para querer repetir el castigo con mayor intensidad: vuelve a tener el aire altanero que ostentaba tras la broma anterior, cómo si la herida que lucía en el rostro no la incomodase lo más mínimo.

Deposito la bandeja y los demás utensilios en un carrito al lado de la basura, sin perder de vista a Kenlish, que parece estar tomándose su tiempo para acabar con el postre. No sé qué rutina seguirá ésta elfa tras los almuerzos, pero si intenta volver a su aula ahora volverán a atacarla y no creo que sea capaz de ocultar su dolor igual que la vez anterior. 

No sé qué hacer. Lo normal sería ir a hablarle y contarle lo que están planeando hacer contra ella, pero los pensamientos que he tenido justo después de ayudarla sobre mi condición de inferior a ella me hacen replanteármelo. No quiero salir herido por culpa de que tenga que guardar las apariencias, fingiendo que no me conoce sólo para que su imagen de chica de élite no se vea perjudicada. Sin embargo, tampoco puedo dejar que eso me impida ayudarla. No me gustó nada verla llorando en aquél cuarto, y no quiero ser responsable de que tenga que hacerlo de nuevo por no hacer nada al respecto.

Así que tomo mi decisión y salgo apresuradamente del comedor, llamando la atención de algunos estudiantes que charlan tranquilamente en las mesas a mi paso. Voy a ayudarla, a mi manera. Pero solo espero que Kenlish permanezca en el comedor un rato más y me dé tiempo de hacer lo que he planeado…


-¿Habré sido poco agradecida con Wïlden…?

La herida de la ceja apenas me molesta. El dolor se limita a una pequeña punzada ocasional, pero si no le presto atención es cómo si no existiera. Realmente creo que ha sido una suerte que Wïlden me encontrase en aquella sala de estudio y se ofreciera a ayudarme. No lo reconocería abiertamente, en la vida, pero realmente estaba asustada de que el corte no dejara de sangrar… Pero gracias a Él, ahora no debo preocuparme de los más que seguros rumores que se habrían difundido si alguien me hubiera visto llegando a la enfermería completamente hundida.

-Sin embargo… Creo que las últimas palabras que le dediqué antes de marcharme podrían haber sido un poco más afectuosas… A fin de cuentas, me había ayudado desinteresadamente y me había caído bien…-Pienso mientras hago rodar los últimos guisantes que me quedan en el plato, distrayéndome antes de acometer el asalto al flan del postre.- No, creo que ha sido lo mejor… Lo ideal sería que no tuviera que volver a acercarse a mí dentro de lo posible… Si nos hacemos amigos, sólo contribuiría a destruir su identidad con mis pensamientos negativos… 

Mi mentalidad es demasiado peligrosa para todo aquél que intente intimar conmigo. Soy demasiado radical, rencorosa y perversa. Y todo por culpa de toda esa panda de envidiosos que me rodean.

Desde que empecé mi formación, me he destacado por tener una mente ágil para los estudios. De hecho, mi cociente intelectual es tan alto que ahora mismo me encuentro estudiando en dos cursos por encima de lo que me correspondería por edad. Ha sido así desde el comienzo, siempre he sido la más joven del campus y eso me ha convertido en un ser bastante odioso para las otras elfas de la escuela. No han visto nunca con buenos ojos que una chica más joven sea más inteligente que ellas y que tenga a su disposición todo un harén de los mejores hombres del curso, ya que nunca he salido de la clase 1-A. Por otro lado, los rumores sobre mí supuesta pureza de sangre han surgido a raíz de que, físicamente, me he desarrollado más que mis compañeras de curso, lo que no ha contribuido a disminuir las rencillas contra mí, precisamente. 

Obviamente, por mucho que sea capaz de dominar mis emociones, no puedo evitar el rencor que se acumula en mi pecho a cada día que pasa contra todo cuanto me rodea. Lo peor es que, en mi cabeza, las venganzas que imagino son tan crueles que a menudo me asusto a mi misma imaginándome ejecutándolas. Y por eso no quiero influenciar a Wïlden, porque él, al contrario que yo, y habiendo sufrido en la misma medida, es una buena persona. 

La impresión que me transmitió al hablar con él fue la de ser una persona honesta y pacífica. Más emotivo que yo, eso cantaba de lejos. Servicial, con tacto y de mente ágil. Puede que no tanto como yo para asimilar conocimientos, pero sí para afrontar un imprevisto. Sin duda alguna, debe de ser alguien más maduro que yo emocionalmente.

-¡AAAAAAAAAG! ¿En qué estás pensando, Kenlish?-Sacudo la cabeza para alejar esos pensamientos y agarro la tarrina y la cucharilla del postre para empezar a comer.- Que no manifieste tener odio contra el mundo al hablar de temas dolorosos no implica que sea más maduro. Tendría que tener una charla más trascendental con él para poder juzgar eso apropiadamente… Y hablando del susodicho…

Un chico con las mismas complexiones que Wïlden acaba de entrar en el comedor y me ha dado la impresión de que aún no me ha visto. Agacho la cabeza y finjo comer mientras observo el reflejo del chico en el vaso de agua que tengo a mi lado, tratando de averiguar por su silueta si se trata del mismo elfo al que he conocido hace rato.

Pelo blanco y lacio cuyo flequillo le cae desigual por la frente. Ojos de un verde casi grisáceo y un rostro algo más tosco que el típico estilizado de los elfos. Piernas largas de atleta y hombros anchos. Casi un metro setenta de altura y unas manos amplias y cuidadas. Sí, sin duda debe de ser él.

-¿Qué le habrá pasado para estar tan pálido?- He alzado la vista un momento y lo he encontrado pensativo junto al carrito de las bandejas, con el rostro bastante pálido cómo si le hubieran dado un susto de muerte.- Cuando me he ido parecía estar bien…Espera, ¿me está mirando?

Sus ojos están clavados en mi posición, pero no parece estarme mirando a mí. Tiene la vista desenfocada, como si estuviera sumido en sus pensamientos. De repente, asiente con la cabeza y sale corriendo hacia la salida, haciendo que varios de los comensales se vuelvan a observarle con curiosidad al pasar a su lado. 

Yo estoy anonadada. Mejor dicho, indignada. Cierto es que veía mejor que Wïlden no intentase acercarse en la medida de lo posible, pero quedarse observándome con esa cara de preocupación y ni tan siquiera atreverse a venir a decirme que le ocurre tras lo que ha pasado antes…Bueno, ¡es inaudito!

-De nada por la confianza que me muestras. ¿Así que tu puedes obligarme a aceptar tu ayuda pero luego no me das oportunidad de devolverte el favor, eh? Espera. ¿A qué vienen estos pensamientos, Kenlish?- Mi mente se queda bloqueada intentando analizar la irracionalidad de mis pensamientos, buscando alguna explicación lógica a estos sentimientos contrariados que estoy sintiendo.- Para empezar, ¿en qué momento dijiste nada del tipo “puedes contar conmigo para lo que necesites”? ¡En ningún momento le comentaste la posibilidad de ser amigos! De hecho, ¡ni siquiera querías ser su amiga hace un momento! ¿En qué demonios tienes hoy la cabeza, estúpida?

La fecha del mes a que nos encontramos me despeja la duda. Estamos cerca del cambio de estación, que se caracteriza por el plenilunio de las dos lunas: Moratea, la luna azul, y Estaerí, la plateada. Cada vez que Estaerí está llena, mi estado mental suele alterarse de manera incontrolada, y aún soy incapaz de encontrarle una explicación a tan extraño fenómeno. Supongo que la proximidad de la lunación me está afectando ya, aunque queden aún unos días para el cambio de estación.

-Sí, tiene que ser eso. Es esa semana, sin duda.- Me convenzo a mi misma de que mis incoherencias mentales son fruto de ese fenómeno mensual y me termino de comer el postre a toda prisa.- Debería haber sido más precavida. Soy emocionalmente más inestable en estas fechas que durante el resto del mes, debo tener más cuidado.

Me levanto y dejo la bandeja en el carrito antes de dirigirme de vuelta a clase. Siempre llevo encima unos preparados caseros para afrontar los altibajos de estas fechas, pero por lo general los dejo dentro de mi mochila cuando no son necesarios. Y sin duda, ahora mismo me hacen falta.

Unos gritos en el piso superior me hacen volver en mi misma cuando estoy casi llegando a las escaleras. El sobresalto parece haber cogido por sorpresa a buena parte de los que hay a mi alrededor, que se miran entre ellos totalmente confundidos por los berridos.

Me apresuro a subir las escaleras, seguida por unos cuantos estudiantes más, y el panorama que me encuentro me obliga a llevarme ambas manos a la boca para no echarme a reír. Las chicas que una hora antes me habían arrojado los libros están tiradas en el suelo con una inmensa tonga de diccionarios y enciclopedias desparramada por encima. 

-Por la forma en que están despatarradas, diría que estaban intentando preparar otra trampa cómo la de antes y se les ha caído todo encima.- Pienso mientras oigo comentarios a mis espaldas haciendo elucubraciones similares a las mías.-Y el castañazo ha debido de ser fuerte.

Una de las chicas lleva retorciéndose de dolor en el suelo desde que he subido, con una mano sujetándose la nuca y soltando improperios entre dientes, mientras que la otra parece haberse desmayado. No puedo evitar sentir una furiosa satisfacción en mi interior observando a la que se revuelca por el suelo, saboreando una indirecta venganza sobre ella, pero lo oculto tras una expresión de indiferencia hasta que un par de profesores aparecen corriendo desde el piso inferior, totalmente agitados.

-¡¿Qué demonios ha pasado aquí, si puede saberse?!- Pregunta uno de ellos mientras su compañero se apresura a arrodillarse junto a la chica inconsciente, tomándole el pulso con gesto tembloroso.

-Se les han caído encima unos libros que estaban apilando, señor.- Comenta uno de los estudiantes que habían presenciado la escena.- Estaban colocando una de esas enciclopedias y se han asustado cuando un chico se les ha acercado a hablarles. Ha perdido el equilibrio y han acabado las dos en el suelo…

-¡Mentira! ¡Ha sido ese chico el que nos los ha tirado!- Grita la chica que había estado consciente todo el rato.- ¡Ha sido cosa suya!

-Venga ya, pero si él ni tan siquiera llegó a tocar los libros…- Agrega otro de los testigos.

-¡Y yo digo que ha sido él! ¡A nosotras nunca se nos habría…!

-¡Basta!- La jefa de estudios del primer piso aparece desde el fondo del pasillo, intimidante.- ¿Dónde está ahora ese compañero del que hablas, jovencita? No quiero oír ni una sola falsa acusación si no tienes pruebas que lo demuestren, y ya ves que hay testigos que afirman que nadie más que ustedes ha tocado los libros.

Escucho la protesta de la chica sin prestar atención. Me ha parecido ver como alguien trataba de escabullirse a hurtadillas por la escalera que conduce al segundo piso, alguien cuyo pelo es blanco como la nieve…


El reloj del instituto marca las 5 de la tarde y al fin suena la campana de nuestra liberación. Las clases del día se han acabado y todos se apresuran a recoger sus cosas para marcharse a las residencias o con sus respectivos clubes. 

Durante estas tres últimas horas no ha venido ningún profesor a buscarme al aula, por lo que imagino que no me han señalado como responsable del incidente con las dos agresoras de Kenlish. En parte es un alivio, aunque mi orgullo aún se resiente cuando pienso en la estratagema que tuve que emplear para lograr alejar de mí las sospechas: fingir tener problemas con un ejercicio de matemáticas básico para poder ir preguntando a todo el pasillo como resolverlo, hasta llegar junto a las chicas en cuestión y sobresaltarlas en el momento crítico. 

Pero eso no quita el problema de que hoy tengo que volar si quiero escabullirme de Dragamsel y los suyos, así que me apresuro a meter mis libros y apuntes en la mochila para luego salir escopeteado al pasillo. Algunos de mis compañeros me lanzan gritos de ánimo desde sus asientos, seguramente por haber realizado las apuestas de rigor para ese día. No es muy gratificante saber que esos ánimos son por puro interés, pero al menos consuela saber que hay quien desea que me libre ese día.

El punto crítico del primer piso está libre de enemigos, lo que es buena señal. Me mezclo entre unos cuantos compañeros de otras clases que se dirigen hacia la salida, pero cuando llego al rellano de las escaleras veo una imagen que puede ser casi tan peligrosa como si toda la camada de Dragamsel me estuviera esperando: las dos chicas a las que burlé esta tarde están en medio del vestíbulo, acompañadas por tres profesores con los que observan detenidamente a todos los que bajan por los accesos al primer piso.

Reculo de forma instintiva, ocultándome a su vista. No estoy seguro de que se quedaran con mi cara cuando hice que les cayeran los libros encima, pero es mejor prevenir que curar, así que voy contra corriente y asciendo hasta el segundo piso. Dragamsel seguramente me estará esperando en las escaleras de emergencias del primer piso, así que confío en poder burlar el cerco de profesores y alumnos utilizando las del segundo piso, pero soy consciente de que mis probabilidades de huir sin que me vean son muy reducidas…

-Y de seguro que Kenlish ni tan siquiera es consciente de lo que he hecho por ella… Al final va a tener razón ese energúmeno de Dragamsel y voy a ser idiota de nacimiento…

Ya todo el segundo piso está vacío de alumnos, así que no tomo demasiadas precauciones para dirigirme a su salida de emergencias… Lo que supone un grave error por mi parte, pues apenas doblo la esquina correspondiente me topo con Dragamsel apoyado contra la puerta al final del pasillo, con dos de sus colegas flanqueándole. Detrás de mí, a varios metros de distancia, aparecen otros dos de sus compinches, cerrándome la retirada. Suelto una maldición por lo bajo mientras todo mi cuerpo se pone en tensión.

-¿Sabes una cosa, Wïlden? Ya conocíamos tus pequeños problemas de entendimiento, pero lo que has hecho hoy ha sido… ¿Cómo fue lo que dije antes? Recuerdo que me salió una expresión bastante buena…- Le comenta a uno de sus compañeros con una sonrisa de oreja a oreja.

-“Digno de un suicida”.- Le responde el otro mientras se echa a reír. Empiezo a olerme por dónde van los tiros: de un modo u otro han averiguado que he sido yo el que ha protagonizado el incidente de esa tarde con aquellas chicas.

-Eso mismo. Hay que tenerle poco aprecio a la vida para meterte con gente de la 1-B. Eso, o quieres probar nuevas experiencias… ¡Oh, tranquilo, Wïlden! Hoy no vamos a ser nosotros quienes planifiquen tu castigo…-Dragamsel me sonríe, burlón, mientras empieza a caminar lentamente hacia mí.- Tus queridas víctimas de hoy se han quedado con tu cara y nos han pedido el favor de atraparte. Créeme, no quisiera estar en tu lugar cuando estés a solas con ellas… 

-Genial, justo lo que me hacía falta. Pasar de sádicos a sádicas…- El grupo entero empieza a cerrar el cerco en torno a mí. El más cercano es Dragamsel, a menos de tres metros, y si él me pone la mano encima se habrá acabado mi fuga por ese día.- Piensa, Wïlden. ¿Hay alguna forma de…?

-¡Ah, estabas ahí!- Suelta de repente una voz femenina a mis espaldas, sobresaltándonos a todos.- Llevo buscándote desde que sonó la campana. ¿Sabes que es de mala educación hacer esperar a una chica?

Noto como una mano pequeña y suave me agarra del brazo y empieza a tirar de mí suevamente, obligándome a darme la vuelta para seguirla. Mi sorpresa es mayúscula cuando reconozco el rostro de Kenlish, que me mira con cierto gesto de reproche, cómo si efectivamente le hubiera dado plantón esa tarde. Pero parece que no soy el único al que su llegada ha cogido por sorpresa: los esbirros de Dragamsel observan a Kenlish como si hubieran visto un fantasma, con la mandíbula desencajada en un gesto de estupor absoluto.

-¿Kenlish? ¿Pero qué…?- Empiezo a balbucear, pero la chica se da la vuelta y empieza a tirar de mí con fuerza, arrastrándome a toda prisa fuera del cerco.

-¡Espero que se te ocurra una buena forma de compensarme como no lleguemos a tiempo! ¿Sabes cuánto tiempo llevaba esperando por este día? ¡Meses! ¡Cómo me lo pierda por tu culpa te voy a tener un mes entero con correa!

Yo no entiendo nada. No hace ni cinco horas que conozco en persona a ésta chica y de repente me viene con todo esto… Sin embargo, parece que mis enemigos tampoco son capaces de entender lo que está sucediendo, porque nadie hace ningún intento de impedir que nos vayamos, de modo que Kenlish y yo acabamos llegando al vestíbulo sin que el grupo de Dragamsel moviera un dedo. Para mayor desconcierto por mi parte, las dos chicas y los profesores han desaparecido de escena, dándonos vía libre para salir del instituto cómo si no hubiera estado a punto de suceder nada en el interior.

Kenlish me arrastra a lo largo de todo un kilómetro hasta que llegamos a la altura del parque central del campus, donde comienza a aflojar el paso hasta adoptar un ritmo propio de un paseo. Ninguno de los dos ha pronunciado palabra alguna durante el trayecto, y yo sigo intentando asimilar lo ocurrido, buscándole alguna explicación lógica, sin éxito.

-¿No te han llegado a poner un dedo encima, verdad?- Me suelta ella repentinamente, en un tono preocupado que me coge con la guardia baja.

-Esto… No. No han tenido tiempo. Cuando has llegado apenas habían empezado a moverse…- Le respondo apresuradamente. Respiro hondo, tratando de calmarme.- Esto… ¿a qué ha venido todo eso de antes?

Kenlish se detiene y vira el rostro hacia mí. El reflejo del sol en su rostro le da un aspecto resplandeciente, asemejando su piel a la nieve en pleno día. La herida de su ceja casi ha desaparecido por completo, y me atrevo a pensar que para mañana ya no quedará ni rastro de ella.

-Me pareció que era la mejor forma de sacarte de ahí. Tenía que confundir a tus agresores de algún modo y actuar con decisión mientras les durase el shock, y no se me ocurrió mejor forma que adoptar el papel de novia posesiva.-Sonrió con un brillo astuto en sus ojos.- Los elfos varones son muy impresionables en ese sentido. La mayoría no están preparados emocionalmente para mantener una relación de ese tipo hasta que cumplen los 4 años élficos cómo mínimo, así que ya te puedes imaginar la impresión que debe causar la escenita de antes en ellos…

-No solo en ellos. A mí también me has dejado a cuadros con tu actuación.- Bromeo al tiempo que Kenlish se ríe con nerviosismo.- Y ahora, cambiando de tema… ¿Por qué me has ayudado?

Noto como me aprieta la mano por unos instantes, cómo si la pregunta la hubiera cogido por sorpresa. Me sonrojo al darme cuenta de que no nos hemos soltado en ningún momento, pero su tacto me parece tan agradable que no hago ningún intento por separarnos.

-No me gusta deberle favores a nadie… Estuve preguntando a los testigos del incidente con los libros y saqué mis propias conclusiones.- Baja la mirada al suelo. La oigo respirar entrecortadamente mientras espero que continúe.- No era broma lo que dije de que te llevaba buscando desde el final de las clases… Hay algo que quería decirte cuanto antes…

-¡Por Isnir! ¿Qué rayos está pasando aquí?- Mi corazón ha empezado a latir desbocado al recordar la gran cantidad de novelas que he leído hasta la fecha, porque esta situación en que me encuentro me recuerda a horrores a la típica en la que alguno de los protagonistas acaba confesando sus sentimientos a otra persona.- ¿Se me va a declarar? ¿Qué demonios…? ¡Wïlden, que el hombre eres tú! ¡Tendrías que ser tú quién se declare primero, no a la inversa! Espera, ¿Pero que siento yo por Kenlish? Es guapa y su piel es suave como el terciopelo pero de ahí a… ¡AAAAAAAH!

Kenlish  acaba de rodear mi brazo con los suyos, apretando su cuerpo contra el mío. El corazón me late tan rápido que estoy empezando a marearme, pero su contacto es tan cálido que ni tan siquiera me planteo intentar apartarla de mí. Sus labios se acercan a mi oído, provocándome un escalofrío por todo el cuerpo.

-Wïlden…

-¿S-sí?-No sé qué hacer con mis brazos. Noto como si me los hubieran atado al cuerpo con hilos invisibles. A mi lado una vara de hierro parecería hecha de gelatina.

-¿Hasta dónde llegarías…?

-¿Hasta dónde llegaría…? ¡Dime que no me está proponiendo…!

-¿Hasta dónde estarías dispuesto a llegar con tal de vengarte de aquellos que te hacen la vida imposible?