lunes, 18 de noviembre de 2013

Capítulo 8

"En el vacío"



Entrar en el vacío… Morir, tiene su parte positiva: ya no siento dolor. Ni miedo. No siento nada. Noto mi mente despejada, extrañamente lúcida. La sensación de ingravidez, de sentirme flotar en medio de éste espacio… ¿Blanco, puede ser? No, negro… Da igual. Percibo todo a mí alrededor en una escala de grises en constante cambio, si es que a esto puedo llamarle percepción.

¿Cuánto tiempo habrá pasado desde que llegué aquí? ¿Minutos, horas, días? ¿Tal vez años? No tengo ninguna referencia, ni siquiera el sonido de mi respiración o los latidos del corazón para calcularlo. Estoy fuera del espacio y del tiempo. Existo en otra realidad ajena a esos dos conceptos y a toda emoción.

-Me pregunto si Kenlish me echará de menos ahora que ya no podré estar con ella… Pobre chica. Con todo lo que ha sufrido y ya no podré… Un momento. ¿Por qué tengo estos pensamientos? ¿Por qué siento pena por ella si se supone que estoy muerto?

En cuanto tomo conciencia, noto un cambio en mi realidad. Unas volutas blancas empiezan a moverse a mí alrededor, como nubes mecidas por el viento. Puedo dirigir mi vista a voluntad, ya no estoy condenado a mirar fijamente hacia la inmensidad, pues empiezo a notar que vuelvo a tener brazos y piernas que responden a mis deseos. Mi mente ha generado un cuerpo nuevo, un cuerpo en el que late un corazón, que respira y siente como el que tenía estando vivo.

Muevo los dedos de mis manos, maravillado. Me siento estupendo, muy vivo a pesar de que todo cuanto me rodea sigue haciéndome entender que estoy muerto. Ni siquiera me preocupa el hecho de estar desnudo en este lugar. No siento frío ni calor, ni tan siquiera la sustancia similar a la nieve que ha comenzado a materializarse a mis pies.

Poco a poco, mi visión empieza a captar los contornos de unas gigantescas montañas que se extienden a mis pies. Entre los inmensos picos fluye un torrente incesante de nubes algodonadas, sorteando frenéticamente las cordilleras. Sobre mi cabeza, veo el movimiento del universo, la alternancia del día y la noche, la aparición y desaparición de lunas que jamás había visto en vida… Es un espectáculo maravilloso, lo más hermoso que haya visto alguna vez…

Siento ganas de compartirlo con alguien, mas la triste realidad de mi actual existencia cae pesadamente en mi conciencia. He muerto. Todos los que alguna vez conocí podrían seguir vivos en este entonces o bien podrían haber pasado al otro lado como yo en estos momentos… Unas lágrimas de desolación caen por mis mejillas, nublando mi visión.

-Maldita sea… ¿Porqué he tenido que irme tan pronto? Estaba empezando a vivir de verdad por primera vez desde que tengo uso de razón…-Me retiro las lágrimas de la cara y me dejo caer de rodillas sobre la cima de la montaña.- Ni tan siquiera pude hacer nada para evitarlo… El miedo me dejó paralizado nada más ver a ese tipo… ¡Joder!

Golpeo el suelo con todas mis fuerzas, y noto como tiembla la montaña de arriba abajo. Dejo que la rabia de mis últimos recuerdos se apodere de mí y continúo castigando la tierra, descargando mi ira.

-¿Qué coño le  habías dicho, Wïlden? ¿Qué no iban a volver a hacerle daño? Ni siquiera has sido capaz de protegerte a ti mismo, por Isnir. ¿Cómo tuviste la insensatez de jurarle eso a Kenlish, eh imbécil? ¡Muerto no vas a poder proteger a nadie, maldita sea!

Lanzo un grito a los cielos tras ese pensamiento. Y entonces, sin previo aviso, el universo se detiene. El horizonte está teñido con los colores del amanecer, el sol asomando desde mi izquierda y las lunas ocultándose por mi derecha. Una figura se recorta contra el disco solar que empieza a emerger, acercándose hacia mí. Aletea como un ave, pero incluso para mí desde esa distancia se me antoja demasiado grande para tratarse de cualquier clase de ave que conozca. Demasiado incluso para tratarse de una de las legendarias aves que montan los jinetes de la Guardia de Eylissia.

A medida que la criatura se va acercando a mí voy descubriendo, maravillado, que se trata del ser más cercano a la divinidad que he visto nunca. Si lo que decían los libros de historia de mi instituto era cierto, hubiera sido imposible para mi haber logrado ver un miembro de su especie en mi tiempo.

El dragón se posa ante mí agitando la nieve en gigantescos remolinos con sus alas. Sus escamas son blancas como la misma escarcha que pisa con sus patas. Su porte es tan elegante y majestuoso que me quedo anonadado observándole con todos los pelos de punta. Acerca su cabeza hasta mí, observándome con unos ojos verdes tan grandes como mi propia cabeza, con una mezcla de compasión y entendimiento en ellos.

-¿Recuerdas que hiciste una promesa?-El dragón me habla directamente a mi cabeza empleando mi misma voz, sin dejarme apartar la mirada de sus profundos globos oculares.- ¿Qué prometiste, Wïlden?

-Le prometí… Le prometí a Kenlish que la protegería. Que no dejaría que le ocurriera nada y que castigaría a quienes le habían hecho daño.-Ambos parpadeamos a la vez, sin dejar de sostenernos la mirada. Extrañamente, no me resulta raro estar hablando con este dragón, ni que éste conozca mis pensamientos y mi nombre.

-¿Y si tuvieras la oportunidad de cumplirla… lo harías? ¿Volverías a ese lugar donde tanto has sufrido y plantarías batalla a quienes quieren heriros a ambos?

-Yo… Si pudiera volver lo haría. Pero… No he sido capaz siquiera de luchar por mi propia vida… ¿Cómo saber que no volvería a dejarme vencer por el miedo, que no sería un cobarde que sólo es valiente de boquilla?

-Wïlden…- El dragón acerca aún más su ojo hacia mí, de forma que ahora lo único que soy capaz de ver es mi propio reflejo en su pupila.- El valor se demuestra con convicciones firmes. Si tu voluntad es fuerte, las cadenas del miedo no volverán a atenazarte. Sentirás que están ahí, nunca podrás librarte de ellas. La cuestión que aprender a convivir con el miedo… Y usarlo en tu beneficio.

-Hablas de miedos racionales… Pero, ¿Y el tipo que empezó esa paliza que acabó conmigo? Ni siquiera le vi la cara y mi cuerpo entero no era capaz de responderme…

-Todos los niños tienen miedos insuperables… Que se desvanecen al convertirse en adultos. Abandona tu crisálida… Y despierta al mundo como adulto, Wïlden.

-Es muy fácil decirlo cuando no te has enfrentado a tus miedos…

-¿Ah, sí? Dime, Wïlden, ¿Cuál es tu miedo?

Capto enseguida a dónde quiere llegar. Y al descubrir la respuesta, una sensación de revelación empieza a adueñarse de mi ser… Porque mi mayor miedo es morir. ¿Y por qué voy a tenerle miedo a lo demás si ya he experimentado el miedo supremo inherente a todo ser vivo? Mi visión empieza a nublarse cuando contemplo de nuevo mi reflejo en el ojo del dragón.

-Tenía miedo a morir. Pero si ya estoy muerto, ¿por qué temer a la vida?


Lenta, muy lentamente, voy abriendo los ojos. La conversación con el dragón aún sigue muy viva en mi cabeza, y por eso al ver el blanco techo sobre mi cama siento que estoy contemplando su cuerpo de escamas blancas. Enfoco la vista y me doy cuenta de que en realidad se trata de un falso techo cuadriculado pintado de ese mismo color.

Noto la mullida superficie de mi almohada bajo la cabeza. El tacto de las sábanas que envuelven mi cuerpo es suave y cálido, al menos en las partes que no se encuentran cubiertas por escayola y vendas. Al hacer inventario, me doy cuenta de que me han inmovilizado una pierna y vendado el pecho a la altura del diafragma. Mis brazos están cubiertos de grandes moratones y puntos de sutura, casi como si me acabaran de rescatar de las cuchillas de una batidora gigante. Y por la sensación que tengo en la cara, me da la impresión de que no debo tener mucho mejor aspecto. Casi doy gracias al notar que, dentro de lo que cabe, no he perdido ninguna pieza dental.

Observo la habitación en la que me encuentro. A mi derecha se encuentran los instrumentos de monitorización vitales y los diales con los sueros que me han estado introduciendo por vía intravenosa mientras yacía inconsciente. Las persianas que cubren la ventana me impiden ver a que ala de la clínica me han destinado, pero sí me permiten comprobar, por la luminosidad que entra, que se empieza a hacer de día en el exterior.

Frente a mi cama hay una pequeña estantería con algunas novelas antiguas, y justo a su lado, recostada con una manta cubriéndola por encima, duerme Kenlish. Tiene un aspecto ojeroso y descuidado, como si llevara varios días durmiendo mal. Al menos, para mi propio regocijo, ya apenas quedan secuelas en ella de la agresión que había sufrido en los baños aquella vez.

-He debido de pasar varios días inconsciente… De otro modo, aún quedaría algún rastro del ataque…- Me remuevo incómodo en la cama. Al mover mis brazos para incorporarme en el colchón, noto algo duro en mi mano izquierda, algo que no tiene que ver con los instrumentos clínicos que comprueban a cada segundo mi estado vital.- ¿Y esto…?

Alzo la mano y contemplo el impresionante anillo de plata que luce en mi dedo corazón. Tiene la forma de un dragón enroscado sobre sí mismo, y en su cabeza, a modo de ojo, luce una pequeña esmeralda. Su brillo es tan intenso que por un instante, al mover la mano para admirarlo desde otro ángulo, me parece que tiene vida propia.

-¿Cómo rayos he acabado con esto en el dedo?-Me viene a la mente la imagen del dragón de mi sueño y no puedo evitar sentirme estafado.- Menuda forma de sueño sugestionado…

Me recuesto contra la almohada y me dedico a observar a Kenlish mientras duerme, toqueteando inconscientemente el anillo. La luz se va abriendo paso en la habitación, hasta acabar bañando su piel de porcelana, dándole un aspecto realmente adorable. Siento el impulso de levantarme a correr un poco mejor las persianas, para evitar que se despierte, pero el yeso de mi pierna derecha me cubre desde el pie hasta medio muslo, de modo que no puedo ni siquiera intentarlo.

Empiezo a buscar alguna forma de correr las persianas cuando la puerta de la habitación se abre repentinamente. Un médico alto y delgaducho entra en mi cuarto con una carpeta bajo el brazo, sin apenas hacer ruido. Me dedica una mirada inquisidora cuando nos cruzamos las miradas, y por lo que logro interpretar con mi sexto sentido, lo hace con mucha curiosidad hacia mí.

-Así que te has despertado…- Se acerca hacia mí y evalúa mi aspecto con sus diminutos ojos castaños.- ¿Cómo te sientes, chico?

-He estado mejor, eso es evidente… Ahora mismo no me duele nada, creo que será por culpa de los sedantes que me hayan dado… Pero si que noto un picor por debajo de la escayola que me va a volver loco, ya que me pregunta…

-Sí, sí, es algo muy normal. Y más te va a picar si le sigues prestando atención…- Se toquetea un mechón de pelo, de un tono castaño claro y una textura tal que me hace sospechar que lleva peluca.- ¿Y psicológicamente?

-Pues… ¿Normal?- Me revuelvo en la cama, algo incómodo y confuso con la pregunta.- No sé, acabo de despertar después de casi haberme muerto por una paliza… ¿Debería sentirme de alguna forma en especial?

-“El paciente da indicios de tendencia psicopata al despertar del coma… Posible desvinculación con el mundo…”- Le oigo murmurar ala vez que escribe en un papel que lleva apoyado sobre la carpeta.- “Puede representar un peligro para quienes le rodean…”

-¡Eh, un momento! ¡¿Cómo que psicópata?!

-Chico, has estado a punto de morir. A tu edad normalmente este tipo de experiencias dejarían marcado a cualquiera, y sin embargo tu pareces completamente indiferente al hecho de que…

La puerta de la habitación vuelve a abrirse de golpe y una enfermera con cara de asesina atraviesa el portal, directa hacia el médico. Veo cómo éste retrocede un par de pasos, alejándose de la enfermera al tiempo que me transmite un miedo tremendo por la misma, a pesar de que prácticamente le saca dos cabezas a la misma. La mujer, por su parte, me transmite una sensación de enfado brutal, y su lenguaje corporal me indica que está haciendo un soberano esfuerzo para no gritarle.

-Doctor… ¿Le importaría acompañarme fuera unos instantes, por favor?- Le comenta al médico en un tono tan endulzado que me resulta escalofriante, habida cuenta de lo que estoy leyendo entrelíneas con sus emociones.

-Señorita, ahora estoy con un paciente, así que le ruego que…

-Insisto.- Añade la enfermera en un tono que no admitía replica, y para recalcar su decisión, agarra de la bata al doctor y empieza a tirar de él hacia la salida.- Señor Wïlden, enseguida estaré de vuelta con usted.

-Esto… Vale…-Comento con un hilillo de voz mientras observo como ambos personajes salen por la puerta de la habitación. Trato de concentrarme en las emociones que ambos emiten en cuanto se cierra la puerta, para no perderme detalle de lo que ocurre, y me sorprendo al percibir como la del doctor se torna de miedo a intensa angustia, típica de quien padece claustrofobia. Rápidamente, noto que empieza a alejarse a toda prisa, mientras que la enfermera queda rezagada, pero enseguida comienza a ir tras él, tornándose en ansia.

Me figuro lo que acaba de ocurrir: él médico se ha zafado de la enfermera y ha salido por patas para huir de ella, y ahora ésta trata de darle alcance por algún motivo que aún no alcanzo a entender. Me dejo caer de nuevo hasta quedar recostado sobre la cama, mirando al techo, sin entender lo que acaba de pasar.

-Ya ha estado haciendo de las suyas otra vez ese extraño doctor…-Comenta otra voz en la habitación.

Me incorporo tan aprisa que las costillas rotas me producen un dolor agudo en el pecho, casi impidiéndome respirar por unos segundos. Cuando al fin se me pasa el dolor y logro entornar la vista, veo que Kenlish ha despertado y me observa con aspecto adormilado.

-Buenos días marmota.- Me comenta con voz ronca, mientras se arrebuja más en la manta.

-Buenos días… ¿Qué haces durmiendo aquí, Kenlish?- Le pregunto por cortesía, pues nada más despertarse ha empezado a transmitirme un sentimiento de preocupación hacia mí.

-¿Tengo que responderte a eso?- Apoya la cabeza contra la pared y clava su mirada en mi rostro. Aparto la mirada al cabo de unos segundos: siempre me siento incómodo cuando adopta su semblante de autocontrol absoluto.

-No, en realidad no… Puedo imaginármelo.- Me recuesto en la cama, observando al techo. Siento como Kenlish me sigue escrutando fijamente desde su asiento, como si me taladrara con la mirada.- ¿Cuánto llevo inconsciente?

-Cinco días. Y tienes suerte de haberlo contado: cuando te metieron en urgencias tenías hemorragia interna, y una de tus costillas casi te atraviesa el pulmón.- Kenlish baja la mirada al suelo, temblando por unos instantes.- A quien te haya atacado le va a sorprender que te hayas despertado tan pronto… Deberías haber muerto después de semejante paliza, pero aquí estas. Cualquier otro elfo que hubiera pasado por tus mismas operaciones seguiría inconsciente durante al menos otra semana más…

-Tengo facilidad para curarme. Esto no es nada, dentro de tres días estaré caminando con muletas, y la semana que viene parecerá que nunca he tenido estas heridas…

-No hagas bromas con esto, Wïlden.-Me responde en tono cortante.- No deberías salir de la clínica hasta estar completamente recuperado…

-Ya, suponiendo que los que me atacaron no vengan a rematar el trabajo mientras duermo…

-¿Los que te atacaron?- Kenlish se yergue completamente, escrutándome el rostro a la caza de gestos que puedan revelarle información sobre mi estado de ánimo.- Así que fueron varios… Tiene sentido. De haber sido uno sólo lo podrías haber burlado fácilmente, incluso en la oscuridad… ¿Pudiste ver el rostro de alguien?

Niego con la cabeza. Empiezo a recordar los momentos previos al ataque: la sensación de estar siendo observado, las siluetas acercándose entre las sombras, el tipo sigiloso que se me acerca por detrás… Y la aterradora sensación que recorre mi cuerpo cuando lo observo de frente.

-¿Wïlden? ¿Qué te ocurre?- Comenta Kenlish con tono y gesto preocupados.

Al volver en mí, me doy cuenta de que he estado emitiendo una especie de gruñido amenazador sin darme cuenta.  Noto que mis colmillos me han dejado marca al morderme el labio inferior, algo que siempre me ocurre cuando estoy frustrado con algo. Enseguida entiendo por qué Kenlish parece tan anonadada: es la primera vez que lo hago en su presencia.

-Lo siento, es un fallo de autocontrol… Me ocurre desde pequeño. Cuando estoy cabreado lo hago sin pensar…- Me disculpo esbozando mi mejor sonrisa.- Y sobre lo que preguntabas… No llegué a verle el rostro a ninguno. Estaba demasiado oscuro.

-¿Pudiste oír hablar a alguno al menos?

-No. No oí nada. Bueno, si dejamos de lado que me estaban dando una paliza mortal y esas cosas…

-Wïlden…-El tono de Kenlish empieza a tornarse amenazante de nuevo.

-¡¿Qué?!- La fulmino con la mirada, sorprendiéndola y provocando que vuelva a recostarse en su asiento inconscientemente.- Es exactamente lo mismo que pasó contigo cuando te atacaron hace unas semanas… No pude ver ni oír a nadie. Fueron muy metódicos, de no haber sido por mi habilidad para saber lo que siente la gente a mí alrededor ni siquiera me habría percatado de que me rodeaban hasta que me hubieran caído encima… Aunque hubo algo raro.

-¿A qué te refieres?

-Hubo uno… El primero que me golpeó. No pude sentir como se me acercaba desde atrás. Pude sentir como todos los demás se acercaban a mí, pero era como si él o ella fuera invisible… Y cuando caí al suelo y lo tuve enfrente…-Me estremezco de nuevo al recordar la experiencia.- ¿Alguna vez has experimentado tanto miedo que sintieras que el corazón se te va a salir por la boca? ¿Qué eres incapaz de moverte a pesar de desearlo con todas tus fuerzas?

El silencio se adueña de la habitación. Kenlish suelta un suspiro y deja caer la manta al suelo al incorporarse para acercarse a mi cama. Se sienta en el borde y me acaricia el pelo, dedicándome una mirada de compasión que me traspasa de lado a lado. Tengo que cerrar los ojos para que no se percate de que se me están empañando de la emoción.

-No me puedo hacer a la idea, tal y como la describes. Cuando me…-Oigo como traga saliva, haciendo tiempo para buscar las palabras.- “Agredieron”, tuve miedo, no lo voy a negar. Pero nunca llegó a ser suficiente como para impedir que me resistiera de principio a fin. Claro que yo no llegué a mirar a los ojos a quiénes me estaban haciendo aquello…

-Técnicamente, yo tampoco llegué a hacerlo.

-No lo viste, pero eso no quiere decir que las miradas no puedan cruzarse en la oscuridad…- Noto sus suaves dedos envolviendo mi mano izquierda.- A propósito… ¿De dónde has sacado éste anillo?

-Pensaba que tu podrías decírmelo.- Abro los ojos y nos quedamos mirándonos fijamente.- No recuerdo haberlo tenido conmigo antes del ataque.


-Pues ya somos dos que queremos saberlo… Porque cuando vine a verte al día siguiente de tu operación, ya lo tenías en el dedo.- Alza mi mano y observa de cerca la figura del dragón de plata.- ¿Quién te haría un regalo tan caro?

lunes, 11 de noviembre de 2013

Capítulo 7

La llave se desliza dentro de la cerradura y Kenlish abre la puerta con delicadeza. Me precede al interior de la habitación, con paso titubeante a causa de la oscuridad de la misma. La sujeto por los hombros cuando tropieza con una caja que hay en el suelo, evitando que se golpee contra la pared.

-Cuidado.- Le digo con voz suave, mientras mi amiga recupera el equilibrio.

-Gracias, Wïlden.- Me dedica una tímida sonrisa de agradecimiento y rápidamente se dirige hacia la pared de la entrada, buscando el interruptor de la luz.

El fluorescente del techo parpadea durante unos instantes antes de quedar estático, iluminando la sala principal de nuestro recién adquirido local de clubes. Se trata de una pequeña casa de dos plantas en el extremo sureste de la zona de clubes, prácticamente en la linde de la isla. A su alrededor hay muy pocas casas en uso, y el club en funcionamiento más cercano se encuentra al principio del paseo que conduce al nuestro, por lo que la intimidad que necesitamos para nuestro proyecto está garantizada.

Me acerco hasta el fondo de la habitación y descorro las cortinas, con tan mala suerte que éstas se desprenden del techo y caen sobre mí, provocándome un ataque de tos con la cantidad de polvo que levantan. Kenlish se acerca hasta mí y me ayuda a quitármelas de encima, al mismo tiempo que yo empiezo a reírme sólo.

-Ahora entiendo por qué nadie  se ha adjudicado antes esta casa de clubes: está hecha una pena por dentro.- Le comento a mi amiga a la vez que me sacudo la ropa.

-¿No te has hecho daño?- Se pone en cuclillas para examinarme, preocupada. Percibo enseguida ese sentimiento negativo empezando a adueñarse de ella, y me incorporo rápidamente esbozando una sonrisa tranquilizadora.

-Tranquila, estoy bien. Son sólo unas cortinas, lo peor ha sido la cantidad de polvo que he aspirado sin querer, pero ya me encuentro bien.- Me vuelvo a observar las montañas que cajas que hay apiladas en la sala.- ¿Por qué crees que el profesor Elbuirp ha insistido tanto en que nos hiciéramos con éste local? Casi parece que el segundo piso se apoye más en éstas cajas que en las propias paredes.

Kenlish se incorpora y avanza hasta unas cajas que bloquean una puerta. Abre una de ellas y empieza a hurgar en su interior, revisando los artefactos que contiene con cierta indiferencia.

-No soy capaz de imaginarme lo que pueda estar pensando ese hombre… Tal vez crea que podemos atizarle a alguien con alguno de éstos trastos si sucede algo como lo de hace una semana…

Sus palabras y la indiferencia con que las ha pronunciado se clavan como puñales en mi corazón. Ya ha pasado una semana desde que el profesor Elbuirp y yo derribamos la puerta de los baños del instituto y encontramos a Kenlish semiinconsciente en ellos. La llevamos a la clínica del distrito dieciséis, donde la mantuvieron ingresada toda la noche a causa de unos daños que había sufrido en la garganta durante el ataque, pero a la mañana siguiente ya le habían dado el alta.

En todo éste tiempo, y a pesar de mis múltiples insistencias, se había negado a hablar del incidente incluso con los propios médicos de la clínica. Ignoro si lo ha hecho por orgullo, por miedo o por algún otro motivo.  La de hoy es la primera vez que la oigo referirse a ése día, aunque sea como si de una broma se tratara… Y precisamente eso es lo que me ha dolido: la indiferencia con la que parece tratar el tema en comparación conmigo.

-¿No vas a… Decirme quienes fueron, verdad?- Le pregunto por vigésima vez en la semana, mientras observo como retira unos mechones de pelo de su rostro.

-Ya te he dicho que no llegué a verles, Wïlden. Me cubrieron los ojos nada más atraparme, y los sonidos del baño ahogaban cualquier voz que pudiera haber oído...- No se vuelve a mirarme ni una sola vez, pero no puede engañarme. No a mí, que puedo leer sus emociones como un libro abierto: me está mintiendo y sabe que yo estoy al tanto de ello, pero que lo paso por alto porque no quiero presionarla. Y eso la hace sentirse peor.

-Bueno, ¿Qué se le va a hacer? Si no puedes recordarlo no tiene sentido estar preguntándote todo el rato… Pero si logras hacer memoria, dímelo por favor. ¿Vale?- Adopto el tono más despreocupado que puedo, y a cambio consigo que Kenlish relaje los hombros y se vuelva hacia mí. Me dedica una sonrisa cariñosa antes de mirar un reloj de pulsera que lleva en su mano izquierda.

-¿No deberías estar yendo ya a trabajar, Wïlden?- Me pregunta con cierto aire de reproche.- No podemos permitir que poner a punto la base de operaciones entorpezca tu misión…

-¿Me estás echando?- Finjo estar dolido e indignado con ella por tremenda osadía, logrando que mi amiga se ría por unos momentos.- ¡Que desconsiderada! Con lo que me molesto yo en venir hasta aquí por ser el primer día con el local y ya quieres que me largue…

-Venga tontorrón.- Me obliga a darme la vuelta y empieza a empujarme hacia la salida.- Ya me ayudarás mañana cuando tengas la tarde libre. Pero ahora mismo tu misión es más importante que yo.

Me planta en el umbral de la casa en apenas unos segundos, a pesar de que intento resistirme un poco dejándome caer como un peso muerto hacia ella. Me tranquiliza comprobar que a pesar de los reproches que me dedica por mi poca colaboración se está riendo por dentro. Sin embargo, cuando vuelvo la vista atrás desde el paseo, un mal presentimiento me recorre el espinazo justo antes de que mi compañera cierre la puerta del club.

-Espero que esto sólo sean imaginaciones mías…


Cierro la puerta al ver que Wïlden se dirige ya en dirección al centro del distrito. La única forma de llegar a pie desde la zona norte, donde se encuentran las instalaciones propias del instituto y los alumnos, hasta la sur, donde están la clínica, zona de ocio y demás lugares extraescolares, es atravesando el parque. Le quedan al menos veinte minutos caminando hasta el bar, al paso ligero que suele llevar él.

Suelto un suspiro y encaro de nuevo las gigantescas pilas de cajas que hay en ésta planta de la casa. Seguramente el segundo piso esté igual de abarrotado que éste, y si quiero que el plan entre en la segunda fase cuando Wïlden cumpla con su parte voy a necesitar poner orden en mi propio campo de batalla. Así pues, me recojo el pelo en una coleta y empiezo a clasificar cajas en función del contenido, apilando en un rincón aquellas cosas que considero puedan sernos de utilidad. Las demás, casi la inmensa mayoría, las voy sacando al paseo de clubes de una en una.

El esfuerzo me sienta bien. Mientras mi mente esté ocupada en clasificar y vislumbrar posibles usos de los objetos que voy encontrando, el fantasma que atormenta mis pensamientos desde hace una semana no podrá aparecer. Le mantengo cerrada la puerta con él trabajo físico y mental.

Tras media hora de trabajo, al fin logro dar con algo que despierta mi interés. Una caja alargada de madera, de unas dimensiones que me resultan muy familiares. La llevo hasta una mesita que he despejado en el tiempo que llevo limpiando y quito los pestillos que la mantienen cerrada. Una sensación agridulce me recorre por dentro al vislumbrar el cuerpo de un arco de color negro reposando en el interior acolchado.

-¡Vaya! Después de todo éste tiempo aún me sigue emocionando… - Lo tomo con delicadeza en mi mano izquierda, sopesándolo a la vez que examino el material del que está hecho.

No recuerdo haber visto nunca, en los cinco años que pasé practicando el tiro con arco, uno de éstas características. Es ligero, tanto como los de los principiantes de menor edad, pero compuesto por una sola pieza al estilo de los arcos tradicionales. Las palas apenas se doblan ante la presión que ejerzo con mis manos, y por más que lo examino, no logro encontrar el espacio donde debería encordarse. Es más, tras examinar la caja detenidamente, no logro encontrar cuerda ni flecha alguna. Aparte del arco, la caja está completamente vacía.

-¿De dónde has salido tú, pequeñín?- Me pregunto mientras me alejo de la caja, sin quitarle los ojos de encima al cuerpo de madera que sostengo.

Me invade la nostalgia al recordar mis días en el Club de Tiro con arco, antes de que me cambiasen de curso. Antes de darme cuenta, mi cabeza ha regresado a aquél campo donde practicaba cada tarde mi puntería, y me imagino que ante mí tengo una diana sobre la que hacer blanco. Lentamente, ejecuto el movimiento de calzar la flecha sobre una cuerda invisible, me sitúo en paralelo a mi objetivo y tenso a la vez que apunto. Dejo salir mi proyectil al tiempo que empiezo a reírme a solas, volviendo a la realidad.

-¿Por qué tuvieron que acabar?- Me apoyo contra una de las paredes de la casa, y observo mi reflejo en un espejo que hay al otro lado de la habitación.- Aquellos días que ya no volverán. Terminaron y aquí he quedado yo, destrozada, buscando la felicidad que me robaron de ese entonces. Ojalá pudiera volver atrás, hacer las cosas que no pude o no me atreví a hacer, por miedo o por vergüenza, para enmendar mis errores… Tal vez, de no haber destacado tanto, no sería tan desgraciada…

Veo una lágrima corriendo por la mejilla de mi reflejo. Me dejó caer hasta quedar sentada en el suelo y me seco la cara con el dorso de la manga de mi camisa. Mi frágil coraza mental se acaba de romper, y sé que hoy ya no podré seguir con lo que estaba haciendo.

-Maldita sea… ¿Cuándo me he vuelto tan sensiblera…?

El sonido de un cristal al romperse frente a mí me saca de mi autocompasión. El espejo que había estado observando segundos antes acaba de hacerse añicos, y sus cristales yacen ahora esparcidos al otro lado de la habitación. En el marco brilla, de forma casi imperceptible, una varilla fina y alargada que se va apagando lentamente ante mi atónita mirada.

-¿De dónde ha salido eso?


-¡Buen trabajo hoy, Wïlden!- Me comenta el propietario del local cuando se ha ido el último cliente, pasada la hora de cierre.

Suelto la fregona en el cubo, exhausto. He pasado los últimos veinte minutos de mi jornada fregando baños, la cocina y parte de la planta baja del bar, pero creo que ha merecido la pena. He logrado escuchar mucho de lo que necesitaba Kenlish para la fase dos de la operación, por lo que cuando me vuelvo hacia mi jefe lo hago con una sonrisa victoriosa en el rostro.

-Muchas gracias, jefe. Intento hacerlo lo mejor que puedo.- Me acerco hacia la barra, donde mi superior, un hombre entre los treinta y los cuarenta años élficos y con aspecto fornido, acaba de depositar mi paga de la semana.

-Oye, me han comentado algunos profesores que has abierto un nuevo club en el campus… ¿entraste a trabajar aquí para conseguir fondos extra, por casualidad?- Me pregunta con curiosidad cuando recojo los créditos.

-Más o menos. El instituto sólo nos dota de lo más básico para el funcionamiento, y si necesitásemos algo de forma urgente tendríamos que esperar demasiado a que ellos nos lo proporcionaran. Con estos fondos extras podríamos conseguirlo en mucho menos tiempo, así que son algo similar a un método de emergencia.- No deja de ser mentira lo que he dicho, pero se acerca bastante a la realidad.

-Bueno, pues espero que no dejes de venir por aquí cuando tengas créditos suficientes… Rara vez consigo encontrar a un empleado tan dedicado como tú.

Recojo el cubo y la fregona, riendo tras el comentario. En cuestión de cinco minutos, ya hemos adecentado todo el local y me despido hasta el día siguiente, mientras él echa el cierre. El aire de la noche me acaricia el rostro, provocándome un escalofrío por todo el cuerpo. Me enfundo la chaqueta de mi uniforme y avanzo en dirección al parque central del distrito, mientras los edificios desfilan a mi alrededor.

Al pasar junto al edificio de la clínica del distrito 16 vuelvo a sentir un escalofrío, a la vez que una sensación amenazante empieza a despertar mi sexto sentido. Me detengo junto a una fuente que hay frente a la entrada sur del parque, observando el camino que he venido siguiendo desde que salí del trabajo. Sin embargo, toda la zona está desierta, a excepción de un par de personas de la clínica que han salido a fumar junto a la fuente. Ninguno de ellos me transmite malas intenciones.

-Extraño… ¿Será mi subconsciente?- Empiezo a andar de nuevo, adentrándome en el parque y acelerando el paso.-Nunca había pasado tanto tiempo sin incidentes… Quizás me esté volviendo paranoico.

Un par de minutos más tarde alcanzo una de las múltiples encrucijadas que hay diseminadas por el parque, una de las pocas cuya red de iluminación se encuentra en mantenimiento en esos momentos. La luz de la luna a duras penas alcanza para qué distinga los contornos de mis brazos y piernas. El lugar es idóneo para tender una emboscada a estas horas de la noche, y ese pensamiento hace que se me acelere el corazón, a la vez que me pongo en tensión involuntariamente.

Una sensación de ansiedad me recorre la espalda, paralizándome las piernas. Me parece percibir que algo se mueve entre los árboles en los márgenes del camino, acercándose a mí lentamente. Mantengo un ojo pendiente de esa figura borrosa que avanza a gachas, mientras mi habilidad especial me rebela la presencia de varias personas más que avanzan hacia mí tratando de encerrarme en un círculo casi perfecto. Sólo hay un hueco por el que no parece acercarse nadie: justo a mi espalda, por el sendero que he recorrido para llegar hasta aquí.

Ordeno a mis piernas que se muevan y me doy la vuelta rápida y sigilosamente, recorriendo varios metros en apenas un par de zancadas, pero un objeto metálico me golpea de lleno en la cara surgiendo de la oscuridad. Caigo al suelo, aturdido por el golpe, notando como la sangre empieza a brotar de mi nariz rota. Mis ojos perciben la silueta de otra persona que sostiene aún la barra de metal con la que acaba de golpearme, pero inexplicablemente no he sido capaz de ubicarle con mi habilidad momentos antes.

De pronto, el miedo se apodera de mí al observar esa figura tenebrosa. Algo en él, que soy incapaz de distinguir, me paraliza cuerpo y mente con esa sensación gélida. Soy incapaz siquiera de levantar los brazos para protegerme cuando alza de nuevo su arma y empieza a golpearme con ella, mientras el resto de presentes se abalanzan sobre mí también como aves carroñeras. Soy capaz de sentir su emoción primitiva junto con mi propio miedo  y dolor.

Una barra alcanza una de mis rodillas, arrancándome un aullido de dolor al sentir como el hueso se rompe tras el golpe. Se deleitan haciéndome sangrar con algo afilado, y destrozando mis extremidades una tras otra. Me siento impotente, soy incapaz de hacer nada para evitar sus agresiones y por primera vez… Tengo miedo de morir.

Y entonces, sin siquiera haberlo podido ver venir, uno de los golpes va directamente hasta mi nuca… Y todo se tiñe de rojo. Ya no hay dolor. Ya no hay nada. Me he adentrado en el vacío.


-El señor Culdock ha llegado, excelencia.- Anunció su secretario a través del interfono de su despacho.

-Hazle pasar.

Segundos más tarde, Miav Culdock entraba con aire de hastío en el despacho. Se dirigió con su parsimonia habitual hacia el enorme escritorio de madera noble que había al otro lado de la habitación, junto a los enormes ventanales que dejaban entrever el magnífico paisaje urbano de la ciudad flotante de Eylissia. Ni siquiera prestó atención a los nuevos ejemplares que ocupaban las estanterías a ambos flancos de la habitación, muchos de los cuales no se encontraban allí la última vez que le llamaron a ese lugar.

 -¿Sabes que me estás haciendo perder un tiempo valiosísimo que podría estar empleando en perfeccionar mis teorías sobre la evolución de…?-Comenzó a decir Miav al tiempo que se sentaba en una de las enormes butacas frente al escritorio.

-Si, Miav, lo sé. Una teoría en la que llevas enfrascado desde que lograste tu doctorado y que no ha avanzado un paso desde hace 35 años- Lo cortó la voz de quien lo había citado, cuyo sillón se encontraba de espaldas al recién llegado, observando hacia el exterior.- Y sí, sé que consideras que éste tipo de reuniones son una pérdida de tiempo para ti. Te conozco mejor de lo que piensas, amigo mío.

-Pues si así son las cosas, ¿para qué me haces desplazarme cientos de kilómetros para venir a verte? Lo que sea que quisieras podrías habérmelo dicho por carta o por conversación telefó…

-Miav, no seas ingenuo. Sabes que nuestra organización y Solenopsis están en una guerra fría desde hace muchos años. Si fuera un asunto normal no me importaría comunicártelo por esas vías, pero esto… No lo es. Hoy te he llamado para asignarte la tarea con la que pagarás tu ingreso en nuestras filas.

El señor Culdock enarcó una ceja, cogido por sorpresa. Cruzó las manos sobre el escritorio y fijó la atención en el respaldo del enorme asiento de su interlocutor.

-Le escucho…

-Hace unos meses, uno de nuestros agentes en la Ciudad Escuela de Zeblorg informó de un considerable incremento de la actividad de Solenopsis en la institución. Concretamente, en el sector 16, parecen estar fomentando la creación de una filial de estudiantes afectos a sus ideales…

-Es preocupante, sin duda. Que empiecen a captar nuevos miembros desde esas edades puede decantar a su favor la situación política del país en los próximos años… Por no hablar que es algo ilegal…- Comentó Miav mientras volvía a recostarse contra su butaca.- ¿Quieres que…?

-No he terminado, amigo mío.- Le interrumpió de nuevo su líder.- La creación de este tipo de “bandas”, porque no se me ocurre otro calificativo para las actividades que vienen realizando, es claramente una violación de la Ley de Partidos Politicos, junto con algunos preceptos penales que me ocurren ahora mismo. A estos chavales se les pueden atribuir a día de hoy más de una docena de agresiones y actos de acoso y amenazas contra otros estudiantes, generalmente objetivos que sus superiores de Solenopsis les designan previamente. Tienes todos los detalles al respecto en el informe que tienes a tu izquierda.

Miav se acercó una carpeta de color piel que tenía en la mesa ante sí. Empezó a examinar el informe con curiosidad: incluía una lista de los agentes de Solenopsis ya identificados con presencia en la ciudad escuela, junto con fotografías y análisis de perfil de los estudiantes sospechosos de integrar la organización juvenil, así como los informes relativos a los delitos que se habrían cometido instados por los primeros.

-“Operación limpieza de sangre”… ¿Me estás diciendo que están yendo a por los estudiantes semielfos?

-Eso al menos es lo que se infiere del nombre con el que han denominado a ésta operación. Nuestro agente en la ciudad ha espiado algunas de las reuniones secretas de los agentes de Solenopsis y así dice que se refirieron al tema.

-Esto ya es muy preocupante…no, vomitivo.

-Tienes toda la razón. Hay que pararles los pies cuanto antes, y por eso quiero pedirte que vayas al distrito 16 de Zeblorg e investigues todo lo posible para poder solicitar cargos penales a los responsables.

-Soy físico teórico, pero sobre todo un erudito, no un espía. Estoy seguro que dentro de la organización tienes personal altamente cualificado para esta labor…

-Para esa sola tarea, tal vez si. Sin embargo, aparte de esta misión de espionaje, para la que contaras con la ayuda de nuestro agente ya instalado, hay algo más que sólo TÚ puedes hacer.- Miav permaneció en silencio. Sus ojos se movieron inconscientemente hacia la otra carpeta, de color verde, que había sobre el escritorio.- La otra carpeta que tienes ante ti contiene la información de un sujeto especial al que mantenemos bajo vigilancia desde hace años. Solenopsis le ha marcado como objetivo de sus actividades recientemente, y eso nos preocupa seriamente. Tu misión, es asegurarte de llevártelo contigo al acabar el curso.

-Así que un… ¿Estudiante VIP?- Comentó Miav mientras alargaba la mano para coger la carpeta.- ¿Qué tiene de especial para que le estemos vigilando?


-Ese VIP será mi sucesor, Miav.- El señor Culdock dejó caer la carpeta al suelo. Alzó la vista lentamente, hasta dar con los ojos de su interlocutor, que por fin se había dado la vuelta.- Y cuando llegue ese día, será él quien aclare el incidente que nos llevó a invadir Zeravla… Y a casi exterminar a toda la raza humana.

jueves, 7 de noviembre de 2013

Reestreno con Doble Capítulo

¡Hola a todos! Sí, hemos vuelto y sentimos muchísimo las molestias causadas por todo este tiempo sin poder publicar nada debido a problemas personales de ambos, tanto Erain como Fazermid.

Pero aun así podemos afirmar con seguridad que la próxima semana del 11 al 17 de noviembre colgaremos dos capítulos de Relatos de Isnir. Uno el lunes, y otro posiblemente el viernes.

Pedimos nuevamente disculpas por este inmenso retraso y esperamos de corazón que estos dos capítulos sean de su agrado.

Vamos a intentar amenizar las lecturas con vídeos musicales por lo que recomendamos que reproduzcan dicho vídeo antes de comenzar la lectura. Pero sobre todo darles las gracias a todos aquellos que aún sin colgar nada en el blog han seguido visitándonos.

Un saludo y les esperamos a todos el próximo lunes.

Erain Dearrir & Fazermid