miércoles, 29 de febrero de 2012
Dawn y Sunset. Capítulo 4
lunes, 27 de febrero de 2012
Dawn y Sunset. Capítulo 3
sábado, 25 de febrero de 2012
Anuncio para próximas publicaciones
Aprovecho también para anunciarles que los próximos capítulos de Dawn y Sunset serán publicados cada dos días a partir del lunes que viene. Y tranquilos, el equipo ya está trabajando en un nuevo proyecto con el que reemplazarlo una vez haya finalizado. ¡¡No olviden comentar y votar las historias!! ^^
viernes, 24 de febrero de 2012
Dawn y Sunset. Capítulo 2.
Dawn camina ante mí, guiándome entre los árboles por un sendero que a duras penas logro divisar en la oscuridad reinante. La Luna luce en el cielo, pero no hay estrellas que la acompañen, triste visión de un cielo despejado, sin nubes ni luces que enturbien su resplandor pero sola en el firmamento como un corazón abandonado que brilla pálidamente a la espera de que alguien acuda a acompañarla.
La piel de Dawn aún refleja esa escasa luz que emana desde lo alto, pero ella no parece darle importancia alguna a tan extraña visión del cielo. Siento ganas de preguntarle si siempre es así en las cercanías de aquél castillo, pero mi voz no se atreve a romper el plácido silencio que se ha impuesto en el ambiente, sólo roto por el ligero golpeteo de nuestras pisadas y sonidos de la fauna nocturna.
-¿Has intentado volar desde que has tocado tierra, Sunset?- Me pregunta mi guía, volviendo un poco su rostro hacia mí, cuando menos esperaba oírla hablar.
-He sentido ganas de hacerlo, pero mis alas no me han respondido, han perdido su fuerza repentinamente. Es una sensación frustrante querer emprender el vuelo y verme atrapado en tierra por motivos que escapan a mi comprensión.
-Es cosa de esta tierra, de este castillo, del bosque... Todo. No puedes volar, pero no existe nada físico que te lo impida. Tus alas siguen intactas y aún las mueves sin darte cuenta, igual que hago yo con las mías.- La observo sin entender, esperando que prosiga.- Lo único que te impide volar es lo mismo que no te deja acceder al castillo.
-¿La llave?
-Sí.
-¿Significa entonces que teniendo la llave en mi poder, recuperaré mis alas y además podré entrar al castillo?
-Exactamente.
-¿Cómo puede una simple llave otorgar tanto y negártelo todo de no tenerla?
-¿No se te ocurre ninguna situación en la cual, teniendo algo que consideras nimio te encuentras perfectamente, y que cuando pierdes ese algo, ya no puedes realizar la gran mayoría de las cosas que antes te habrías sentido capaz de acometer y de superar sin grandes desafíos?
Me detengo bruscamente. Dawn avanza un par de pasos más antes de darse la vuelta y contemplarme con su mirada electrizante.
-¿Y bien...?
Mi mente divaga. Recuerdos recientes se agolpan en mi mente y numerosas imágenes se suceden en mis retinas y en mi mente. Sí, sé de algo que se corresponde perfectamente con esto que ella me pregunta.
La serenidad. Cómo una laguna tranquila, un estanque en calma, la mente sana nos otorga la capacidad de acometer cualquier cosa con confianza, con calma, nos permite superar cualquier obstáculo en nuestro camino y nos permite estar bien. La ausencia de problemas, es algo básico que todos buscamos, es nuestra calma que nunca queremos que termine, aunque acabemos siempre hastiándonos de ello y busquemos en los problemas nuestra salida al aburrimiento. Pero yo, ahora mismo, carezco de esa serenidad. Hace tiempo que la perdí, que me la arrebataron cuando estaba en la mejor época de mi vida... Y ese castillo, aparte de recordármelo, es justamente el sitio donde toda mi vida anterior acabó.
Expongo mis pensamientos ante Dawn, y ella asiente con la cabeza. Poca cosa más se podría hacer ante esa información.
-Ciertamente, esa es la naturaleza de la llave. Mejor dicho, es el comienzo de su naturaleza. La mente, es el principio de todo, los cimientos del edificio del que ha de salir su forma final. Si no es estable, es muy difícil que logres encontrarla.
-Entonces, ¿Qué hacemos dando vueltas por este bosque si lo que necesito es serenarme?
Dawn sonríe. Esa sonrisa tiene una magia que me aturde, aunque sea simplemente una sonrisa circunstancial. El hada, sin duda, da una imagen triste, pues la dulzura de su sonrisa no se acompaña de la luz de sus ojos, tan apagada que empaña la belleza que debió lucir cuando, como ella dice, su mente estaba en paz.
-¿Sabes como llaman a este bosque, Sunset?
Niego con la cabeza.
-Algunos lo llaman “bosque de la serenidad”. A través de él, se puede llegar a diversos lugares, los cuales nos interesa visitar, porque en esos sitios, se encuentran las siguientes etapas del camino hacia la llave. Es un paso obligatorio. La llave no se compone de un solo elemento, es la unión de muchas claves y demás ingredientes, y todos ellos son igual de importantes, aunque su dosificación final sea distinta en cada individuo.
-Mis disculpas, Dawn. Yo soy un extraño en estas tierras, mientras que tú pareces conocerlas muy bien. Me dejaré guiar por ti en adelante.
-No hay de que disculparse, Sunset. Y aunque puede que yo conozca estos sitios, es posible que pronto requiera yo de tu juicio para seguir adelante. Pues no olvides que, aunque llevo aquí más tiempo que tu, aún no consigo entrar en el castillo.
-Juntos lo conseguiremos. Iremos más rápidos si colaboramos, ya verás cómo mañana estaremos ante ese castillo con nuestras respectivas llaves.
Dawn empieza a reír. Me sonrojo, es una risa sincera y contagiosa, muy melodiosa al salir con su voz.
-No me cabe duda de que será “mañana”. Porque hasta que no encontremos las llaves, seguirá siendo de noche para cada uno de nosotros. Así es este sitio.
miércoles, 22 de febrero de 2012
Dawn y Sunset. Capítulo 1
-¿Buscas algo o esperas a alguien?
Una voz suena a mi espalda, sobresaltándome y haciéndome dar media vuelta para comprobar de donde procede. Me descubro contemplando a un hada que a su vez me observa desde el otro lado del puente, rostro mezcla de aburrimiento y quizá algo de pena, salvo que mis ojos me engañen por esta oscuridad a la que mis ojos aún no se han habituado. Algunos matices de su piel y sus alas brillan tenuemente en las sombras, reflejando fantasmagóricamente la escasa luz que refleja la luna en lo alto del cielo.
-Bien es cierto que me encuentro esperando. Pero es más bien mi desconocimiento lo que me hace aguardar aquí. Ni tan siquiera sé si hay alguien tras estas puertas que me impiden acceder al interior de este castillo, aunque antes me pareciera ver a alguien deambular por sus altos muros.- Vuelvo la cabeza y observo el castillo un momento, en silencio.- Puede que realmente lo único que me quepa esperar sea la llegada del amanecer, pero mi corazón está inquieto. Me dice que no hay amanecer que esperar, que esta noche será tan larga como lo que me queda de vida...
-Es una sensación que acomete a todos aquellos que llegan hasta aquí por vez segunda. Yo también espero a que estas puertas se abran, y en mi espera he visto gente entrar y salir de él tantas veces que ya he perdido la cuenta.- Respondió el hada, con cierta indiferencia. Le noto cierto aire de frustración y abatimiento en su voz melodiosa.
-Si tantos has visto entrar durante tu espera, ¿qué haces aún aquí fuera? ¿Por qué no le pediste a alguien que te dejase entrar?
-No pueden hacernos entrar, ni a ti, ni a mí ni a nadie. El paso solo se abre ante aquellos que están listos, los que han encontrado la llave. Las puertas se cierran solo ante quienes no se encuentran preparados para afrontar su interior, ante aquellos que no merecen el paso. De nada serviría pedirles que nos dejen entrar, ese es un derecho que hay que ganarse por uno mismo.
-¿Y cómo conseguir esa llave que mencionas? ¿Donde debería empezar a buscar?
-Le he preguntado a muchos, pero la respuesta es tan clara como sencilla, y yo misma sé que tienen razón en ella. Esa llave, está en todas partes y en ninguna, aparece caprichosamente ante ti cuando menos te la esperas, cuando menos la buscas, y cuanto más la buscas, más te rehúye. Yo llevo tanto tiempo anhelándola y sabiendo que no la voy a encontrar que ya poco me importa, únicamente permanezco ante este castillo para ayudar a algunos que, como tú, llegan aquí y no saben qué hacer.
-Entonces me dices que me rinda en mi empeño de esperar ante estas puertas, ¿no?
-No te estoy diciendo eso. No sabes que es este lugar, ¿a qué no?
-Ciertamente, no lo sé, pero me resulta extrañamente familiar, me recuerda tiempos que viví en gran alegría y felicidad. Sus torres también me resultan familiares, aunque todo ello se me antoja también como un sueño lejano que se desvanece con el paso del tiempo...
-Entonces es la segunda vez que vienes aquí, por lo menos.- El hada se me acerca con paso tranquilo, casi despreocupado, con suma ligereza.- Antes te he dicho que las llaves pueden aparecer en cualquier sitio, pero hay unos lugares en donde pueden aparecer con más facilidad de lo normal... Si te interesa, podría ayudarte a buscar las tuyas, pero solo mostrarte donde he oído que aparecen más a menudo.
-Ya que esperar aquí no tiene sentido, creo que aceptaré tu oferta. Pero antes debo pediros algo...
El hada me mira enarcando una ceja momentáneamente, intrigada. Pliego mis alas y me llevo una mano al pecho, haciendo una reverencia de gala, sin inclinarme demasiado tampoco en excesos de galantería.
-Mi nombre es Sunset. ¿Podría conocer su nombre, si no es molestia?
Ella duda un momento, entre divertida y sorprendida, lo que me da a entender que son pocos los que se comportan de un modo tan desfasado como el mío en el trato hacia ella.
-Puedes llamarme Dawn.
lunes, 20 de febrero de 2012
Dawn y Sunset. Prólogo: La llegada
Viento. Oscuridad. Sensación de caida. Mis ojos aún están cerrados, acabo de recuperar la consciencia. Me siento desorientado, no sé donde estoy, ni a que se debe esta sensación de caida libre que estoy teniendo ahora mismo...
Abro los ojos. Ciertamente, estoy cayendo, en medio de un mar de nubes que cubren todo de blanco y no me dejan ver que hay más allá de mis manos, las cuales alargo intentando sentir el tacto del agua vaporosa, que se escurre entre mis dedos en medio de mi caída.
Acaban las nubes. Muevo la cabeza para mirar lo que, de tener los pies en el suelo, estaría sobre mi, y veo un mar que refleja el crepúsculo, al cual me estoy precipitando en estos momentos.
Noto mis alas negras, contraídas contra mi pecho, envolviéndome. Tan pronto las siento, les ordeno desplegarse y remonto el vuelo. Estoy llegando a la costa, planeando sin esfuerzo en las corrientes de aire, dejándome llevar donde el viento quiere.
Sobrevuelo un extenso bosque, camino de las montañas que diviso a lo lejos, cuando entre la arboleda, veo que despuntan unas altas torres picudas, de un tono de marfil que, conforme me acerco al castillo del cual forman parte, se va oscureciendo poco a poco, a la par que el sol se oculta a lo lejos en el mar.
Motivado por un impulso silencioso al cual no consigo ubicar en mi mente, me acerco a él, y finalmente, cuando ya las estrellas y la luna asoman en el este, poso mis pies en el camino empedrado que conduce a sus amplias puertas dobles de hierro forjado.
Un puente de piedra, ancho, pero sin protecciones en sus laterales, atraviesa un profundo precipicio cuyo fondo no alcanzo a vislumbrar, en mi camino a las puertas. Con paso inseguro, lo cruzo y finalmente, me detengo frente a las puertas. YA es de noche.
No hay aldaba, ni tan siquiera veo centinelas en los altos muros que rodean el castillo. En la puerta, únicamente vislumbro un cerrojo, pequeño, demasiado en comparación con lo que cabría esperar para abrir un mecanismo tan grande como el que debe de travar la puerta una vez está cerrada.
Algo me atormenta la mente. Tengo la incomoda sensación de haber estado antes en ese lugar. Hace mucho, mucho tiempo, en una época en la cual yo era feliz y todo el mundo me parecía agradable y atractivo... Una época en la que mi corazón no se había dañado... Y que terminó el día menos pensado, sin previo aviso, en una tragedia.
Noto una sombra moverse por los altos muros del castillo. Por momentos, he creído vislumbrar una figura familiar en sus andares apresurados y, quizá confundiéndome, la he llamado a gritos por el nombre que creo que le corresponde, pero solo obtuve silencio en respuesta.
¿Qué es este castillo? ¿Que recuerdos son los que corresponden a este lugar, el cual conozco y a la vez me resulta completamente indómito ahora mismo? ¿Por qué esta sensación en el pecho que me indica peligro, que no estoy completo y que me urge encontrar aquello que me hace falta para no desfallecer en cualquier momento?
Voy a resolver estos misterios. Y para ello, esperaré frente a estas puertas cuanto haga falta, hasta que alguien entre o salga de él y me permita acceder adentro e investigar sus misterios... y los que llevo dentro de mi mente.