miércoles, 29 de febrero de 2012

Dawn y Sunset. Capítulo 4


Camino por el campo, siguiendo a Dawn, que va a su aire a varios metros de mí, casi sin percatarse de que me está dejando atrás rápidamente (o puede que haya olvidado que realmente estoy con ella). Aún me pesa en la cabeza esas imágenes de mi lamentable pesadilla, que no ha dejado de atormentarme desde que desperté.
A veces, cuando pienso en ello, me invade un odio y una ira indescriptibles, y clamo venganza por ese tormento inmerecido al que me han condenado. Pero cuando cesa el incendio y la cordura retorna a mi mente, no puedo dejar de pensar en lo que pude haber hecho, o no, para merecerlo. Sin darme cuenta, me encuentro divagando en un mar de dudas que me llevan a cuestionarme mi propia existencia incluso. Y el destino.
Un escalofrío recorre mi cuerpo. Miro a mí alrededor y compruebo, por un instante alarmado, que Dawn ha desaparecido. Al final me ha dejado atrás, y no sé si ha sido deliberadamente o de forma inconsciente, pero el caso es que la desaparición del hada, me turba.
Cerca de mí se alza un ciprés solitario, que inclina su copa al son del viento que sopla del poniente. Es uno de tantos árboles solitarios que se hayan dispersos en esos campos, y deduzco, que el hecho de haberme quedado sólo en sus cercanías, es una señal de que debo acercarme a él, por los caprichos de mi destino ya escrito.
Al llegar a su lado, del ciprés emana un aroma especial, que evoca en mí cierta nostalgia al aspirarlo. Acerco mi mano a su contorno, cerrando los ojos. Y espero...
...
Sólo veo oscuridad. No siento nada especial, ni siquiera una pizca de luz que haga reaccionar a mis ojos. Por un momento, creo que estoy muerto. Pero entonces, siento que el aire se mueve a mi alrededor, acariciándome el rostro, que siento húmedo, las gotas de agua escurriéndose por mi cara y mi cuello.
Una sensación de ardor se agolpa en mi pecho y violentamente, abro los ojos y me pongo a gatas, tosiendo y escupiendo agua que me escuece en la garganta al salir.
Siento que hay alguien a mi lado, pero éste ni se inmuta en acercarse y permanece apartado, como esperando que me recupere yo mismo de esos espasmos tan atroces que me desgarran por dentro.
Al fin logro estabilizarme y alzo la cabeza hacia esa presencia. Un anciano, con aires de erudito, me mira indiferente, apoyado en su gran cayado de madera, cuyo extremo superior reluce con la gema preciosa que lleva engarzada.
-Se ha ordenado tu destierro, Sunset. Debes marcharte.
Su voz ha sonado como lo que en realidad implica: el mazazo final a mi sentencia. Tan dura y fría la voz cómo si careciera de sentimientos. La ira, por un momento me obliga a cerrar el puño en la arena.
-Edén... Si ibas a desterrarme igualmente, ¿qué más te daba haberme dejado ahogarme en el mar? ¿Por qué tenías que rescatarme? ¿Acaso está escrito en algún lado que alguien a quién le arrancan el corazón ha de seguir viviendo con ese vacío, sufriendo día tras día sin cura posible o redención a lo que ha provocado la extirpación de ese órgano vital? Porque me has condenado a un infierno en vida al sacarme de las aguas e impedir que me hundiera para siempre con ellas.
Edén, el guardián del castillo, tan antiguo como la primera piedra que se alzó del mismo en sus cimientos, tiene la potestad de velar por aquellos que se acogen en su morada, así como también el deber de, llegado el caso, como es el mío, expulsar a aquellos que no merecen seguir en él. En todo lo que yo llevaba en él, jamás un destierro me había tocado tan de cerca.
El anciano me mira con mirada torva, cómo si lo que acabo de decir fuera una impertinencia que ha oído ya infinidad de veces.
-Nos guste o no, la vida sigue aunque nosotros nos estemos muriendo. Puede que alguien te eche de menos si te mueres, tenlo en cuenta la próxima vez que se te pase por la cabeza recurrir al método de los cobardes que reniegan de la vida en cuanto esta les da una de sus lecciones.
Hace ademán de marcharse, pero apenas da un par de pasos se vuelve de nuevo hacia mí y me señala con su cayado.
-No es un adiós para siempre Sunset. Tu camino ahora te aleja de este sitio, pero es muy posible que vuelvas algún día. No obstante... He de advertirte que perderás tus recuerdos de cuanto aquí haya acontecido conforme pase el tiempo fuera de estas tierras. Olvidarás todo, menos esa sensación que te quema por dentro, pero no podrás recordar, fuera de aquí, el porqué de esa sensación. Y cuando tus alas se tornen de un oscuro tan absoluto como el cielo sin estrellas, entonces, y solo entonces, habrás perdido tu identidad y se te permitirá regresar. Te deseo lo mejor, Sunset. Y espero que volvamos a vernos algún día, cuando estés preparado.

lunes, 27 de febrero de 2012

Dawn y Sunset. Capítulo 3


Empiezo a notar una sensación soporífera en el aire. El ambiente en torno a Dawn es suave y embriagador, con ligeros toques frescos que me recuerdan a fruta fresca, y penetra en mis sentidos, envolviéndome. Me cuesta mantener la concentración, la figura del hada se va difuminando al tiempo que el sonido de su voz, llamándome, se pierde como si me alejase rápidamente de ahí...
En la nebulosa de los sueños mis recuerdos parecen reflotar, ahora liberados del férreo abrazo al que los someto durante el día. Principalmente, por el mismo sueño que en ese momento, nubla mi percepción.
El recuerdo del día en el cual todo acabó para mí. El día en que perdí mis alas blancas y obtuve unas negras a cambio sin yo pedirlo.
Aquél día, había salido a los bosques que rodean el castillo, en busca de mi lugar favorito a la sombra de unos pinos que así tocaban la cumbre de una alta colina que quedaba al suroeste. Y al igual que esta noche eterna que paso con Dawn, el sueño me acabó venciendo al poco de llegar a ese lugar. Cuando me encontraba sumido en el duermevela, oí voces. Voces que al parecer no se habían percatado de mi presencia. Hablaban en un tono muy serio, una voz otrora cargada de sentimiento, otrora desesperada; la otra, cortante a la par que trataba de ser conciliadora.
Hablaban de mí. Curiosamente, la voz que sonaba desesperada y sentimental, era la que estaba pidiendo a la otra que... Me expulsaran del castillo. La voz cortante, en cambio, parecía estar de mi parte, y le insistía a la otra en que meditara lo que estaba pidiendo, con todas sus consecuencias egoístas, pues era algo que al que hacía la petición, no iba a afectar demasiado tanto como a mí.
La charla se alargaba indefinidamente, y llegó un punto en que yo me vi incapaz de seguir escuchando. En el mayor silencio posible, me fui alejando lentamente de aquellas voces, y cuando estuve seguro de que ya no podrían oírme, apreté a correr.
Con un resuello que nunca me vi capaz de alcanzar, bajé por la ladera de la colina, atravesé campos labrados, praderas cuya belleza en otros tiempos me habría hecho detenerme a contemplarla por largo tiempo, pero en esos momentos, en mi mente solo bullía una idea: alejarme todo lo posible de la realidad, tan cruel, que me laceraba el corazón con un puñal amigo.
Llegué a la costa, a una playa desde la cual veía atardecer en aquellos momentos. El sonido del agua siempre me había relajado, pero en esos momentos, sólo removía los posos de mi desdicha. Lancé un grito al cielo, tan desgarrador cómo era el dolor en mi pecho, pero nadie me oyó, pues estaba solo en aquella playa, lejos de todo el mundo.
Me zambullí en el agua del mar, y nadé con todas mis fuerzas para alejarme de la orilla hacia mar abierto. No me importaba que hubiera debajo de mí, en las oscuras aguas del océano, sólo me preocupaba alejarme de lo que había en tierra, de un peligro más fuerte que algún animal hambriento bajo las aguas. Y es que mi corazón, representaba también mi mente y es en ella donde reside toda mi fuerza.
Ya no veía la orilla. A mí alrededor todo era mar. Estaba ya perdido, sin orientación, pero mi corazón aún latía dolorido, herido quizás de muerte para él, pero no para mí, pues aún con el corazón roto, yo seguiría viviendo durante muchísimo tiempo. Cuan cruel puede llegar a ser la vida, pues yo seguía ahí, respirando, soportando esa agonía que me mataba por dentro...
Como deseando acabar con esos pensamientos que golpeaban mi mente, me sumergí en el agua, tratando de perderme en sus oscuras aguas hacia el fondo, hacia lo desconocido...

...
El sonido de una voz me despertó de mi letargo. Al abrir los ojos, aún durante un rato creí haber cambiado la naturaleza de mi sueño por uno de más agradable sentimiento, pues me encontraba tumbado en el suelo, boca arriba, con mi cabeza descansando en las rodillas de Dawn, cuya piel seguía brillando con ese tono tan misterioso que le confería la noche.
Entre las ramas del árbol bajo el cual Dawn había decidido llevarnos para descansar, podía ver la luna llena, brillando. Pero ya no estaba sola en el cielo. Habían aparecido un par de estrellas que, aunque aun dejaban un gran hueco en el firmamento, de tristeza, hacían concebir algo de esperanza, pues, si habían aparecido dos para acompañarla, ¿que impedía que pudieran aparecer más a lo largo de esa noche?
-¿Estás bien, Sunset?
-Creo que aún sigo soñando, Dawn...- Le respondo con sinceridad, me ayuda a sobrellevar la pesadilla que he revivido y no es mentira.
-Se te pasará. No eres el primero que sufre los efectos del perfume de hada, suele causar delirios y desvanecimientos a quienes se exponen a él durante mucho tiempo y no están acostumbrados.
-Ya decía yo que olías demasiado bien para mi gusto...-Me río un poco desganado. Las imágenes de mi mente aún me atormentan.
-¿Estabas teniendo una pesadilla?
-Sí, sobre el día en que me enteré de que querían expulsarme.
-Entonces no ha sido mi perfume lo que te ha hecho caer en el sueño. Te has desmayado cuando salíamos del bosque de la Serenidad. Ahora mismo nos encontramos en los Campos de los Recuerdos.
Me alzo un poco sobre mis codos y oteo el lugar en donde nos encontramos. Dawn nos ha llevado hasta debajo de una encina que se alza, casi en solitario a varios cientos de metros de la salida del Bosque de la Serenidad. Ante este bosque, una larga pradera, sembrada de cultivos por doquier, se extiende hasta la falda misma de las montañas. Algún que otro árbol, como el que nos cobija, se alza solitario hacia el cielo repartidos por la planicie.
-No me digas más. En estos campos, he de revivir momentos clave de mi vida...
-Casi. Vas a recordar, sobre todo, los momentos en los que se te negó la existencia en el castillo. Y yo que tu, iba meditando lo que haría cuando lleguemos a las montañas tras atravesar estos campos, pues la siguiente parada, es la Fuente del Devenir.
-El futuro que queremos para nosotros mismos... Una etapa con truco, seguramente.
-Y para ello, debes saber lo que quieres, antes de tener que elegir entre dos cosas.
-¿Has superado esa etapa alguna vez?
-No, Sunset. Esa es una etapa que se me atraganta. Jamás he llegado más allá de la fuente, y sé que lo siguiente que viene a partir de ella, es más difícil aún si cabe.
La miro a los ojos. Siguen tan electrizantes como siempre, pero su tono apagado me recuerda que, al igual que en mis alas negras se refleja mi condición de herido, ella también lo es. Le poso una mano en el hombro, intentando reconfortarla.
-Esta vez, superarás esa fuente Te ayudaré a conseguirlo. A fin de cuentas, tu me estás ayudando muchísimo en estas primeras etapas, y yo no olvido nunca un favor que he recibido.
-Ojalá me puedas hacer el favor en esta ocasión tu a mi.

sábado, 25 de febrero de 2012

Anuncio para próximas publicaciones

Ya superamos el centenar de visitas. ¡Gracias a todos! ^^

Aprovecho también para anunciarles que los próximos capítulos de Dawn y Sunset serán publicados cada dos días a partir del lunes que viene. Y tranquilos, el equipo ya está trabajando en un nuevo proyecto con el que reemplazarlo una vez haya finalizado. ¡¡No olviden comentar y votar las historias!! ^^

viernes, 24 de febrero de 2012

Dawn y Sunset. Capítulo 2.

Dawn camina ante mí, guiándome entre los árboles por un sendero que a duras penas logro divisar en la oscuridad reinante. La Luna luce en el cielo, pero no hay estrellas que la acompañen, triste visión de un cielo despejado, sin nubes ni luces que enturbien su resplandor pero sola en el firmamento como un corazón abandonado que brilla pálidamente a la espera de que alguien acuda a acompañarla.

La piel de Dawn aún refleja esa escasa luz que emana desde lo alto, pero ella no parece darle importancia alguna a tan extraña visión del cielo. Siento ganas de preguntarle si siempre es así en las cercanías de aquél castillo, pero mi voz no se atreve a romper el plácido silencio que se ha impuesto en el ambiente, sólo roto por el ligero golpeteo de nuestras pisadas y sonidos de la fauna nocturna.

-¿Has intentado volar desde que has tocado tierra, Sunset?- Me pregunta mi guía, volviendo un poco su rostro hacia mí, cuando menos esperaba oírla hablar.

-He sentido ganas de hacerlo, pero mis alas no me han respondido, han perdido su fuerza repentinamente. Es una sensación frustrante querer emprender el vuelo y verme atrapado en tierra por motivos que escapan a mi comprensión.

-Es cosa de esta tierra, de este castillo, del bosque... Todo. No puedes volar, pero no existe nada físico que te lo impida. Tus alas siguen intactas y aún las mueves sin darte cuenta, igual que hago yo con las mías.- La observo sin entender, esperando que prosiga.- Lo único que te impide volar es lo mismo que no te deja acceder al castillo.

-¿La llave?

-Sí.

-¿Significa entonces que teniendo la llave en mi poder, recuperaré mis alas y además podré entrar al castillo?

-Exactamente.

-¿Cómo puede una simple llave otorgar tanto y negártelo todo de no tenerla?

-¿No se te ocurre ninguna situación en la cual, teniendo algo que consideras nimio te encuentras perfectamente, y que cuando pierdes ese algo, ya no puedes realizar la gran mayoría de las cosas que antes te habrías sentido capaz de acometer y de superar sin grandes desafíos?

Me detengo bruscamente. Dawn avanza un par de pasos más antes de darse la vuelta y contemplarme con su mirada electrizante.
-¿Y bien...?

Mi mente divaga. Recuerdos recientes se agolpan en mi mente y numerosas imágenes se suceden en mis retinas y en mi mente. Sí, sé de algo que se corresponde perfectamente con esto que ella me pregunta.

La serenidad. Cómo una laguna tranquila, un estanque en calma, la mente sana nos otorga la capacidad de acometer cualquier cosa con confianza, con calma, nos permite superar cualquier obstáculo en nuestro camino y nos permite estar bien. La ausencia de problemas, es algo básico que todos buscamos, es nuestra calma que nunca queremos que termine, aunque acabemos siempre hastiándonos de ello y busquemos en los problemas nuestra salida al aburrimiento. Pero yo, ahora mismo, carezco de esa serenidad. Hace tiempo que la perdí, que me la arrebataron cuando estaba en la mejor época de mi vida... Y ese castillo, aparte de recordármelo, es justamente el sitio donde toda mi vida anterior acabó.

Expongo mis pensamientos ante Dawn, y ella asiente con la cabeza. Poca cosa más se podría hacer ante esa información.

-Ciertamente, esa es la naturaleza de la llave. Mejor dicho, es el comienzo de su naturaleza. La mente, es el principio de todo, los cimientos del edificio del que ha de salir su forma final. Si no es estable, es muy difícil que logres encontrarla.

-Entonces, ¿Qué hacemos dando vueltas por este bosque si lo que necesito es serenarme?

Dawn sonríe. Esa sonrisa tiene una magia que me aturde, aunque sea simplemente una sonrisa circunstancial. El hada, sin duda, da una imagen triste, pues la dulzura de su sonrisa no se acompaña de la luz de sus ojos, tan apagada que empaña la belleza que debió lucir cuando, como ella dice, su mente estaba en paz.

-¿Sabes como llaman a este bosque, Sunset?

Niego con la cabeza.

-Algunos lo llaman “bosque de la serenidad”. A través de él, se puede llegar a diversos lugares, los cuales nos interesa visitar, porque en esos sitios, se encuentran las siguientes etapas del camino hacia la llave. Es un paso obligatorio. La llave no se compone de un solo elemento, es la unión de muchas claves y demás ingredientes, y todos ellos son igual de importantes, aunque su dosificación final sea distinta en cada individuo.

-Mis disculpas, Dawn. Yo soy un extraño en estas tierras, mientras que tú pareces conocerlas muy bien. Me dejaré guiar por ti en adelante.

-No hay de que disculparse, Sunset. Y aunque puede que yo conozca estos sitios, es posible que pronto requiera yo de tu juicio para seguir adelante. Pues no olvides que, aunque llevo aquí más tiempo que tu, aún no consigo entrar en el castillo.

-Juntos lo conseguiremos. Iremos más rápidos si colaboramos, ya verás cómo mañana estaremos ante ese castillo con nuestras respectivas llaves.

Dawn empieza a reír. Me sonrojo, es una risa sincera y contagiosa, muy melodiosa al salir con su voz.

-No me cabe duda de que será “mañana”. Porque hasta que no encontremos las llaves, seguirá siendo de noche para cada uno de nosotros. Así es este sitio.

miércoles, 22 de febrero de 2012

Dawn y Sunset. Capítulo 1

-¿Buscas algo o esperas a alguien?

Una voz suena a mi espalda, sobresaltándome y haciéndome dar media vuelta para comprobar de donde procede. Me descubro contemplando a un hada que a su vez me observa desde el otro lado del puente, rostro mezcla de aburrimiento y quizá algo de pena, salvo que mis ojos me engañen por esta oscuridad a la que mis ojos aún no se han habituado. Algunos matices de su piel y sus alas brillan tenuemente en las sombras, reflejando fantasmagóricamente la escasa luz que refleja la luna en lo alto del cielo.

-Bien es cierto que me encuentro esperando. Pero es más bien mi desconocimiento lo que me hace aguardar aquí. Ni tan siquiera sé si hay alguien tras estas puertas que me impiden acceder al interior de este castillo, aunque antes me pareciera ver a alguien deambular por sus altos muros.- Vuelvo la cabeza y observo el castillo un momento, en silencio.- Puede que realmente lo único que me quepa esperar sea la llegada del amanecer, pero mi corazón está inquieto. Me dice que no hay amanecer que esperar, que esta noche será tan larga como lo que me queda de vida...

-Es una sensación que acomete a todos aquellos que llegan hasta aquí por vez segunda. Yo también espero a que estas puertas se abran, y en mi espera he visto gente entrar y salir de él tantas veces que ya he perdido la cuenta.- Respondió el hada, con cierta indiferencia. Le noto cierto aire de frustración y abatimiento en su voz melodiosa.

-Si tantos has visto entrar durante tu espera, ¿qué haces aún aquí fuera? ¿Por qué no le pediste a alguien que te dejase entrar?

-No pueden hacernos entrar, ni a ti, ni a mí ni a nadie. El paso solo se abre ante aquellos que están listos, los que han encontrado la llave. Las puertas se cierran solo ante quienes no se encuentran preparados para afrontar su interior, ante aquellos que no merecen el paso. De nada serviría pedirles que nos dejen entrar, ese es un derecho que hay que ganarse por uno mismo.

-¿Y cómo conseguir esa llave que mencionas? ¿Donde debería empezar a buscar?

-Le he preguntado a muchos, pero la respuesta es tan clara como sencilla, y yo misma sé que tienen razón en ella. Esa llave, está en todas partes y en ninguna, aparece caprichosamente ante ti cuando menos te la esperas, cuando menos la buscas, y cuanto más la buscas, más te rehúye. Yo llevo tanto tiempo anhelándola y sabiendo que no la voy a encontrar que ya poco me importa, únicamente permanezco ante este castillo para ayudar a algunos que, como tú, llegan aquí y no saben qué hacer.

-Entonces me dices que me rinda en mi empeño de esperar ante estas puertas, ¿no?

-No te estoy diciendo eso. No sabes que es este lugar, ¿a qué no?

-Ciertamente, no lo sé, pero me resulta extrañamente familiar, me recuerda tiempos que viví en gran alegría y felicidad. Sus torres también me resultan familiares, aunque todo ello se me antoja también como un sueño lejano que se desvanece con el paso del tiempo...

-Entonces es la segunda vez que vienes aquí, por lo menos.- El hada se me acerca con paso tranquilo, casi despreocupado, con suma ligereza.- Antes te he dicho que las llaves pueden aparecer en cualquier sitio, pero hay unos lugares en donde pueden aparecer con más facilidad de lo normal... Si te interesa, podría ayudarte a buscar las tuyas, pero solo mostrarte donde he oído que aparecen más a menudo.

-Ya que esperar aquí no tiene sentido, creo que aceptaré tu oferta. Pero antes debo pediros algo...

El hada me mira enarcando una ceja momentáneamente, intrigada. Pliego mis alas y me llevo una mano al pecho, haciendo una reverencia de gala, sin inclinarme demasiado tampoco en excesos de galantería.

-Mi nombre es Sunset. ¿Podría conocer su nombre, si no es molestia?

Ella duda un momento, entre divertida y sorprendida, lo que me da a entender que son pocos los que se comportan de un modo tan desfasado como el mío en el trato hacia ella.

-Puedes llamarme Dawn.

lunes, 20 de febrero de 2012

Dawn y Sunset. Prólogo: La llegada

Viento. Oscuridad. Sensación de caida. Mis ojos aún están cerrados, acabo de recuperar la consciencia. Me siento desorientado, no sé donde estoy, ni a que se debe esta sensación de caida libre que estoy teniendo ahora mismo...

Abro los ojos. Ciertamente, estoy cayendo, en medio de un mar de nubes que cubren todo de blanco y no me dejan ver que hay más allá de mis manos, las cuales alargo intentando sentir el tacto del agua vaporosa, que se escurre entre mis dedos en medio de mi caída.

Acaban las nubes. Muevo la cabeza para mirar lo que, de tener los pies en el suelo, estaría sobre mi, y veo un mar que refleja el crepúsculo, al cual me estoy precipitando en estos momentos.

Noto mis alas negras, contraídas contra mi pecho, envolviéndome. Tan pronto las siento, les ordeno desplegarse y remonto el vuelo. Estoy llegando a la costa, planeando sin esfuerzo en las corrientes de aire, dejándome llevar donde el viento quiere.

Sobrevuelo un extenso bosque, camino de las montañas que diviso a lo lejos, cuando entre la arboleda, veo que despuntan unas altas torres picudas, de un tono de marfil que, conforme me acerco al castillo del cual forman parte, se va oscureciendo poco a poco, a la par que el sol se oculta a lo lejos en el mar.

Motivado por un impulso silencioso al cual no consigo ubicar en mi mente, me acerco a él, y finalmente, cuando ya las estrellas y la luna asoman en el este, poso mis pies en el camino empedrado que conduce a sus amplias puertas dobles de hierro forjado.

Un puente de piedra, ancho, pero sin protecciones en sus laterales, atraviesa un profundo precipicio cuyo fondo no alcanzo a vislumbrar, en mi camino a las puertas. Con paso inseguro, lo cruzo y finalmente, me detengo frente a las puertas. YA es de noche.

No hay aldaba, ni tan siquiera veo centinelas en los altos muros que rodean el castillo. En la puerta, únicamente vislumbro un cerrojo, pequeño, demasiado en comparación con lo que cabría esperar para abrir un mecanismo tan grande como el que debe de travar la puerta una vez está cerrada.

Algo me atormenta la mente. Tengo la incomoda sensación de haber estado antes en ese lugar. Hace mucho, mucho tiempo, en una época en la cual yo era feliz y todo el mundo me parecía agradable y atractivo... Una época en la que mi corazón no se había dañado... Y que terminó el día menos pensado, sin previo aviso, en una tragedia.

Noto una sombra moverse por los altos muros del castillo. Por momentos, he creído vislumbrar una figura familiar en sus andares apresurados y, quizá confundiéndome, la he llamado a gritos por el nombre que creo que le corresponde, pero solo obtuve silencio en respuesta.

¿Qué es este castillo? ¿Que recuerdos son los que corresponden a este lugar, el cual conozco y a la vez me resulta completamente indómito ahora mismo? ¿Por qué esta sensación en el pecho que me indica peligro, que no estoy completo y que me urge encontrar aquello que me hace falta para no desfallecer en cualquier momento?

Voy a resolver estos misterios. Y para ello, esperaré frente a estas puertas cuanto haga falta, hasta que alguien entre o salga de él y me permita acceder adentro e investigar sus misterios... y los que llevo dentro de mi mente.

Regreso

Muy bien señoras y señores lectores, aquí estamos de vuelta para relanzar este blog con nuestras historias. Por lo pronto,anuncio que voy a subir a esta pagina algunos de mis relatos que he escrito en los últimos meses (Les anuncio el título de los mismos: Dawn y Sunset), que se compone de un total de 7 capítulos más el prologo.

En los próximos meses intentaré seguir escribiendo una posible continuación a los mismos, y por supuesto, seguiré colaborando con mi compañera Antafi para nuestros relatos comunes. Disfrutenlo,y perdonen por la inactividad.