Hola a todos, a lo largo de esta semana les colgaremos el siguiente capítulo de la nuestra saga "Relatos de Isnir". También hemos visto que a lo mejor a ustedes, nuestros lectores, les puede parecer un poco complicado hacerse una imagen del lugar en donde están ahora Wïlden y Kenlish estudiando.
Por esa razón a partir de ahora y siempre antes de que colguemos un nuevo capítulo, les daremos una imagen de como nosotros nos imaginamos la estructura de las zonas donde ahora mismo están nuestros protagonistas conviviendo.
En este capítulo, los personajes se concentrarán sobre todo en:
La residencia Masculina (marcada de color azul)
El instituto (marcado de color rojo)
El parque central (marcado de color verde)
A lo largo de los siguientes capítulos, se irán mostrando el resto de áreas que por ahora están de color blanco, así que, ¡sed pacientes!
El
silencio era la nota imperante en el despacho del director del instituto.
Minutos antes, en el patio que se veía desde el enorme ventanal tras el
escritorio, se había formado un alboroto tan colosal que ninguno de los dos
ocupantes de la habitación recordaba
haber visto semejante espectáculo desde que se produjeran los altercados
previos a la declaración de guerra contra los humanos.
Ambos
eran como el día y la noche. Uno era alto, flacucho, de un peinado y unas ropas
tan elegantes que se hubiera podido hacer pasar por invitado a cualquier fiesta
de alto copete en la ciudad-capital de Eylissia. El otro, bajito, regordete y
con un mostacho que le otorgaba cierto aire bonachón, vestía un arrugado traje
de oficinista y una pequeña placa que le identificaba como funcionario del
gobierno. El primero se mantenía apoyado contra el marco de la ventana, oteando
el patio con ojos de halcón, mientras el segundo trataba de limpiar su sudorosa
frente con ayuda de un pañuelo de tela.
-¿Puedo
hacerle una pregunta, señor Culdock?- Preguntó el funcionario con voz
amedrentada, como si su compañero de habitación le infundiera un profundo
respeto.
-Por
supuesto, señor inspector. Pero sólo si a cambio me responde usted a otra que
tengo en mente ahora mismo.- Respondió el otro, sin apartar los ojos de la
ventana. Se movían de un lado a otro, cómo si buscara algo frenéticamente, pero
su postura corporal indicaba que estaba completamente tranquilo.
-Verá,
me resulta extraño ver a alguien de su posición social acercarse por un
instituto de secundaria, más teniendo en cuenta las alturas del curso a la que
nos encontramos…Así que… ¿Podría decirme por qué un aspirante a Senador se
pasaría por un recinto repleto de gente que no podrá votar hasta dentro de dos
legislaturas?
El
señor Culdock cruzó los brazos a la espalda, se apartó de la ventana y miró por
primera vez al inspector, con cierto aire despreocupado.
-He
venido a hablar con una persona por encargo de un conocido. Huelga decir que
normalmente mi tiempo es demasiado valioso para estarlo perdiendo en este tipo
de sitios, como usted bien ha apuntado antes, pero en éste caso… Digamos que no
he tenido otro remedio.- Se observó las uñas como si le parecieran lo más
interesante del mundo.- Y aquí va mi pregunta, ¿qué hace usted aquí? Si mal no
recuerdo, las inspecciones a los centros educativos se realizan a principios
del curso, no cuando se está llegando al final…
-¡Ah,
eso!- El inspector se permitió una sonrisa de alivio.- Pensé que me iba a preguntar
alguna otra cosa… Hace una semana llegó a mi sección una carta del director del
centro en la que se solicitaba una revisión extraordinaria con motivo de
evaluar las obras que se han llevado a cabo en este último mes… La verdad,
nunca en todo lo que llevo en este trabajo había visto a un director tan
aplicado. Por lo general se suelen limitar a las revisiones anuales mínimas, no
es común que pidan dos en un mismo ejercicio… Pero en fin, yo he venido aquí
con intención de reunirme con él para dar comienzo a la inspección aunque… Ya
ha visto lo que ha pasado ahí fuera.
-Entiendo…
Muy interesante, si señor.- Sus ojos adquirieron un brillo de astucia al
llevarse una mano al mentón.- Muy…Interesante.
En
ese momento, la puerta del despacho se abrió de par en par tras un fuerte
golpe. El director, un hombre con anteojos y grandes entradas en el cabello,
entró en la habitación con su traje de pana completamente chorreante y cubierto
por una extraña arcilla desde sus mocasines de piel hasta la mitad del estómago.
Parecía fuera de sus casillas y no pareció reparar en los dos hombres que le
habían estado esperando hasta esos momentos.
Tras
él, entraron dos profesores, agarrando cada uno a un estudiante, un chico y una
chica, que observaban a su alrededor completamente perplejos y sin oponer
resistencia a los empellones que les daban los docentes para hacerlos avanzar.
El señor Culdock estudió los rostros de los cinco recién llegados, pero en
cuanto sus ojos se posaron en el chico, supo que había dado con quién había ido
a buscar…
…
Me despierto sobresaltado al
escuchar un fuerte ruido junto a mí. Noto los párpados pesados y mis pupilas
tardan en habituarse a la escasa luz que entra por las persianas de mi
habitación… A fin de cuentas, aún estando cerca el plenilunio de Estaerí, la
luna plateada, sigue siendo de noche.
Me siento en mi cama y busco el
origen del ruido que me ha sacado del sueño, empezando a ponerme en tensión por
si fuera alguna intrusión del grupito de Dragamsel o alguna otra persona. Pero
enseguida descarto la idea al ver mi botella de agua tirada en el suelo.
Siempre la dejo cerca de mi mesa de noche al irme a dormir, para no tener que
salir de la cama cuando me despierto con sed, y parece que hoy le he dado un
manotazo sin querer al moverme en sueños.
Me resigno a tener que pasarme la
siguiente media hora intentando conciliar el sueño y recojo la botella para dar
un trago antes de taparme de nuevo. Ya me había costado dormirme la primera vez
y el recuerdo de las últimas imágenes no iba a ayudarme especialmente a
desconectarme del mundo.
Las palabras de Kenlish en el
parque seguían resonando en mi cabeza, horas y horas después de habérmelas
dicho. “¿Hasta dónde llegarías para
vengarte”. Tenía gracia que me lo hubiera preguntado, porque a menudo me
había sorprendido a mi mismo planeando mil y una formas de hacerles pagar a
Dragamsel y a todos mis acosadores por el daño que me han hecho hasta el día de
hoy. La cuestión era que hasta ahora solo habían sido eso: pensamientos de
autocompasión. Nunca habría tenido las agallas de llevar a cabo ninguno de esos
planes.
Pero ahora, la situación ha
cambiado. Algo se ha encendido dentro de mi, un fuego que me purifica y me da
fuerzas de un modo que nunca había experimentado. Y, aunque hace unas horas la
prudencia me hizo aplazar el momento de darle una respuesta a mi nueva amiga,
mi espíritu se agita ahora excitado. No importa cuánto trate de acallar ese
instinto de revancha con razonamientos sobre las consecuencias. Mi mente y mi
cuerpo van por separado.
-¿Tan malo soy en el control de mis impulsos?-Suelto una risa por lo
bajo, mientras observo el techo de mi habitación.- Soy un fracaso de elfo. Sólo los humanos se dejan llevar antes por sus emociones que por sus razonamientos… Otra prueba
más de lo extraño que soy en este lugar.
No me entristece descubrir otro
fundamento para sostener mi supuesta mezcla de sangre. Es más… Me siento tan
bien que hasta estoy orgulloso de haber descubierto esta faceta de mí mismo. Soy
consciente de que me juego algo más que una simple paliza de represalia si nos
descubren preparando cualquier cosa para vengarnos, pero ya no me importa.
-Si Kenlish está dispuesta a correr el riesgo y cargar con las
consecuencias de sus actos, yo no puedo ser menos.- Sonrío y cierro los
ojos.- Mañana iré a buscarla antes de
entrar a clases… Y le daré mi respuesta.