lunes, 18 de noviembre de 2013

Capítulo 8

"En el vacío"



Entrar en el vacío… Morir, tiene su parte positiva: ya no siento dolor. Ni miedo. No siento nada. Noto mi mente despejada, extrañamente lúcida. La sensación de ingravidez, de sentirme flotar en medio de éste espacio… ¿Blanco, puede ser? No, negro… Da igual. Percibo todo a mí alrededor en una escala de grises en constante cambio, si es que a esto puedo llamarle percepción.

¿Cuánto tiempo habrá pasado desde que llegué aquí? ¿Minutos, horas, días? ¿Tal vez años? No tengo ninguna referencia, ni siquiera el sonido de mi respiración o los latidos del corazón para calcularlo. Estoy fuera del espacio y del tiempo. Existo en otra realidad ajena a esos dos conceptos y a toda emoción.

-Me pregunto si Kenlish me echará de menos ahora que ya no podré estar con ella… Pobre chica. Con todo lo que ha sufrido y ya no podré… Un momento. ¿Por qué tengo estos pensamientos? ¿Por qué siento pena por ella si se supone que estoy muerto?

En cuanto tomo conciencia, noto un cambio en mi realidad. Unas volutas blancas empiezan a moverse a mí alrededor, como nubes mecidas por el viento. Puedo dirigir mi vista a voluntad, ya no estoy condenado a mirar fijamente hacia la inmensidad, pues empiezo a notar que vuelvo a tener brazos y piernas que responden a mis deseos. Mi mente ha generado un cuerpo nuevo, un cuerpo en el que late un corazón, que respira y siente como el que tenía estando vivo.

Muevo los dedos de mis manos, maravillado. Me siento estupendo, muy vivo a pesar de que todo cuanto me rodea sigue haciéndome entender que estoy muerto. Ni siquiera me preocupa el hecho de estar desnudo en este lugar. No siento frío ni calor, ni tan siquiera la sustancia similar a la nieve que ha comenzado a materializarse a mis pies.

Poco a poco, mi visión empieza a captar los contornos de unas gigantescas montañas que se extienden a mis pies. Entre los inmensos picos fluye un torrente incesante de nubes algodonadas, sorteando frenéticamente las cordilleras. Sobre mi cabeza, veo el movimiento del universo, la alternancia del día y la noche, la aparición y desaparición de lunas que jamás había visto en vida… Es un espectáculo maravilloso, lo más hermoso que haya visto alguna vez…

Siento ganas de compartirlo con alguien, mas la triste realidad de mi actual existencia cae pesadamente en mi conciencia. He muerto. Todos los que alguna vez conocí podrían seguir vivos en este entonces o bien podrían haber pasado al otro lado como yo en estos momentos… Unas lágrimas de desolación caen por mis mejillas, nublando mi visión.

-Maldita sea… ¿Porqué he tenido que irme tan pronto? Estaba empezando a vivir de verdad por primera vez desde que tengo uso de razón…-Me retiro las lágrimas de la cara y me dejo caer de rodillas sobre la cima de la montaña.- Ni tan siquiera pude hacer nada para evitarlo… El miedo me dejó paralizado nada más ver a ese tipo… ¡Joder!

Golpeo el suelo con todas mis fuerzas, y noto como tiembla la montaña de arriba abajo. Dejo que la rabia de mis últimos recuerdos se apodere de mí y continúo castigando la tierra, descargando mi ira.

-¿Qué coño le  habías dicho, Wïlden? ¿Qué no iban a volver a hacerle daño? Ni siquiera has sido capaz de protegerte a ti mismo, por Isnir. ¿Cómo tuviste la insensatez de jurarle eso a Kenlish, eh imbécil? ¡Muerto no vas a poder proteger a nadie, maldita sea!

Lanzo un grito a los cielos tras ese pensamiento. Y entonces, sin previo aviso, el universo se detiene. El horizonte está teñido con los colores del amanecer, el sol asomando desde mi izquierda y las lunas ocultándose por mi derecha. Una figura se recorta contra el disco solar que empieza a emerger, acercándose hacia mí. Aletea como un ave, pero incluso para mí desde esa distancia se me antoja demasiado grande para tratarse de cualquier clase de ave que conozca. Demasiado incluso para tratarse de una de las legendarias aves que montan los jinetes de la Guardia de Eylissia.

A medida que la criatura se va acercando a mí voy descubriendo, maravillado, que se trata del ser más cercano a la divinidad que he visto nunca. Si lo que decían los libros de historia de mi instituto era cierto, hubiera sido imposible para mi haber logrado ver un miembro de su especie en mi tiempo.

El dragón se posa ante mí agitando la nieve en gigantescos remolinos con sus alas. Sus escamas son blancas como la misma escarcha que pisa con sus patas. Su porte es tan elegante y majestuoso que me quedo anonadado observándole con todos los pelos de punta. Acerca su cabeza hasta mí, observándome con unos ojos verdes tan grandes como mi propia cabeza, con una mezcla de compasión y entendimiento en ellos.

-¿Recuerdas que hiciste una promesa?-El dragón me habla directamente a mi cabeza empleando mi misma voz, sin dejarme apartar la mirada de sus profundos globos oculares.- ¿Qué prometiste, Wïlden?

-Le prometí… Le prometí a Kenlish que la protegería. Que no dejaría que le ocurriera nada y que castigaría a quienes le habían hecho daño.-Ambos parpadeamos a la vez, sin dejar de sostenernos la mirada. Extrañamente, no me resulta raro estar hablando con este dragón, ni que éste conozca mis pensamientos y mi nombre.

-¿Y si tuvieras la oportunidad de cumplirla… lo harías? ¿Volverías a ese lugar donde tanto has sufrido y plantarías batalla a quienes quieren heriros a ambos?

-Yo… Si pudiera volver lo haría. Pero… No he sido capaz siquiera de luchar por mi propia vida… ¿Cómo saber que no volvería a dejarme vencer por el miedo, que no sería un cobarde que sólo es valiente de boquilla?

-Wïlden…- El dragón acerca aún más su ojo hacia mí, de forma que ahora lo único que soy capaz de ver es mi propio reflejo en su pupila.- El valor se demuestra con convicciones firmes. Si tu voluntad es fuerte, las cadenas del miedo no volverán a atenazarte. Sentirás que están ahí, nunca podrás librarte de ellas. La cuestión que aprender a convivir con el miedo… Y usarlo en tu beneficio.

-Hablas de miedos racionales… Pero, ¿Y el tipo que empezó esa paliza que acabó conmigo? Ni siquiera le vi la cara y mi cuerpo entero no era capaz de responderme…

-Todos los niños tienen miedos insuperables… Que se desvanecen al convertirse en adultos. Abandona tu crisálida… Y despierta al mundo como adulto, Wïlden.

-Es muy fácil decirlo cuando no te has enfrentado a tus miedos…

-¿Ah, sí? Dime, Wïlden, ¿Cuál es tu miedo?

Capto enseguida a dónde quiere llegar. Y al descubrir la respuesta, una sensación de revelación empieza a adueñarse de mi ser… Porque mi mayor miedo es morir. ¿Y por qué voy a tenerle miedo a lo demás si ya he experimentado el miedo supremo inherente a todo ser vivo? Mi visión empieza a nublarse cuando contemplo de nuevo mi reflejo en el ojo del dragón.

-Tenía miedo a morir. Pero si ya estoy muerto, ¿por qué temer a la vida?


Lenta, muy lentamente, voy abriendo los ojos. La conversación con el dragón aún sigue muy viva en mi cabeza, y por eso al ver el blanco techo sobre mi cama siento que estoy contemplando su cuerpo de escamas blancas. Enfoco la vista y me doy cuenta de que en realidad se trata de un falso techo cuadriculado pintado de ese mismo color.

Noto la mullida superficie de mi almohada bajo la cabeza. El tacto de las sábanas que envuelven mi cuerpo es suave y cálido, al menos en las partes que no se encuentran cubiertas por escayola y vendas. Al hacer inventario, me doy cuenta de que me han inmovilizado una pierna y vendado el pecho a la altura del diafragma. Mis brazos están cubiertos de grandes moratones y puntos de sutura, casi como si me acabaran de rescatar de las cuchillas de una batidora gigante. Y por la sensación que tengo en la cara, me da la impresión de que no debo tener mucho mejor aspecto. Casi doy gracias al notar que, dentro de lo que cabe, no he perdido ninguna pieza dental.

Observo la habitación en la que me encuentro. A mi derecha se encuentran los instrumentos de monitorización vitales y los diales con los sueros que me han estado introduciendo por vía intravenosa mientras yacía inconsciente. Las persianas que cubren la ventana me impiden ver a que ala de la clínica me han destinado, pero sí me permiten comprobar, por la luminosidad que entra, que se empieza a hacer de día en el exterior.

Frente a mi cama hay una pequeña estantería con algunas novelas antiguas, y justo a su lado, recostada con una manta cubriéndola por encima, duerme Kenlish. Tiene un aspecto ojeroso y descuidado, como si llevara varios días durmiendo mal. Al menos, para mi propio regocijo, ya apenas quedan secuelas en ella de la agresión que había sufrido en los baños aquella vez.

-He debido de pasar varios días inconsciente… De otro modo, aún quedaría algún rastro del ataque…- Me remuevo incómodo en la cama. Al mover mis brazos para incorporarme en el colchón, noto algo duro en mi mano izquierda, algo que no tiene que ver con los instrumentos clínicos que comprueban a cada segundo mi estado vital.- ¿Y esto…?

Alzo la mano y contemplo el impresionante anillo de plata que luce en mi dedo corazón. Tiene la forma de un dragón enroscado sobre sí mismo, y en su cabeza, a modo de ojo, luce una pequeña esmeralda. Su brillo es tan intenso que por un instante, al mover la mano para admirarlo desde otro ángulo, me parece que tiene vida propia.

-¿Cómo rayos he acabado con esto en el dedo?-Me viene a la mente la imagen del dragón de mi sueño y no puedo evitar sentirme estafado.- Menuda forma de sueño sugestionado…

Me recuesto contra la almohada y me dedico a observar a Kenlish mientras duerme, toqueteando inconscientemente el anillo. La luz se va abriendo paso en la habitación, hasta acabar bañando su piel de porcelana, dándole un aspecto realmente adorable. Siento el impulso de levantarme a correr un poco mejor las persianas, para evitar que se despierte, pero el yeso de mi pierna derecha me cubre desde el pie hasta medio muslo, de modo que no puedo ni siquiera intentarlo.

Empiezo a buscar alguna forma de correr las persianas cuando la puerta de la habitación se abre repentinamente. Un médico alto y delgaducho entra en mi cuarto con una carpeta bajo el brazo, sin apenas hacer ruido. Me dedica una mirada inquisidora cuando nos cruzamos las miradas, y por lo que logro interpretar con mi sexto sentido, lo hace con mucha curiosidad hacia mí.

-Así que te has despertado…- Se acerca hacia mí y evalúa mi aspecto con sus diminutos ojos castaños.- ¿Cómo te sientes, chico?

-He estado mejor, eso es evidente… Ahora mismo no me duele nada, creo que será por culpa de los sedantes que me hayan dado… Pero si que noto un picor por debajo de la escayola que me va a volver loco, ya que me pregunta…

-Sí, sí, es algo muy normal. Y más te va a picar si le sigues prestando atención…- Se toquetea un mechón de pelo, de un tono castaño claro y una textura tal que me hace sospechar que lleva peluca.- ¿Y psicológicamente?

-Pues… ¿Normal?- Me revuelvo en la cama, algo incómodo y confuso con la pregunta.- No sé, acabo de despertar después de casi haberme muerto por una paliza… ¿Debería sentirme de alguna forma en especial?

-“El paciente da indicios de tendencia psicopata al despertar del coma… Posible desvinculación con el mundo…”- Le oigo murmurar ala vez que escribe en un papel que lleva apoyado sobre la carpeta.- “Puede representar un peligro para quienes le rodean…”

-¡Eh, un momento! ¡¿Cómo que psicópata?!

-Chico, has estado a punto de morir. A tu edad normalmente este tipo de experiencias dejarían marcado a cualquiera, y sin embargo tu pareces completamente indiferente al hecho de que…

La puerta de la habitación vuelve a abrirse de golpe y una enfermera con cara de asesina atraviesa el portal, directa hacia el médico. Veo cómo éste retrocede un par de pasos, alejándose de la enfermera al tiempo que me transmite un miedo tremendo por la misma, a pesar de que prácticamente le saca dos cabezas a la misma. La mujer, por su parte, me transmite una sensación de enfado brutal, y su lenguaje corporal me indica que está haciendo un soberano esfuerzo para no gritarle.

-Doctor… ¿Le importaría acompañarme fuera unos instantes, por favor?- Le comenta al médico en un tono tan endulzado que me resulta escalofriante, habida cuenta de lo que estoy leyendo entrelíneas con sus emociones.

-Señorita, ahora estoy con un paciente, así que le ruego que…

-Insisto.- Añade la enfermera en un tono que no admitía replica, y para recalcar su decisión, agarra de la bata al doctor y empieza a tirar de él hacia la salida.- Señor Wïlden, enseguida estaré de vuelta con usted.

-Esto… Vale…-Comento con un hilillo de voz mientras observo como ambos personajes salen por la puerta de la habitación. Trato de concentrarme en las emociones que ambos emiten en cuanto se cierra la puerta, para no perderme detalle de lo que ocurre, y me sorprendo al percibir como la del doctor se torna de miedo a intensa angustia, típica de quien padece claustrofobia. Rápidamente, noto que empieza a alejarse a toda prisa, mientras que la enfermera queda rezagada, pero enseguida comienza a ir tras él, tornándose en ansia.

Me figuro lo que acaba de ocurrir: él médico se ha zafado de la enfermera y ha salido por patas para huir de ella, y ahora ésta trata de darle alcance por algún motivo que aún no alcanzo a entender. Me dejo caer de nuevo hasta quedar recostado sobre la cama, mirando al techo, sin entender lo que acaba de pasar.

-Ya ha estado haciendo de las suyas otra vez ese extraño doctor…-Comenta otra voz en la habitación.

Me incorporo tan aprisa que las costillas rotas me producen un dolor agudo en el pecho, casi impidiéndome respirar por unos segundos. Cuando al fin se me pasa el dolor y logro entornar la vista, veo que Kenlish ha despertado y me observa con aspecto adormilado.

-Buenos días marmota.- Me comenta con voz ronca, mientras se arrebuja más en la manta.

-Buenos días… ¿Qué haces durmiendo aquí, Kenlish?- Le pregunto por cortesía, pues nada más despertarse ha empezado a transmitirme un sentimiento de preocupación hacia mí.

-¿Tengo que responderte a eso?- Apoya la cabeza contra la pared y clava su mirada en mi rostro. Aparto la mirada al cabo de unos segundos: siempre me siento incómodo cuando adopta su semblante de autocontrol absoluto.

-No, en realidad no… Puedo imaginármelo.- Me recuesto en la cama, observando al techo. Siento como Kenlish me sigue escrutando fijamente desde su asiento, como si me taladrara con la mirada.- ¿Cuánto llevo inconsciente?

-Cinco días. Y tienes suerte de haberlo contado: cuando te metieron en urgencias tenías hemorragia interna, y una de tus costillas casi te atraviesa el pulmón.- Kenlish baja la mirada al suelo, temblando por unos instantes.- A quien te haya atacado le va a sorprender que te hayas despertado tan pronto… Deberías haber muerto después de semejante paliza, pero aquí estas. Cualquier otro elfo que hubiera pasado por tus mismas operaciones seguiría inconsciente durante al menos otra semana más…

-Tengo facilidad para curarme. Esto no es nada, dentro de tres días estaré caminando con muletas, y la semana que viene parecerá que nunca he tenido estas heridas…

-No hagas bromas con esto, Wïlden.-Me responde en tono cortante.- No deberías salir de la clínica hasta estar completamente recuperado…

-Ya, suponiendo que los que me atacaron no vengan a rematar el trabajo mientras duermo…

-¿Los que te atacaron?- Kenlish se yergue completamente, escrutándome el rostro a la caza de gestos que puedan revelarle información sobre mi estado de ánimo.- Así que fueron varios… Tiene sentido. De haber sido uno sólo lo podrías haber burlado fácilmente, incluso en la oscuridad… ¿Pudiste ver el rostro de alguien?

Niego con la cabeza. Empiezo a recordar los momentos previos al ataque: la sensación de estar siendo observado, las siluetas acercándose entre las sombras, el tipo sigiloso que se me acerca por detrás… Y la aterradora sensación que recorre mi cuerpo cuando lo observo de frente.

-¿Wïlden? ¿Qué te ocurre?- Comenta Kenlish con tono y gesto preocupados.

Al volver en mí, me doy cuenta de que he estado emitiendo una especie de gruñido amenazador sin darme cuenta.  Noto que mis colmillos me han dejado marca al morderme el labio inferior, algo que siempre me ocurre cuando estoy frustrado con algo. Enseguida entiendo por qué Kenlish parece tan anonadada: es la primera vez que lo hago en su presencia.

-Lo siento, es un fallo de autocontrol… Me ocurre desde pequeño. Cuando estoy cabreado lo hago sin pensar…- Me disculpo esbozando mi mejor sonrisa.- Y sobre lo que preguntabas… No llegué a verle el rostro a ninguno. Estaba demasiado oscuro.

-¿Pudiste oír hablar a alguno al menos?

-No. No oí nada. Bueno, si dejamos de lado que me estaban dando una paliza mortal y esas cosas…

-Wïlden…-El tono de Kenlish empieza a tornarse amenazante de nuevo.

-¡¿Qué?!- La fulmino con la mirada, sorprendiéndola y provocando que vuelva a recostarse en su asiento inconscientemente.- Es exactamente lo mismo que pasó contigo cuando te atacaron hace unas semanas… No pude ver ni oír a nadie. Fueron muy metódicos, de no haber sido por mi habilidad para saber lo que siente la gente a mí alrededor ni siquiera me habría percatado de que me rodeaban hasta que me hubieran caído encima… Aunque hubo algo raro.

-¿A qué te refieres?

-Hubo uno… El primero que me golpeó. No pude sentir como se me acercaba desde atrás. Pude sentir como todos los demás se acercaban a mí, pero era como si él o ella fuera invisible… Y cuando caí al suelo y lo tuve enfrente…-Me estremezco de nuevo al recordar la experiencia.- ¿Alguna vez has experimentado tanto miedo que sintieras que el corazón se te va a salir por la boca? ¿Qué eres incapaz de moverte a pesar de desearlo con todas tus fuerzas?

El silencio se adueña de la habitación. Kenlish suelta un suspiro y deja caer la manta al suelo al incorporarse para acercarse a mi cama. Se sienta en el borde y me acaricia el pelo, dedicándome una mirada de compasión que me traspasa de lado a lado. Tengo que cerrar los ojos para que no se percate de que se me están empañando de la emoción.

-No me puedo hacer a la idea, tal y como la describes. Cuando me…-Oigo como traga saliva, haciendo tiempo para buscar las palabras.- “Agredieron”, tuve miedo, no lo voy a negar. Pero nunca llegó a ser suficiente como para impedir que me resistiera de principio a fin. Claro que yo no llegué a mirar a los ojos a quiénes me estaban haciendo aquello…

-Técnicamente, yo tampoco llegué a hacerlo.

-No lo viste, pero eso no quiere decir que las miradas no puedan cruzarse en la oscuridad…- Noto sus suaves dedos envolviendo mi mano izquierda.- A propósito… ¿De dónde has sacado éste anillo?

-Pensaba que tu podrías decírmelo.- Abro los ojos y nos quedamos mirándonos fijamente.- No recuerdo haberlo tenido conmigo antes del ataque.


-Pues ya somos dos que queremos saberlo… Porque cuando vine a verte al día siguiente de tu operación, ya lo tenías en el dedo.- Alza mi mano y observa de cerca la figura del dragón de plata.- ¿Quién te haría un regalo tan caro?

lunes, 11 de noviembre de 2013

Capítulo 7

La llave se desliza dentro de la cerradura y Kenlish abre la puerta con delicadeza. Me precede al interior de la habitación, con paso titubeante a causa de la oscuridad de la misma. La sujeto por los hombros cuando tropieza con una caja que hay en el suelo, evitando que se golpee contra la pared.

-Cuidado.- Le digo con voz suave, mientras mi amiga recupera el equilibrio.

-Gracias, Wïlden.- Me dedica una tímida sonrisa de agradecimiento y rápidamente se dirige hacia la pared de la entrada, buscando el interruptor de la luz.

El fluorescente del techo parpadea durante unos instantes antes de quedar estático, iluminando la sala principal de nuestro recién adquirido local de clubes. Se trata de una pequeña casa de dos plantas en el extremo sureste de la zona de clubes, prácticamente en la linde de la isla. A su alrededor hay muy pocas casas en uso, y el club en funcionamiento más cercano se encuentra al principio del paseo que conduce al nuestro, por lo que la intimidad que necesitamos para nuestro proyecto está garantizada.

Me acerco hasta el fondo de la habitación y descorro las cortinas, con tan mala suerte que éstas se desprenden del techo y caen sobre mí, provocándome un ataque de tos con la cantidad de polvo que levantan. Kenlish se acerca hasta mí y me ayuda a quitármelas de encima, al mismo tiempo que yo empiezo a reírme sólo.

-Ahora entiendo por qué nadie  se ha adjudicado antes esta casa de clubes: está hecha una pena por dentro.- Le comento a mi amiga a la vez que me sacudo la ropa.

-¿No te has hecho daño?- Se pone en cuclillas para examinarme, preocupada. Percibo enseguida ese sentimiento negativo empezando a adueñarse de ella, y me incorporo rápidamente esbozando una sonrisa tranquilizadora.

-Tranquila, estoy bien. Son sólo unas cortinas, lo peor ha sido la cantidad de polvo que he aspirado sin querer, pero ya me encuentro bien.- Me vuelvo a observar las montañas que cajas que hay apiladas en la sala.- ¿Por qué crees que el profesor Elbuirp ha insistido tanto en que nos hiciéramos con éste local? Casi parece que el segundo piso se apoye más en éstas cajas que en las propias paredes.

Kenlish se incorpora y avanza hasta unas cajas que bloquean una puerta. Abre una de ellas y empieza a hurgar en su interior, revisando los artefactos que contiene con cierta indiferencia.

-No soy capaz de imaginarme lo que pueda estar pensando ese hombre… Tal vez crea que podemos atizarle a alguien con alguno de éstos trastos si sucede algo como lo de hace una semana…

Sus palabras y la indiferencia con que las ha pronunciado se clavan como puñales en mi corazón. Ya ha pasado una semana desde que el profesor Elbuirp y yo derribamos la puerta de los baños del instituto y encontramos a Kenlish semiinconsciente en ellos. La llevamos a la clínica del distrito dieciséis, donde la mantuvieron ingresada toda la noche a causa de unos daños que había sufrido en la garganta durante el ataque, pero a la mañana siguiente ya le habían dado el alta.

En todo éste tiempo, y a pesar de mis múltiples insistencias, se había negado a hablar del incidente incluso con los propios médicos de la clínica. Ignoro si lo ha hecho por orgullo, por miedo o por algún otro motivo.  La de hoy es la primera vez que la oigo referirse a ése día, aunque sea como si de una broma se tratara… Y precisamente eso es lo que me ha dolido: la indiferencia con la que parece tratar el tema en comparación conmigo.

-¿No vas a… Decirme quienes fueron, verdad?- Le pregunto por vigésima vez en la semana, mientras observo como retira unos mechones de pelo de su rostro.

-Ya te he dicho que no llegué a verles, Wïlden. Me cubrieron los ojos nada más atraparme, y los sonidos del baño ahogaban cualquier voz que pudiera haber oído...- No se vuelve a mirarme ni una sola vez, pero no puede engañarme. No a mí, que puedo leer sus emociones como un libro abierto: me está mintiendo y sabe que yo estoy al tanto de ello, pero que lo paso por alto porque no quiero presionarla. Y eso la hace sentirse peor.

-Bueno, ¿Qué se le va a hacer? Si no puedes recordarlo no tiene sentido estar preguntándote todo el rato… Pero si logras hacer memoria, dímelo por favor. ¿Vale?- Adopto el tono más despreocupado que puedo, y a cambio consigo que Kenlish relaje los hombros y se vuelva hacia mí. Me dedica una sonrisa cariñosa antes de mirar un reloj de pulsera que lleva en su mano izquierda.

-¿No deberías estar yendo ya a trabajar, Wïlden?- Me pregunta con cierto aire de reproche.- No podemos permitir que poner a punto la base de operaciones entorpezca tu misión…

-¿Me estás echando?- Finjo estar dolido e indignado con ella por tremenda osadía, logrando que mi amiga se ría por unos momentos.- ¡Que desconsiderada! Con lo que me molesto yo en venir hasta aquí por ser el primer día con el local y ya quieres que me largue…

-Venga tontorrón.- Me obliga a darme la vuelta y empieza a empujarme hacia la salida.- Ya me ayudarás mañana cuando tengas la tarde libre. Pero ahora mismo tu misión es más importante que yo.

Me planta en el umbral de la casa en apenas unos segundos, a pesar de que intento resistirme un poco dejándome caer como un peso muerto hacia ella. Me tranquiliza comprobar que a pesar de los reproches que me dedica por mi poca colaboración se está riendo por dentro. Sin embargo, cuando vuelvo la vista atrás desde el paseo, un mal presentimiento me recorre el espinazo justo antes de que mi compañera cierre la puerta del club.

-Espero que esto sólo sean imaginaciones mías…


Cierro la puerta al ver que Wïlden se dirige ya en dirección al centro del distrito. La única forma de llegar a pie desde la zona norte, donde se encuentran las instalaciones propias del instituto y los alumnos, hasta la sur, donde están la clínica, zona de ocio y demás lugares extraescolares, es atravesando el parque. Le quedan al menos veinte minutos caminando hasta el bar, al paso ligero que suele llevar él.

Suelto un suspiro y encaro de nuevo las gigantescas pilas de cajas que hay en ésta planta de la casa. Seguramente el segundo piso esté igual de abarrotado que éste, y si quiero que el plan entre en la segunda fase cuando Wïlden cumpla con su parte voy a necesitar poner orden en mi propio campo de batalla. Así pues, me recojo el pelo en una coleta y empiezo a clasificar cajas en función del contenido, apilando en un rincón aquellas cosas que considero puedan sernos de utilidad. Las demás, casi la inmensa mayoría, las voy sacando al paseo de clubes de una en una.

El esfuerzo me sienta bien. Mientras mi mente esté ocupada en clasificar y vislumbrar posibles usos de los objetos que voy encontrando, el fantasma que atormenta mis pensamientos desde hace una semana no podrá aparecer. Le mantengo cerrada la puerta con él trabajo físico y mental.

Tras media hora de trabajo, al fin logro dar con algo que despierta mi interés. Una caja alargada de madera, de unas dimensiones que me resultan muy familiares. La llevo hasta una mesita que he despejado en el tiempo que llevo limpiando y quito los pestillos que la mantienen cerrada. Una sensación agridulce me recorre por dentro al vislumbrar el cuerpo de un arco de color negro reposando en el interior acolchado.

-¡Vaya! Después de todo éste tiempo aún me sigue emocionando… - Lo tomo con delicadeza en mi mano izquierda, sopesándolo a la vez que examino el material del que está hecho.

No recuerdo haber visto nunca, en los cinco años que pasé practicando el tiro con arco, uno de éstas características. Es ligero, tanto como los de los principiantes de menor edad, pero compuesto por una sola pieza al estilo de los arcos tradicionales. Las palas apenas se doblan ante la presión que ejerzo con mis manos, y por más que lo examino, no logro encontrar el espacio donde debería encordarse. Es más, tras examinar la caja detenidamente, no logro encontrar cuerda ni flecha alguna. Aparte del arco, la caja está completamente vacía.

-¿De dónde has salido tú, pequeñín?- Me pregunto mientras me alejo de la caja, sin quitarle los ojos de encima al cuerpo de madera que sostengo.

Me invade la nostalgia al recordar mis días en el Club de Tiro con arco, antes de que me cambiasen de curso. Antes de darme cuenta, mi cabeza ha regresado a aquél campo donde practicaba cada tarde mi puntería, y me imagino que ante mí tengo una diana sobre la que hacer blanco. Lentamente, ejecuto el movimiento de calzar la flecha sobre una cuerda invisible, me sitúo en paralelo a mi objetivo y tenso a la vez que apunto. Dejo salir mi proyectil al tiempo que empiezo a reírme a solas, volviendo a la realidad.

-¿Por qué tuvieron que acabar?- Me apoyo contra una de las paredes de la casa, y observo mi reflejo en un espejo que hay al otro lado de la habitación.- Aquellos días que ya no volverán. Terminaron y aquí he quedado yo, destrozada, buscando la felicidad que me robaron de ese entonces. Ojalá pudiera volver atrás, hacer las cosas que no pude o no me atreví a hacer, por miedo o por vergüenza, para enmendar mis errores… Tal vez, de no haber destacado tanto, no sería tan desgraciada…

Veo una lágrima corriendo por la mejilla de mi reflejo. Me dejó caer hasta quedar sentada en el suelo y me seco la cara con el dorso de la manga de mi camisa. Mi frágil coraza mental se acaba de romper, y sé que hoy ya no podré seguir con lo que estaba haciendo.

-Maldita sea… ¿Cuándo me he vuelto tan sensiblera…?

El sonido de un cristal al romperse frente a mí me saca de mi autocompasión. El espejo que había estado observando segundos antes acaba de hacerse añicos, y sus cristales yacen ahora esparcidos al otro lado de la habitación. En el marco brilla, de forma casi imperceptible, una varilla fina y alargada que se va apagando lentamente ante mi atónita mirada.

-¿De dónde ha salido eso?


-¡Buen trabajo hoy, Wïlden!- Me comenta el propietario del local cuando se ha ido el último cliente, pasada la hora de cierre.

Suelto la fregona en el cubo, exhausto. He pasado los últimos veinte minutos de mi jornada fregando baños, la cocina y parte de la planta baja del bar, pero creo que ha merecido la pena. He logrado escuchar mucho de lo que necesitaba Kenlish para la fase dos de la operación, por lo que cuando me vuelvo hacia mi jefe lo hago con una sonrisa victoriosa en el rostro.

-Muchas gracias, jefe. Intento hacerlo lo mejor que puedo.- Me acerco hacia la barra, donde mi superior, un hombre entre los treinta y los cuarenta años élficos y con aspecto fornido, acaba de depositar mi paga de la semana.

-Oye, me han comentado algunos profesores que has abierto un nuevo club en el campus… ¿entraste a trabajar aquí para conseguir fondos extra, por casualidad?- Me pregunta con curiosidad cuando recojo los créditos.

-Más o menos. El instituto sólo nos dota de lo más básico para el funcionamiento, y si necesitásemos algo de forma urgente tendríamos que esperar demasiado a que ellos nos lo proporcionaran. Con estos fondos extras podríamos conseguirlo en mucho menos tiempo, así que son algo similar a un método de emergencia.- No deja de ser mentira lo que he dicho, pero se acerca bastante a la realidad.

-Bueno, pues espero que no dejes de venir por aquí cuando tengas créditos suficientes… Rara vez consigo encontrar a un empleado tan dedicado como tú.

Recojo el cubo y la fregona, riendo tras el comentario. En cuestión de cinco minutos, ya hemos adecentado todo el local y me despido hasta el día siguiente, mientras él echa el cierre. El aire de la noche me acaricia el rostro, provocándome un escalofrío por todo el cuerpo. Me enfundo la chaqueta de mi uniforme y avanzo en dirección al parque central del distrito, mientras los edificios desfilan a mi alrededor.

Al pasar junto al edificio de la clínica del distrito 16 vuelvo a sentir un escalofrío, a la vez que una sensación amenazante empieza a despertar mi sexto sentido. Me detengo junto a una fuente que hay frente a la entrada sur del parque, observando el camino que he venido siguiendo desde que salí del trabajo. Sin embargo, toda la zona está desierta, a excepción de un par de personas de la clínica que han salido a fumar junto a la fuente. Ninguno de ellos me transmite malas intenciones.

-Extraño… ¿Será mi subconsciente?- Empiezo a andar de nuevo, adentrándome en el parque y acelerando el paso.-Nunca había pasado tanto tiempo sin incidentes… Quizás me esté volviendo paranoico.

Un par de minutos más tarde alcanzo una de las múltiples encrucijadas que hay diseminadas por el parque, una de las pocas cuya red de iluminación se encuentra en mantenimiento en esos momentos. La luz de la luna a duras penas alcanza para qué distinga los contornos de mis brazos y piernas. El lugar es idóneo para tender una emboscada a estas horas de la noche, y ese pensamiento hace que se me acelere el corazón, a la vez que me pongo en tensión involuntariamente.

Una sensación de ansiedad me recorre la espalda, paralizándome las piernas. Me parece percibir que algo se mueve entre los árboles en los márgenes del camino, acercándose a mí lentamente. Mantengo un ojo pendiente de esa figura borrosa que avanza a gachas, mientras mi habilidad especial me rebela la presencia de varias personas más que avanzan hacia mí tratando de encerrarme en un círculo casi perfecto. Sólo hay un hueco por el que no parece acercarse nadie: justo a mi espalda, por el sendero que he recorrido para llegar hasta aquí.

Ordeno a mis piernas que se muevan y me doy la vuelta rápida y sigilosamente, recorriendo varios metros en apenas un par de zancadas, pero un objeto metálico me golpea de lleno en la cara surgiendo de la oscuridad. Caigo al suelo, aturdido por el golpe, notando como la sangre empieza a brotar de mi nariz rota. Mis ojos perciben la silueta de otra persona que sostiene aún la barra de metal con la que acaba de golpearme, pero inexplicablemente no he sido capaz de ubicarle con mi habilidad momentos antes.

De pronto, el miedo se apodera de mí al observar esa figura tenebrosa. Algo en él, que soy incapaz de distinguir, me paraliza cuerpo y mente con esa sensación gélida. Soy incapaz siquiera de levantar los brazos para protegerme cuando alza de nuevo su arma y empieza a golpearme con ella, mientras el resto de presentes se abalanzan sobre mí también como aves carroñeras. Soy capaz de sentir su emoción primitiva junto con mi propio miedo  y dolor.

Una barra alcanza una de mis rodillas, arrancándome un aullido de dolor al sentir como el hueso se rompe tras el golpe. Se deleitan haciéndome sangrar con algo afilado, y destrozando mis extremidades una tras otra. Me siento impotente, soy incapaz de hacer nada para evitar sus agresiones y por primera vez… Tengo miedo de morir.

Y entonces, sin siquiera haberlo podido ver venir, uno de los golpes va directamente hasta mi nuca… Y todo se tiñe de rojo. Ya no hay dolor. Ya no hay nada. Me he adentrado en el vacío.


-El señor Culdock ha llegado, excelencia.- Anunció su secretario a través del interfono de su despacho.

-Hazle pasar.

Segundos más tarde, Miav Culdock entraba con aire de hastío en el despacho. Se dirigió con su parsimonia habitual hacia el enorme escritorio de madera noble que había al otro lado de la habitación, junto a los enormes ventanales que dejaban entrever el magnífico paisaje urbano de la ciudad flotante de Eylissia. Ni siquiera prestó atención a los nuevos ejemplares que ocupaban las estanterías a ambos flancos de la habitación, muchos de los cuales no se encontraban allí la última vez que le llamaron a ese lugar.

 -¿Sabes que me estás haciendo perder un tiempo valiosísimo que podría estar empleando en perfeccionar mis teorías sobre la evolución de…?-Comenzó a decir Miav al tiempo que se sentaba en una de las enormes butacas frente al escritorio.

-Si, Miav, lo sé. Una teoría en la que llevas enfrascado desde que lograste tu doctorado y que no ha avanzado un paso desde hace 35 años- Lo cortó la voz de quien lo había citado, cuyo sillón se encontraba de espaldas al recién llegado, observando hacia el exterior.- Y sí, sé que consideras que éste tipo de reuniones son una pérdida de tiempo para ti. Te conozco mejor de lo que piensas, amigo mío.

-Pues si así son las cosas, ¿para qué me haces desplazarme cientos de kilómetros para venir a verte? Lo que sea que quisieras podrías habérmelo dicho por carta o por conversación telefó…

-Miav, no seas ingenuo. Sabes que nuestra organización y Solenopsis están en una guerra fría desde hace muchos años. Si fuera un asunto normal no me importaría comunicártelo por esas vías, pero esto… No lo es. Hoy te he llamado para asignarte la tarea con la que pagarás tu ingreso en nuestras filas.

El señor Culdock enarcó una ceja, cogido por sorpresa. Cruzó las manos sobre el escritorio y fijó la atención en el respaldo del enorme asiento de su interlocutor.

-Le escucho…

-Hace unos meses, uno de nuestros agentes en la Ciudad Escuela de Zeblorg informó de un considerable incremento de la actividad de Solenopsis en la institución. Concretamente, en el sector 16, parecen estar fomentando la creación de una filial de estudiantes afectos a sus ideales…

-Es preocupante, sin duda. Que empiecen a captar nuevos miembros desde esas edades puede decantar a su favor la situación política del país en los próximos años… Por no hablar que es algo ilegal…- Comentó Miav mientras volvía a recostarse contra su butaca.- ¿Quieres que…?

-No he terminado, amigo mío.- Le interrumpió de nuevo su líder.- La creación de este tipo de “bandas”, porque no se me ocurre otro calificativo para las actividades que vienen realizando, es claramente una violación de la Ley de Partidos Politicos, junto con algunos preceptos penales que me ocurren ahora mismo. A estos chavales se les pueden atribuir a día de hoy más de una docena de agresiones y actos de acoso y amenazas contra otros estudiantes, generalmente objetivos que sus superiores de Solenopsis les designan previamente. Tienes todos los detalles al respecto en el informe que tienes a tu izquierda.

Miav se acercó una carpeta de color piel que tenía en la mesa ante sí. Empezó a examinar el informe con curiosidad: incluía una lista de los agentes de Solenopsis ya identificados con presencia en la ciudad escuela, junto con fotografías y análisis de perfil de los estudiantes sospechosos de integrar la organización juvenil, así como los informes relativos a los delitos que se habrían cometido instados por los primeros.

-“Operación limpieza de sangre”… ¿Me estás diciendo que están yendo a por los estudiantes semielfos?

-Eso al menos es lo que se infiere del nombre con el que han denominado a ésta operación. Nuestro agente en la ciudad ha espiado algunas de las reuniones secretas de los agentes de Solenopsis y así dice que se refirieron al tema.

-Esto ya es muy preocupante…no, vomitivo.

-Tienes toda la razón. Hay que pararles los pies cuanto antes, y por eso quiero pedirte que vayas al distrito 16 de Zeblorg e investigues todo lo posible para poder solicitar cargos penales a los responsables.

-Soy físico teórico, pero sobre todo un erudito, no un espía. Estoy seguro que dentro de la organización tienes personal altamente cualificado para esta labor…

-Para esa sola tarea, tal vez si. Sin embargo, aparte de esta misión de espionaje, para la que contaras con la ayuda de nuestro agente ya instalado, hay algo más que sólo TÚ puedes hacer.- Miav permaneció en silencio. Sus ojos se movieron inconscientemente hacia la otra carpeta, de color verde, que había sobre el escritorio.- La otra carpeta que tienes ante ti contiene la información de un sujeto especial al que mantenemos bajo vigilancia desde hace años. Solenopsis le ha marcado como objetivo de sus actividades recientemente, y eso nos preocupa seriamente. Tu misión, es asegurarte de llevártelo contigo al acabar el curso.

-Así que un… ¿Estudiante VIP?- Comentó Miav mientras alargaba la mano para coger la carpeta.- ¿Qué tiene de especial para que le estemos vigilando?


-Ese VIP será mi sucesor, Miav.- El señor Culdock dejó caer la carpeta al suelo. Alzó la vista lentamente, hasta dar con los ojos de su interlocutor, que por fin se había dado la vuelta.- Y cuando llegue ese día, será él quien aclare el incidente que nos llevó a invadir Zeravla… Y a casi exterminar a toda la raza humana.

jueves, 7 de noviembre de 2013

Reestreno con Doble Capítulo

¡Hola a todos! Sí, hemos vuelto y sentimos muchísimo las molestias causadas por todo este tiempo sin poder publicar nada debido a problemas personales de ambos, tanto Erain como Fazermid.

Pero aun así podemos afirmar con seguridad que la próxima semana del 11 al 17 de noviembre colgaremos dos capítulos de Relatos de Isnir. Uno el lunes, y otro posiblemente el viernes.

Pedimos nuevamente disculpas por este inmenso retraso y esperamos de corazón que estos dos capítulos sean de su agrado.

Vamos a intentar amenizar las lecturas con vídeos musicales por lo que recomendamos que reproduzcan dicho vídeo antes de comenzar la lectura. Pero sobre todo darles las gracias a todos aquellos que aún sin colgar nada en el blog han seguido visitándonos.

Un saludo y les esperamos a todos el próximo lunes.

Erain Dearrir & Fazermid

miércoles, 10 de julio de 2013

Vista Previa, Capítulo 7º

¡Hola a todos! Sí, así es: "nosotros decimos, nosotros cumplimos" como nos gusta pensar ;P Después de todo si acordamos hace ya casi dos meses que volveríamos en torno a la segunda semana de Julio pues no es motivo para demorarse ni un minuto más, ¿no es así?

Para los que lleven tiempo sin leer los capítulos y sobre todo para que no tengan que estar otra vez buscándolos por el blog para volver a leérselos, aquí les dejamos un resumen de lo que ha pasado hasta ahora en la historia:

"Wilden es un elfo que vive en una isla flotante que cumple con la función de una 
ciudad escuela, Zedblorg. Lamentablemente su vida no podría ser más desdichada
pues todos sus compañeros e incluso algunos profesores se meten con él diariamente
dado que es medio humano e históricamente los elfos entraron en una guerra con 
la raza humana años atrás, de ahí su desprecio hacia el chico.

Es allí donde conoce a Kenlish, una muchacha de su edad que estudia en una clase
mucho más avanzada que la suya. Un día ella le hace una proposición: vengarse de todos aquellos que se meten con ellos dos (pues ella también sufre los mismos problemas 
aunque sea una elfa pura).

Ambos deciden formar un club como actividad extra-escolar para así tener una base
de operaciones de la que poder partir y maquinar sus planes. No obstante, toda 
la operación se ve ofuscada nada más comenzar un día en que unos compañeros
acorralan a Kenlish en el baño de chicas y abusan físicamente de ella
sin que Wilden ni el profesor que han conseguido como tutor y vigía del club pudiesen evitarlo..."

Bueno hasta aquí el resumen de los últimos 6 capítulos que hemos colgado, ¿qué harán ahora los chicos?, ¿dejarán a un lado la operación: Vendetta?, ¿seguirán a adelante con más ganas?

Para hacerles boca a todo esto les dejamos como siempre el plano donde pueden ver en qué lugares estará ambientado el capítulo 7 que intentaremos colgar entre el jueves y el viernes de esta semana:

  1. Cara Norte: 
    • En verde (suave):  la zona deportiva (distrito de clubes, instalaciones deportivas, etc.)
    • En verde (intenso): el parque
  2. Cara Sur: 
  • En amarillo: zona de ocio (tiendas, teatros, auditorios, bares, restaurantes,...)

sábado, 15 de junio de 2013

Verano Lector

Hola a todos de nuevo!! como algunos ya estamos en verano, vacaciones, fiestas de guardar y similar; bueno a Erain y a mí aun nos queda un mes para "descansar" pero eso no quita que no sigamos pensando en Relatos de Isnir.

Por eso y dado que hemos tenido problemas con la sección de encuestas, queremos hacerles una pequeña pregunta para que nos comenten: ¿Para este verano, qué libro tienen pensado o ya están leyendo?

Si les parece comienzo yo: Juego de Tronos, volumen 4º (Festín de Cuernos), la verdad es que llevo ya unos cuantos meses pero con los exámenes confieso que me quedan menos de 100 páginas que me tienen asqueado de querer leerlas y no poder. Además ya tengo reservado el volumen 5º de la misma saga (Danza de Dragones) para seguir en cuanto me termine el anterior. Pero claro hasta mediados de Julio está imposible la cosa xD.

Muchas gracias a todos y por favor comenten por aquí hasta que se solucione este problema con las encuestas.

Un Saludo!!

miércoles, 1 de mayo de 2013

Fin de la encuesta

¡Hola a todos!, me alegra publicar una nueva entrada a pesar de que por razones personales no podemos escribir hasta Julio. Pero eso no quita que no podamos comentar la conclusión de nuestra última encuesta publicada.

Hemos de comentar que ha habido una serie de problemas técnicos con ella y al final no tenemos muy claro que opción ha obtenido mayor porcentaje de votos así que vamos a realizar un "parche" y usaremos el término medio: "capítulos entre 5 y 7 páginas de extensión".

De todas formas si hay alguien que tenga algún inconveniente que no dude en comentar y darnos su opinión al respecto, ¡esto lo hacemos sobre todo por ustedes!

Muchas gracias y un saludo por parte de Antafi, Erain y Fazermid

martes, 23 de abril de 2013

Relatos de Isnir. Capítulo 6


Fase 1.

Conseguir que Wïlden entrase a trabajar en el bar fue diez veces más sencillo que reunir miembros para el nuevo club. Al contrario que mi amigo, yo nunca he tenido talento para las relaciones sociales, y mi capacidad empática es más bien tendente a nula. Por eso, cuando el lunes siguiente comenzamos a cazar posibles fichajes, sólo él había logrado reunir algunas firmas de alumnos cuando nos reunimos para almorzar en la sala de estudios, donde nos conocimos.

-No se te da muy bien convencer a la gente, ¿eh, Kenlish?- Me comenta mientras ojea mi lista, a la vez que pincha un pedazo de tomate de su guarnición de ensalada.

-Soy un desastre para estas cosas. Cuando estaba trazando el plan no se me pasó por la cabeza que fuera a ser tan difícil para mí pedirle estas cosas a la gente…- Observo con desilusión las ocho firmas que ha conseguido mi compañero. Trato de ahogar mis penas hundiendo mi cuchara en el cuenco de crema de zanahoria, pero enseguida vuelvo a hablarle sin darme cuenta.- ¿Puedes darme algún consejo para reunir las diez firmas que nos faltan?

-¿Dónde has intentado reunir las tuyas?- Me replica mientras corta un pedazo de filete de su plato.- Lo digo porque me he dado cuenta mientras reunía las firmas de que los de la primera planta son más reticentes a unirse a nosotros. No paraban de mirarme de mala forma, y me transmitían una sensación de desprecio que no me gusta nada. Pero en cuanto me dio por probar en la segunda planta empecé a tener buenos resultados. Es casi como si fueran dos mundos separados, porque ninguno me dio malas sensaciones.

-¿En serio?- Las ocho firmas de Wïlden se iluminan ante mis ojos, como si fueran algún tipo de mensaje divino.- ¿Todas son de clases de la segunda planta?

-Así es. Y debo añadir que estas ocho las he conseguido en sólo diez minutos del recreo de esta mañana. Los primeros veinte me los pasé persiguiendo gente de nuestro pasillo como un pato tras su familia.- Se pone pensativo mientras saborea su trozo de filete.- Creo que si terminamos pronto de comer y nos metemos en sus clases podríamos conseguir las diez firmas que necesitamos antes de que empiece el periodo de tarde.

-No me ilusiones, Wïlden, que me puede dar algo.- Sus colmillos me llaman la atención cuando me dedica una sonrisa de orgullo, pues resaltan sutilmente sobre el resto de su dentadura.- Y… ¿Estás usando esa habilidad que me contaste para identificar a los sujetos más propensos a unirse al club o lo has estado haciendo a voleo?

-Bueno, dicho así parece que esté haciendo trampa…- Reprimo la risa cuando se sonroja tras mi comentario. Aparta la mirada de mí y se queda observando por la ventana.- No puedo evitarlo. Desde que te comenté esto en el Swarthen no dejo de percibir emociones con más intensidad al observar a la gente. Es como si tras contarte mis impresiones hubiera tomado consciencia de esa capacidad y esta se hubiera fortalecido.

-Bueno, si es una habilidad innata en ti no creo que estés haciendo trampa… Y no voy a quejarme si además la estás usando para ayudarnos en nuestro objetivo.- Apoyo la barbilla sobre mis manos y lo observo con un extraño cariño brotando de mi pecho. De pronto, me doy cuenta de algo muy importante y me reincorporo de golpe.- Dime una cosa… ¿Eres capaz de averiguar cómo me siento yo ahora mismo?

Wïlden se ruboriza hasta la punta de las orejas. Sus ojos adoptan una expresión de terror, como si acabaran de darle un susto de muerte, y se vuelve tan rápido hacia mí que se da un golpe en la mano con la esquina de la mesa. Y al mismo tiempo, yo me estoy muriendo de vergüenza.

-¡Oh, joder…!- Me tapo la boca con las manos y trato de utilizar todo mi autocontrol para ocultar cualquier expresión externa de mis emociones, pero dudo que la habilidad de Wïlden tenga su fundamento en el lenguaje corporal.- ¿Eso es un sí…?

-No, no… Quiero decir, si quisiera podría averiguarlo pero…- Wïlden sacude la cabeza y hace un gesto negativo con las manos, completamente nervioso.- No sé cómo funciona esto, pero puedo “ignorar” la información que me llegue mientras no me interese interpretarla. Es decir, que puedo aislar lo que me transmite una persona si yo quiero.

-¿Qué significa eso exactamente?

-Significa que respeto tu amistad, tu intimidad y que estoy ignorando tus emociones desde el momento en que nos hemos quedado a solas.- Le lanzo una mirada tan penetrante que se acaba revolviendo en su asiento, incómodo.- Es la verdad. Si antes me he sobresaltado es porque la pregunta me ha cogido completamente por sorpresa.

-Vale… -Sigo sin estar convencida del todo, pero Wïlden tiene tal aspecto de perro apaleado que le acabo creyendo por lástima.- Está bien, me lo creo.  En cualquier caso, que seas capaz de aislar a las personas es un plus añadido a tu habilidad. Ojalá supiera cómo funciona exactamente, me gustaría poder entender mejor a las personas a mí también.

-Puedes practicar conmigo…

-No es lo mismo, Wïlden. Yo puedo tener delante a una persona sonriendo porque le ha ocurrido algo bueno y acabar pensando que maquina algo malvado.

-Pues vamos a practicar entonces.- Mi compañero apoya la cabeza en una mano y me mira con aspecto de cansancio.- ¿Qué te transmite esto?

-Que te aburres.

-No, es condescendencia. Significa que me das lástima.

-Capullo...


-¿Así que un Club de Geología?

Me encuentro en la Secretaría de Asuntos Académicos, una sala de la primera planta del instituto y que comparte espacio con la Conserjería del mismo. En éste lugar es donde la administración del Distrito 16 de la Ciudad-Escuela de Zeblorg recibe las peticiones de los alumnos, las cuestiones relativas a las residencias o a los clubes.

Ya hemos logrado reunir unas maravillosas veinticinco firmas de alumnos para unirse al Club, una cifra ligeramente por encima de lo que nos habíamos propuesto Wïlden y yo en un primer momento. Y todo ello, antes de que comenzaran las clases de la tarde, tal y cómo mi compañero había vaticinado durante el almuerzo, razón por la que me encuentro ahora, terminada la jornada, presentando la solicitud de creación del club.

-¿Van a acaparar usted y el señor Wïlden todos los cargos de gestión del club, señorita Kenlish?- La secretaria que me está atendiendo me mira por encima de sus gafas de media luna con suspicacia.- Es poco usual que sólo haya dos miembros en el gobierno de un club, más siendo tantos inscritos…

-Wïlden y yo somos los miembros fundadores. Hasta ahora los demás miembros sólo se han mostrado interesados en inscribirse, pero cuando tengamos un par de reuniones en el club seguramente designaremos otros miembros para los demás cargos. Solamente nos hemos limitado a preguntar si querían unirse a nosotros.

-Entiendo… Pero aún con esa promesa veo muy difícil que te podamos conceder el permiso para la creación del club.- Me devuelve el formulario y las firmas con cara de lástima.

-¿Pero por qué?- Recojo los papeles con cara de estupor.- ¡Tenemos más miembros inscritos del mínimo necesario!

-Si, es cierto, y me alegra mucho que aún haya gente que se atreva a fundar nuevos clubes como este. Cuando yo estudiaba hace años hubo unos cuantos alumnos que quisieron montar un Club de Astronomía, pero no lograron el mínimo de miembros que se requería para concederles un local de trabajo. Sin embargo, tú tienes otro problema: no tienes un padrino de clubes.

Mi cara debe ser todo un poema, pues la mujer suelta una pequeña risita al verme. Se acerca a las estanterías que hay junto al mostrador de recepción de pedidos y extrae un grueso archivador con el año actual grabado sobre la cubierta en letras oscuras. Lo abre por la mitad y me muestra una hoja de inscripción del Club de Tenis.

-¿Ves que junto a los nombres de los miembros de gobierno del club hay un recuadro con la leyenda “a cargo de” ? Ahí es donde se escribe el nombre del profesor que apoya la creación del club. Básicamente se ocupan de vigilar que el comportamiento de los miembros del mismo sea adecuado a las reglas del instituto y de apoyarlos en caso de que haya algún conflicto con la administración. Los alumnos generalmente los denominan Padrinos.

-¿Y es indispensable tener un padrino para poder crear el club…?- siento que un enorme pozo se ha abierto dentro de mi estómago.

-Lo es.- Mi interlocutora cierra el archivo y lo devuelve a su estante.- Lo lamento, Kenlish, pero si quieres crear el Club de Geología vas a necesitar encontrarte a un profesor que lo respalde. Ten.- Me tiende un pequeño librito hecho de papel reciclado.- Es un ejemplar con el reglamento del instituto en materia de clubes. Todo lo que necesitas saber en cuanto a ellos se encuentra ahí, desde su creación hasta el procedimiento que han de seguir en la solicitud de materiales para desarrollar su actividad.

-Gracias…Al menos esto nos será útil… Espero.


-Parece mentira que se te pasara algo tan obvio, Kenlish.- Me reprocha Wïlden un rato más tarde cuando voy a dar con él junto a las cristaleras del rellano del primer piso.- ¿Un profesor en el club? Ya nos han jodido antes de haber terminado siquiera la fase previa…

-No tiene por qué. Lo único que necesitamos es encontrar al profesor adecuado.- Cruzo los brazos y empiezo a meditar las características que necesitaría cumplir nuestro padrino para tener éxito en nuestra empresa.- Tiene que ser alguien que no se preocupe demasiado por los formalismos del instituto, alguien que pueda llegar incluso a aborrecerlo igual que nosotros. Sería perfecto que estuviera marginado por sus compañeros, porque eso nos daría algunos puntos a su favor a la hora de convencerlo. Y por supuesto, debe tener una especialidad cercana o relacionada con la Geología, para que pueda sentir quizás algo de simpatía hacia el club…

-Sólo con que cumpla dos de esas ya sería bastante.- Wïlden suelta un suspiro de cansancio y se incorpora lentamente del banco en el que ha estado sentado hasta este momento.- Un paria… ¿Conocemos a algún profesor que encaje en esa descripción?

-¿No has oído nada este fin de semana en el bar?- Empezamos a caminar hacia las escaleras para salir del instituto. La luz del exterior indica que deben quedar pocas horas más de luz, por lo que en poco menos de una hora cerrarán las puertas.

-Solo he estado trabajando cuatro horas este sábado, Kenlish. Con lo que he podido oír no basta para saber quién está más o menos marginado entre el profesorado. Necesitaría más tiempo, quizás dos o tres jornadas más de trabajo…

-Eso llevaría al menos una semana más.

-Sí, y eso suponiendo que acudiese el máximo número de días que me han ofrecido. Pero salvo que de repente me convierta en ti para poder hacer todas las tareas de castigo que me manda Rasmus y el resto de profesores cabrones, no tengo tiempo suficiente para ir más de dos veces por semana.

-Te ayudaré con las tareas.- Wïlden se para en seco y se queda observándome un par de escalones por encima de mí, con la boca desencajada.- Te necesito al cien por cien para poder sacar esto adelante. Además, generalmente las tareas que nos mandan en la clase 1-A las hago con los ojos cerrados, no me supone ninguna molestia.

-Kenlish…- Wïlden baja hasta mi altura y coge mis manos entre las suyas, observándome con un brillo de gratitud en sus ojos.- ¡Te adoro! ¡Gracias!

Noto como me arde la cara de la vergüenza y me apresuro a soltarme para darle la espalda a mi compañero. El corazón se me ha acelerado de forma brutal sólo con esas palabras, y aunque Wïlden sostenga que no está interpretando las emociones que le transmito, me da miedo que pueda enterarse de lo que me pasa antes de lograr averiguarlo yo misma. Esto es algo que nunca antes había experimentado, y no quiero compartirlo con él hasta estar segura de lo que se trata.

-No…No es nada.- El corazón va recuperando poco a poco el ritmo normal, pero ahora el fuego de mi cara se ha refugiado en su interior.- Vayamos saliendo, no quiero quedarme encerrada aquí toda la noche. Menuda bronca nos caería en las residencias si no nos ven aparecer.

Sin embargo, cuando apenas he dado un paso, Wïlden me frena posando una mano sobre mi hombro. Sus ojos han adquirido un brillo de entusiasmo repentinamente, y tras cogerme de la mano, tira de mí hacia una parte de las escaleras desde la que podemos asomarnos al piso inferior para observar. Se pone un dedo sobre los labios, indicándome que guarde silencio antes de que pueda preguntarle lo que le ocurre.

-Creo que he dado con nuestro padrino… Escucha.

Empiezo a prestar atención a mis oídos y rápidamente capto el sonido de una conversación procedente de la entrada al comedor de los profesores, justo al lado de las escaleras. Identifico la voz de Arxel Rasmus, en su característico tono de superioridad arrogante, junto con las respuestas desganadas de Elbuirp Dosait (la U es muda), nuestro profesor de Historia. Por lo que puedo entender en un primer momento, parece que el profesor Rasmus está vilipendiando la especialidad de su colega por alguna publicación reciente que ha hecho fuera del instituto.

-No creía que fuera posible que éste hombre se atreviese a meterse tan abiertamente con un compañero de profesión…- Le comento a un Wïlden que, inexplicablemente, sonríe abiertamente conforme avanza la discusión en el piso inferior.- ¿Es que acaso las normas de la escuela no existen para este hombre?

-Si se las salta para humillarme cada vez que se le antoja, no creo que le importen demasiado. ¡Ay, si pudieras sentir lo mismo que estoy percibiendo yo ahora mismo…! Dosait siempre tiene una cara de apatía suprema, pero ahora mismo da la impresión de que fuera a matar a Arxel en cualquier momento… ¡Que felicidad!

-¿Entonces has pensado pedirle al profesor Dosait que nos apadrine el club?- Wïlden asiente ensanchando aún más su sonrisa.- ¿Qué hacemos? ¿Esperamos a que terminen de discutir y lo abordamos camino de la residencia de profesores?

-Había pensado en echarle un cable ahora… Si interrumpo la discusión, Rasmus no tendrá de otra que largarse, porque si se empezara a meter conmigo, Dosait tendría motivos sobrados para denunciarlo ante el director. Y si Rasmus se larga, el otro se sentirá inevitablemente aliviado de haberse librado de esa mantis religiosa con traje, por lo que escucharía lo que tuviera que proponerle… Solo son suposiciones, claro.

-¿Quieres que te acompañe?

-No, no hace falta. Puedes subir de nuevo y esperarme en la sala de estudios, yo iré a buscarte cuando acabe de hablar con él… No sé cómo puede reaccionar si intentamos presionarle entre los dos.- Se da un golpecito en el pecho con el puño.- Confía en mí, no tardaré mucho.

Dicho y hecho, Wïlden sale corriendo con pies ligeros hacia la planta inferior. Puedo oír como golpea la sala de profesores y un remedo al saludo con el que Arxel nos obliga a presentarnos cuando llegamos tarde a alguna de sus clases, al tiempo que me incorporo y asciendo por las escaleras. No puedo evitar reírme al imaginarme la situación, con la cara de mi amigo asomando por el hueco de la puerta mientras el profesor Elbuirp reprime las ganas de responderle a Rasmus.

-Lástima no haberlo conocido antes… La de risas que me he perdido todo este tiempo.-Pienso mientras llego al rellano de la primera planta.- Los rumores no le hacen justicia: Wïlden es un chico muy divertido, a su manera.



De pronto, todo se oscurece y algo tira de mi pelo hacia atrás. Alguien me introduce algo en la boca cuando intento gritar, ahogando cualquier sonido que intente producir mientras me inmovilizan los brazos entre dos personas. No sé qué ocurre, me han tapado los ojos con algún tipo de vendaje y sólo oigo el ruido de pisadas a mí alrededor.

Intento soltarme, pero quienes me sujetan tienen más fuerza que yo y me arrastran por el suelo impunemente. Oigo como se abre una puerta cerca de mí, pero al golpear mi mano contra su marco se desvanece mi fugaz esperanza de que alguien acuda en mi ayuda. Intento resistirme con más fuerza, pero sólo consigo que mi camisa del uniforme se desgarre en un punto a la altura de los hombros.

Se abre otra puerta y me obligan a ponerme de rodillas en el suelo. Estoy aterrada, no puedo reprimir los temblores que recorren mi cuerpo de pies a cabeza. Entonces, alguien me retira la mordaza y trato de gritar en esos escasos segundos de liberación… Pero al instante hunden mi cabeza en un cubo de agua, intentando ahogarme.

Forcejeo, lucho por soltarme mientras contengo la respiración. Una tercera persona empieza a zarandear mi cabeza bajo el agua, agarrándome del pelo. Me dejan coger aire, sólo un segundo, y prosigue la tortura. Una, y otra, y otra vez, hasta que pierdo la cuenta, y dejo de luchar poco a poco.

Me siento débil, los pulmones me arden y siento cómo mi conciencia empieza a desvanecerse. Me doy cuenta de que, a pesar de no haber proferido sonido alguno en todo este tiempo, no he dejado de llorar ni un momento desde que ha comenzado esta pesadilla… De la que no voy a poder escapar.

-Wïlden… Ayúdame…


-Buenas tardes, queridos profesores. ¿Me conceden permiso para entrar?

Tanto Arxel como Elbuirp pegan un respingo al verme asomar la cabeza por la puerta. Adopto un semblante de sorpresa y arrepentimiento, fingiendo que ignoraba que estuvieran en medio de una tensa conversación. Noto como el profesor Dosait se relaja al otro lado de la mesa, donde tiene un pequeño montón de papeles que parecía estar rellenando cuando ha llegado Arxel. Sonrío para mis adentros al ver que mi estrategia empieza a surtir efecto.

-¡Wïlden! ¿Se puede saber que haces aún por aquí, liante?- Mi “querido” profesor de ética parece molesto.  Y digo “parece” porque, inexplicablemente, soy incapaz de captar lo que pueda estar sintiendo, algo que me desconcierta.- ¿No sabes que nunca has de interrumpir una conversación ajena?

-Mil perdones, profesor Rasmus. Llevaba un rato llamando a la puerta, y como nadie me respondía decidí abrirla para ver si el profesor Dosait estaba dentro.- Le dedico una mirada suplicante mientras le muestro los formularios que le he cogido a Kenlish.- Tengo algo que hablar con usted.

-Bien, pues resulta que ahora…

-El profesor Rasmus ya se iba, Wïlden, estate tranquilo.- Le lanza una mirada a Arxel que, de haber sido yo quien tuviera que soportarla, me habría hecho retroceder. Sin embargo, el otro se la sostiene sin inmutarse.- Largo.

-Está bien, está bien. Ya dejaremos la crítica de tus estudios sobre la arquitectura cibriense para otra ocasión… - Me dirige una mirada repentinamente envenenada cuando se dirige a la salida. Sin embargo, antes de que llegue a traspasarla, alcanzo a oírle soltar un comentario despectivo hacia Elbuirp.- Científico de segunda…

El portazo de Rasmus me deja con una situación incómoda entre manos. El profesor Dosait parece estar ahora más calmado que unos minutos antes, pero su rostro, que refleja tener una edad de no más de treinta y pocos años élficos, indica que aun podría dar un coletazo de mal humor si no llevo la conversación con cuidado.

Mientras pienso la manera de abordarle empiezo a observarle con detenimiento. Físicamente, es la antítesis absoluta de Rasmus: Elbuirt viste tonos claros frente al gris apático de Arxel, y su rostro denota una gran cantidad de energía interior, lo que, unido a su amplitud de espaldas y sus enormes manos, le asemeja a un volcán a punto de explotar. Su pelo es del color de la paja, y siempre lo lleva peinado hacia atrás, como queriendo resaltar el color castaño de sus ojos como elemento principal de su cara. Unos ojos que ahora mismo me evalúan con gesto de cansancio.

-Entre tú y yo, muchacho, gracias por cerrarle el pico a Rasmus. Tiene la mala costumbre de meterse a incordiar a otras personas sin dejar que hablen.

-No ha sido nada, profesor.- Sigue transmitiendo una pequeña sensación de molestia, pero ya apenas la percibo. Lo interpreto como una buena señal y decido rodearlo un poco más antes de atacar con mi propuesta.- ¿De qué va ese estudio que ha publicado, profesor Dosait?

-¿Lo preguntas por curiosidad o estás intentando camelarme para algo, chico?- Necesito todo mi autocontrol para no mutar mi expresión en sorpresa cuando escucho esas palabras.- Perdona, no te ofendas. A ningún alumno le interesa mi materia en esta escuela, y a menos gente aún mi especialidad académica en estos tiempos.

-¿A qué especialidad se refiere?- Pregunto intentando que se note un interés sincero en mi voz.

-Soy doctorado en Influencia Entre Razas, concretamente en la que ha ejercido nuestra civilización sobre los humanos en Zeravla y lo que ellos nos han aportado a nosotros… Todo ello basándome en la información de que disponía antes del aislamiento político de hace unos años… Supongo que recuerdas esa lección, ¿verdad?

Asiento brevemente. Recuerdo muy bien la primera vez que me contaron esa historia, hará ya dos años. Me sirvió para comprender, al menos en parte, las razones por las que me acosan en este lugar: un odio racista e irracional contra alguien cuyo pecado es ser ligeramente diferente.

-Los estudios cibrienses que he publicado son el resultado de una larga investigación que realicé durante años en el Reino de Cibrión, en la zona nororiental del continente zeravliano. Básicamente está centrado en su arquitectura, la gran población de usuarios de Luz a los que siguen denominando Dranes y sus manifestaciones de arte… Lo habría acabado antes, pero al perder mis fuentes primarias de información tras la Guerra de Aislamiento tuve que recurrir a otras vías…- Sacude la cabeza y agita una mano, como pidiéndome disculpas.- Lo siento, Wïlden, me he ido por las ramas. ¿Qué querías de mí?

Me acerco a la mesa y le  muestro los formularios de creación del club. Su expresión apenas cambia mientras va leyendo el texto, pero noto que empieza a emanar de él una serie de sentimientos encontrados. Cruzo los dedos para que ganen los que son favorables a mis intereses.

-¿Cómo es que un chico de la clase 1-F quiere fundar un club con la chica talento de la 1-A?- Me mira con suspicacia, como atisbando algo que no debería estar en mi rostro.- Porque chico, dudo mucho que a ninguno de los dos le interese particularmente la geología…

-¡Es que nos interesa! De verdad.- Noto enseguida que me he precipitado al hablar, porque el rostro de mi profesor se vuelve aún más escéptico.- Verá…-Necesito soltar algo convincente y digno de Kenlish para convencerlo y la conversación sobre el Reino de Cibrión me ilumina el camino. Tanto metafórica como literalmente.- En esta ciudad escuela siempre estamos viendo lo mismo: losas de piedra, asfalto, cemento y algo de tierra en el parque y los complejos deportivos… Kenlish y yo tenemos curiosidad por ver de qué está hecho… Lo que hay ahí abajo, fuera de esta isla flotante. Queremos saber, por ejemplo, como es el suelo que pisan los humanos en Zeravla.

Elbuirp y yo nos mantenemos una mirada intensa, mientras me apoyo sobre la mesa para reforzar mi gesto. No soy capaz de interpretar como se siente, y tampoco me arriesgo a intentar hacerlo, pues siento que cualquier movimiento por mi parte mientras lo hago podría desencadenar un desenlace que no me gusta. Finalmente, el profesor exhala un suspiro.

-No cuela.- Mis manos resbalan y me doy un golpe en la cabeza contra la mesa.- Vuelve a intentarlo con otro profesor… Y por cierto, te ha quedado muy natural ese golpe.

-Creo que con estas cosas lo suyo es preocuparse por la gente, no felicitarla.- Le replico mientras me froto la frente, sin entender en que he fallado.- ¿Significa eso que no va a apadrinar nuestro club?

-Exactamente.

-¿Pero por qué? No me ha dado una razón…

-Tampoco tú me has dado ningún argumento para que os respalde a ti y a la señorita Kenlish, Wïlden.- Me tiende de nuevo los papeles, ante mi estupor.- Además, aunque te ha quedado muy bonito lo del suelo de Zeravla, la Geología no es mi especialidad, por mucho que otra de mis especialidades sea la Arqueología y puedan hacer buenas migas entre ellas.

-Pero… Pero… ¡Tiene que ser usted!- Noto que mi empeño ha logrado despertar su curiosidad, y me aferro a esa posibilidad como a un clavo ardiendo.- Usted es el único que puede ser nuestro padrino. Los demás no…

Me quedo helado con la frase en la boca.  Algo frío y aterrador acaba de golpear mi mente de la misma forma que si me hubieran deslizado un bloque de hielo por el espinazo. Empiezo a observar a mi alrededor, frenético, buscando al causante de esa desagradable sensación que estoy sintiendo en el pecho y en mi cabeza, pero en la sala solo nos encontramos el profesor Dosait y yo.

-¿Te ocurre algo, Wïlden?- Me pregunta mientras se levanta a medias de su silla.

Yo casi ni le he oído. El frío se ha hecho más fuerte, y la garra en mi pecho amenaza con asfixiarme. No entiendo que me está ocurriendo, pero la sensación me es muy familiar. Es algo que he experimentado muchas veces en los últimos años…Pero nunca de forma tan intensa. Entonces, caigo en la cuenta de que esa sensación aterradora que me recorre no es mía… Sino que hay alguien experimentando un miedo tan grande en las proximidades que mi habilidad  la percibe a pesar de encontrarme razonablemente lejos de la persona en cuestión.

-Creía que Kenlish y yo éramos los últimos en salir del instituto, aparte del profesor Dosait y Rasmus…- Jadeo para respirar. La tenaza del pánico no afloja, y ahora mi propio cuerpo empieza a apremiarme para ir en busca del origen de esta sensación y ponerle fin a su sufrimiento.- Un momento… ¿No será? ¡Kenlish!

Salgo corriendo de la sala haciendo caso omiso a la llamada de Elbuirp, y vuelo por las escaleras hasta el primer piso. Me detengo frente a la puerta de los baños de las alumnas, de donde siento que emana la sensación de horror que me ha golpeado en la planta baja como un martillo. Intento abrir la puerta, pero alguien parece haberle echado el pestillo así que la aporreo llamando a Kenlish. No oigo ninguna respuesta verbal, pero al acercar mi oreja a la puerta puedo oír unos sollozos lastimeros en el interior de los servicios. Mi amiga, está ahí.

-¡No te acerques a la puerta!- Le grito a la vez que empiezo a embestirla con el hombro. El primer golpe me duele, y la puerta ni siquiera se ha movido un milímetro. Suelto un grito de rabia y arremeto otra vez, con idéntico resultado.- ¡Mierda!

Al echar de nuevo un ojo a la cerradura me doy cuenta de que la llave que usa el conserje para abrir los servicios cada mañana se ha partido dentro de la misma, obstruyéndola. Lleno de rabia, golpeo de nuevo la puerta, desesperado por entrar y auxiliar a Kenlish, y en esas lides me encuentra Elbuirp cuando sube a por mí.

-¿Qué está pasando, Wïlden?- Me pregunta en un tono serio mientras se acerca hasta mí, con aire preocupado.

-¡Kenlish está ahí dentro! No sé que le habrá ocurrido, pero he llamado varias veces y no me responde. Además, alguien ha partido la llave dentro de la cerradura y no hay manera de abrir esta puerta.- Le contesto mientras hago ademán de volver a golpear la puerta, pero Elbuirp me detiene antes de llegar a rozar la hoja.

-Si sigues haciendo eso solo conseguirás hacerte daño. Las puertas del Distrito 16 tienen un refuerzo elemental que impide que los nuevos usuarios puedan romperlas sin querer al despertar sus poderes.

-¡¿Y qué hago entonces?!- Estoy tan angustiado que ya no distingo si la desesperación que siento es la mía propia o la de Kenlish en el interior.- El instituto ya debe estar vacío  debemos de ser los últimos que queden aquí dentro. Ir a buscar ayuda a la zona sur del distrito me llevaría como poco quince minutos para ir y al menos otros tantos para volver. Y eso sin contar lo que me hagan esperar los del equipo de bomberos para encontrar un ariete con el que derribar esta puerta. ¡No pienso dejarla sola ahí dentro todo ese tiempo!

-Wïlden…- Elbuirp me aparta de la puerta con suavidad y me agarra por los hombros.- Tienes que controlarte mejor. No se nos enseña desde pequeños a controlar nuestras emociones por nada: ante una situación como ésta debes mantener la cabeza fría y pensar con claridad. ¿Me has entendido? Ahora inspira hondo. Eso es. Cálmate.- Se aparta de mí y me deja su chaqueta de pana a la vez que se desabrocha un par de botones de su camisa.- Antes te he dicho que estas puertas están trucadas para que los novatos no sean capaces de derribarlas… Pero si las enfrentas contra un usuario veterano, la cosa cambia.

No creo que pueda olvidar jamás lo que veo a continuación. Elbuirp mide dos pasos de distancia respecto a la puerta y extiende ambos brazos hacia los lados, trazando un círculo en el aire mientras respira profundamente. Su mano izquierda se detiene sobre su corazón mientras su derecha vuelve a alejarse del cuerpo. Entonces, al ladearse, noto como se levanta una brisa en el pasillo, que va creciendo en intensidad rápidamente hasta formar un auténtico vendaval. Creo ver una especie de lazos trazando círculos alrededor de la mano de mi profesor, pero para cuando creo estar siguiendo el movimiento de uno de ellos, la puerta sale despedida de su marco al ser golpeada por el elfo.





-Ya ves… Lo que cambia las cosas el ser capaces de usar tu poder.- Se vuelve hacia mí con el rostro ligeramente contraído en una mueca. No soy capaz de discernir a que se debe, pues las emociones de Kenlish ahogan todo lo que pueda sentir de otras personas.- ¿Tú no tenías prisa, chaval?

Asiento y le tiendo su chaqueta a la vez que me meto a toda prisa en el baño, parándome una milésima de segundo a contemplar la puerta recién reventada. Está combada en el punto donde la mano de Elbuirp la ha golpeado, y alrededor de la marca del puño hay una serie de rasguños considerables, como si alguien se hubiera dedicado a afilar cuchillos en la madera.

-Usuario de Viento, sin duda… Espero que Dragamsel nunca aprenda a controlar así su poder.

Empiezo a otear el baño, buscando alguna señal de Kenlish. Veo una puerta abierta al fondo, y los zapatos de mi amiga tirados por fuera, por lo que me apresuro a llegar hasta allí. Pero al ver la escena del interior del cubículo siento como mi corazón es apuñalado por una daga de hielo.

Kenlish está tirada en el suelo, junto al retrete, hecha un ovillo. Toda su ropa está empapada, y su camisa ha quedado hecha jirones, revelando unos cortes que, a juzgar por las formas, han debido ser de arañazos. Sus brazos están cubiertos por unos feos moretones, y sus puños están tan apretados que gotean sangre de los lugares donde se está clavando las uñas. Una bufanda roja le tapa los ojos y el nudo está tan bien hecho que me lleva un par de minutos quitársela. Cuando al fin sostengo a mi amiga entre mis brazos, se aferra a mí sin parar de temblar y sollozar, aún presa de un miedo descorazonador.

-Tranquila, Kenlish. Ya estoy aquí, no tengas miedo.- La aprieto contra mi pecho, intentando ahogar la mezcla de rabia y dolor que me atraviesa el corazón en estos momentos.- Ya pasó, tranquila.

-Wïlden… ¿Por qué…? ¿Por qué?- Rompe a llorar en silencio, sin soltarme la camisa, que se va tiñendo de rojo conforme la empapan las gotas de sangre que manan de sus manos.- Los odio… Los odio y me dan miedo... Tengo mucho miedo, Wïlden…

-Lo sé, Kenlish.- Mis ojos se posan en Elbuirp, que se apoya en la pared del baño junto a la entrada y nos observa con rostro inescrutable. Pero ahora soy capaz de volver a sentir lo que él, y sé que la escena que tiene ante sus ojos le está dejando huella.- Lo sé, y juro por esta sangre que derramas sobre mí que quienes te hayan hecho esto van a pagarlo caro. No voy a dejar que vuelvan a hacerte daño, no pienso permitírselo.- Levanto a Kenlish en brazos y la saco cuidadosamente al pasillo de los baños. Entonces, me detengo ante el profesor Dosait y ambos nos sostenemos la mirada.- Le agradezco que me haya ayudado antes, profesor. En otra ocasión seguiremos con la charla donde la dejamos. Hasta entonces… Que tenga un buen día.

-No es necesario que vuelvas a preguntarme lo de apadrinar a vuestro club, Wïlden.- Me responde cuando paso por su lado.- Acepto tu oferta.